El motivo por el que muchas estatuas del Antiguo Egipto aparecen con la nariz rota

El pueblo egipcio en
la antigüedad
era sumamente supersticioso,
temeroso y desconfiado. Tenían profundas creencias sobre el más allá, la vida
después de la muerte, el retorno de entre los muertos, los poderes de las
deidades y  las estatuas…

Incalculable es el número de estatuas y monumentos que se
erigieron para venerar a sus dioses, faraones o personajes relevantes de la
sociedad egipcia de la época, a los que se
les dotaba, en el imaginario colectivo, de poderes sobrenaturales
. Al menos
esa era la creencia que existía en esa cultura, tan dada a venerar ese tipo de
esculturas.

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La mayoría se han ido descubriendo sobre todo a lo largo de los
dos últimos siglos y hay algo muy común en un gran número de ellas: aparecieron
con la parte del apéndice nasal roto.
En un principio, los arqueólogos achacaron a la erosión por el paso del tiempo
y a causas meteorológicas, pero según como ha ido pasando los años en los que
se has estudiado y encontrado nuevas figuras, han creado un nexo y se ha llegado
a la conclusión de que la rotura de las narices de las estatuas egipcias no era
fruto de la casualidad sino que había sido provocado por actos realizados por
los humanos.

Durante largo tiempo se tenía el convencimiento de que,
además de la erosión del paso del tiempo y meteorología mencionados, también podría
haber sido a causa de esconder el linaje de quienes estaban representados (el
cual una de las características era la nariz de las esculturas), además de
hacer algún tipo de ofensa o humillación contra quienes estaban representados.
Recientemente se ha hecho pública otra hipótesis que ha sido bien acogida por
un gran número de egiptólogos…

Para ponernos en contexto, debemos tener en cuenta que hace un
par de milenios (hacia atrás) se tenía el convencimiento, en la cultura
egipcia, que a las esculturas que representaban ciertos personajes o deidades
se les podía insuflar vida y esto se podía lograr (según dicha creencia) a
través de ceremonias rituales y untándolos de ciertos aceites. Una vez hecho
esto, esas estatuas permanecerían vivas respirando por la nariz (como hace
cualquier ser humano).

El hecho de que la inmensa mayoría de ese tipo de esculturas
estuviesen colocadas en los lugares donde se guardaban los tesoros y todo
aquello de valor (sobre todo de los personajes ricos de la época, faraones y
familiares) provocaba que en los casos de pillaje, en los que alguien pretendía
acceder a algún templo para robar un tesoro o profanar alguna de las tumbas, lo
hacía rompiendo la nariz de la estatua que allí estaba custodiando con el fin
de que no respirase y, por tanto, desactivar su fuerza vital y no pudiera levantarse,
con lo que no se podría evitar que se llevara a cabo el saqueo.

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Así lo confirmó la responsable del Departamento
de Arte Egipcio del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Adela Oppenheim
, donde llevan largo
tiempo estudiando e investigando ese tipo de esculturas.

Pero el hecho de que tantas estatuas del Antiguo Egipto tuviesen esa peculiaridad de la nariz rota no es la
única evidencia de la superstición que padecían los egipcios hacia todo lo
relacionado con la muerte, el inframundo
y sus deidades.

Se sabe con certeza que el hecho de momificar a los faraones
se realizaba por el convencimiento que tenían sobre la inmortalidad y por la
cual organizaban unas fastuosas ceremonias en honor a Osiris, dios egipcio de
la resurrección, quien, según la creencia, intervenía como intermediario, desde
la Duat (inframundo), entre los
fallecidos y los dioses.

Una de las cosas más famosas del Antiguo Egipto que ha llegado
hasta nuestros días es la  creencia popular de que los gatos tienen varias
vidas
. Para nosotros son siete pero para ellos eran nueve, una por cada
deidad de la ‘Enéada’ (Atum, Shu,
Tefnut, Nut, Geb, Isis, Neftis, Seth y el mencionado Osiris). Según la
mitología egipcia, Atum tomó forma de gato para viajar a los inframundos
dotándose de nueve vidas, una por cada divinidad y al ser este animal considerado
propició la creencia de que estaba dotado de nueve vidas. El traslado de esta
creencia a occidente modificó las nueve vidas por siete, ya que este otro
número era cabalístico en nuestra cultura.

Fuentes de consulta e imagen: livescience
/ argonautsandemperors
/ kemetexpert
/ ancient-origins

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