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Hasta bien entrado el último cuarto del siglo XIX, los detalles
sobre los criminales (sobre todo habituales) con los que contaba la policía eran
escasos y apenas se resumían en unos pocos datos sobre el nombre, apodo, lugar
de residencia, algún detalle físico característico y los delitos que había
cometido.
Pocas eran las comisarias que hasta aquel momento disponían
de alguna fotografía identificativa del delincuente, por lo que aquellas fichas
eran, en la mayoría de los casos, insuficientes para atraparlos y, sobre todo,
para hacer llegar la información a otros puestos policiales.
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Fue a partir de la década de 1880 cuando empezó a
modernizarse todo el sistema de identificación de criminales gracias a las
ideas aportadas por el antropólogo francés Alphonse
Bertillon, quien empezó a colaborar con la prefectura de París y presentó
una serie de mejoras que fueron la simiente de las actuales fichas policiales.
No solo fue de gran ayuda sus conocimientos como antropólogo
para poder elaborar una ficha técnica de cada criminal en base a su estatura,
peso y rasgos físicos, cuya experiencia sirvió para atrapar en los primeros
años a más de doscientos delincuentes que estaban huidos de la justicia, sino
que también utilizó todo lo que había aprendido de su padre y hermano, quienes
eran expertos estadísticos.
En base a todo ello creó unos cuadros en los que se medía y
ponía todo tipo de detalles sobre un criminal (midiendo la longitud y anchura
de la cabeza, brazo, piernas y longitudes de los dedos, tamaño de pie e incluso
la protrusión del globo ocular) y a través de los cuales, estaba convencido, que
se determinaba que todos aquellos que tuvieran una serie de características
tenderían a un cierto tipo de delitos.
Evidentemente, con el tiempo se pudo determinar que la ‘Antropometría’ (modo con el que
bautizó su forma de estudiar el comportamiento delictivo de los individuos
dependiendo de su morfología) no era más que una pseudociencia sin base válida alguna, tal y como había ocurrido
con la ‘Frenología’ de Franz Joseph Gall.
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A pesar de ello, y dejando de un lado el método pseudocientífico
que Bertillon había desarrollado, otras muchas de sus aportaciones fueron de
gran ayuda para la modernización del sistema de detención y registro de
criminales: el realizar fotografías del rostro, tanto de frente como de perfil
y añadir todo tipo de características, un primer paso de tal y como conocemos
hoy en día las fichas policiales.
Pero otro importantísimo aporte de Alphonse Bertillon en las
investigaciones tras cometerse un delito fue la de realizar todo tipo de
fotografías de la escena del crimen en el momento exacto de descubrirse el
cuerpo sin vida de una persona supuestamente asesinada.
Fotografías que tomaba desde cualquier ángulo y que
posteriormente servirían para determinar el modus operandi del criminal.
En la última década del siglo XIX, los estudios de antropometría
Bertillon sufrieron cierto desprestigio tras hacer aparición la identificación
y registro de delincuentes a través de las huellas dactilares que desarrolló,
el croata nacionalizado argentino, Juan Vucetich en
1892.
Pero los aportes de ambos investigadores fueron
determinantes para la evolución de la ficha policial y gracias a ambos (cada
uno con su contribución) en el último siglo se ha evolucionado hacia la
detección y detención de numerosísimos criminales.
Alphonse Bertillon no se tomó demasiado bien la aparición de
la dactiloscopia o investigación a raíz de la huella dactilar y vio cómo su
método quedaba relegado en muchas prefecturas policiales.
Aun y así, siguió manteniendo un gran prestigio y aportando
grandes avances en la investigación policial y sus técnicas de investigación siguieron
aplicándose hasta bien entrado el siglo XX.
Fuentes de consulta e imágenes: nlm.nih.gov
/ independent
/ nleomf
/ Wikimedia
commons
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