El pintor que tras ser ninguneado por los críticos les coló varias falsificaciones  e incluso vendió un cuadro al mismísimo Hermann Göring

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El mundo del arte puede llegar a ser muy caprichoso. El
valor que se le da a una obra es muy subjetivo y todo depende de la opinión que
pueda tener en un momento dado el crítico de turno para evaluar cuando una
pieza se puede considerar una obra de
arte
o, sin embargo, hacer una feroz crítica sobre la misma, provocando que
un artista a raíz de una crítica pueda ser considerado un genio o por el
contrario acabe siendo un total desconocido.

Muchos son los amantes del arte que reclaman que haya un
espacio específico para aquellos artistas que se han dedicado a la falsificación y que, en bastantes
ocasiones, han realizado obras con un mejor acabado que el propio original.
Evidentemente también hay quien no permite que se les ceda espacio a los falsificadores
ya que por bien que lo hagan no dejaran de ser simples imitaciones de algo
original y genuino.

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Algo similar es lo que le ocurrió a Henricus Antonius van Meegeren (quien pasaría a la historia bajo el
nombre de Han van Meegeren), un artista que desde temprana edad sintió una gran
pasión por la pintura y demostró tener grandes cualidades para dedicarse
profesionalmente a ello pero que se encontró con la férrea oposición de su
padre, quien le obligó a matricularse en la facultad de arquitectura en su Holanda
natal.

Van Meegeren (nacido
en 1889) finalmente decidió desoír a su progenitor y con 24 años de edad decidió
abandonar su hogar y estudios universitarios y dedicarse a lo que era su gran
pasión: la pintura.

Pero se encontró que los críticos en arte de la época no
terminaban de valorar su trabajo lo suficientemente bien, encontrándose que
había quien opinaba que era un pintor mediocre y sin futuro (hubo quien incluso
le recomendó dedicarse a otro oficio).

Para subsistir se dedicaba a pintar carteles publicitarios (sobre
todo posters e incluso felicitaciones navideñas) al mismo tiempo que seguía
formándose y se diplomaba en la Real Academia de Artes de La Haya en 1914.

Tenía una verdadera devoción
por la pintura de la Edad de Oro neerlandesa
del siglo XVII
, hasta tal punto que llegó a realizar algunas réplicas a
famosos cuadros que eran tan exactos que ni tan siquiera muchos expertos podían
distinguir el original de la falsificación.

El joven Van Meegeren
consiguió aprender e imitar perfectamente la técnica de Johannes Vermeer uno de los pintores barrocos más reconocidos. Un
buen puñado de obras de Vermeer fueron falsificadas y vendidas sin que los
expertos detectaran que se trataba de un fraude.

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Incluso llegó a realizar algunas cuantas pinturas originales
utilizando la misma técnica y trazo y que las hizo pasar como obras originales
y desconocidas del maestro Vermeer, consiguiendo un alto estatus económico
gracias al alto precio por el que las vendió.

Tres décadas después, en plena Segunda Guerra Mundial, no
había ni un solo crítico en arte que pudiese distinguir una falsificación de Van
Meegeren de un original de Vermeer. Hasta tal punto que muchos eran los
millonarios coleccionistas e incluso museos que compraron alguna pintura del
falsificador. Se calcula que cobró por seis de los cuadros que vendió una
cantidad que hoy en día rondaría los 25 millones de euros.

Una de esas pinturas fue el cuadro ‘La mujer adúltera’ (también conocido como ‘Cristo con la adúltera’) la cual vendió en 1943 (a través de un
intermediario) al mismísimo Hermann Göring,
uno de los hombres más poderosos del Tercer
Reich
, quien lo adquirió creyendo que se trataba de un auténtico Vermeer.

Tras finalizar el conflicto bélico y hallarse en posesión del
mandatario alemán dicho cuadro, los Aliados en su campaña de recuperación de
obras de arte expoliadas por los nazis dieron con el cuadro y consiguieron
averiguar que éste había sido vendido por Van Meegeren, siendo arrestado y
juzgado en 1947 por traición a su patria al haber vendido una obra del
patrimonio nacional a un enemigo.

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Por mucho que Han van
Meegeren
dijo al tribunal que se trataba de un cuadro pintado por él, no le
creyeron y todos los críticos y expertos en pintura que fueron consultados por
el tribunal aseguraron que se trataba de un original de Johannes Vermeer hasta
entonces desconocido pero auténtico, motivo por el cual se pidió la pena de
muerte por traición.

Finalmente al falsificador no le quedó más remedio que
mostrar ante el tribunal cuál era su técnica secreta para realizar unos cuadros
tan exactos. Pidió que le llevaran a la sala del juicio un lienzo en blanco y
las pinturas que había en su estudio y comenzó a dar una clase magistral de
pintura.

Explicó con detalle todo el proceso, cómo mezclaba colores y
aceites para dar determinadas texturas, qué pinceles usaba y cómo eran los lienzos
sobre los que solía pintar (compraba viejos cuadros sin valor alguno en los
mercadillos y anticuarios y pintaba usando esas telas).

Demostró su habilidad para pintar cuadros que parecían haber
sido realizados tres siglos atrás y dejó boquiabiertos a todos los presentes.

Ello le sirvió para que únicamente fuese acusado de
falsificación y le cayese una pena de un año de prisión. El 30 de diciembre de
1947, un mes y medio después de dictarse sentencia,  Han van Meegeren falleció a causa de un ataque
cardiaco a la edad de 58 años.

Los expertos en pintura consideran que Han van Meegeren fue,
sin lugar a dudas, uno de los mejores falsificadores de la historia.

Fuentes de consulta e imagen: howstuffworks
/ elpais
/ abc
/ cristinadelrosso
/ bytesdaily
/ Wikimedia
commons
/ gahetna