El asesinato que se convirtió a finales del siglo XIX en ejemplo de investigación policial y medicina forense

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El 13 de agosto de 1889 fue encontrado un cuerpo en estado
de descomposición en unos arbustos junto a la carretera que conducía hacia la
localidad francesa de Lyon. El hallazgo lo hizo un particular que por allí
pasaba y que se dirigía a su puesto de trabajo.

La policía local examinó el cadáver y mandó un telegrama a
la central de París para dar cumplido conocimiento. El cuero no presentaba las
características a ninguno de los casos de desaparecidos en los últimos meses en
la región, por lo que desde la capital francesa quizás tendrían datos sobre alguien
a quien se le estaba buscando desde hacía algún tiempo.

Una vez recibido el aviso en la prefectura de policía de
París, se hizo cargo del caso el propio comisario Marie-François Goron, un veterano investigador con una larga
carrera a sus espaldas y al que le quedaban tan solo seis años para la
jubilación.

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Desde el primer momento en que Goron vio el aviso recibido
de Lyon estuvo convencido de que el cadáver pertenecería a Toussaint Augustin Gouffé, un respetado procurador del Ministerio
de Justicia (conocidos en Francia como ‘Huissier de justice’) de 49 años y que
estaba en paradero desconocido desde hacía tres semanas. Era viudo y padre de
tres hijas y fue su cuñado quien había presentado la denuncia la mañana
siguiente a su desaparición.

A pesar de ser un reconocido y valorado profesional, Gouffé también
era ampliamente conocido en los ambientes nocturnos de la capital debido a que
le gustaba correrse unas buenas juergas en los prostíbulos de los barrios
bajos.

El día de su desaparición (el 26 de julio) se le había visto
por última vez en una cafetería en compañía de Gabrielle Bompard, una joven prostituta de 21 años con la que
frecuentaba. Salieron del local y nada más se supo de ninguno de los dos.

El comisario Goron se trasladó hasta Lyon para examinar el cadáver
encontrado y ver si había coincidencias con la descripción de Gouffé. Pero el
cuerpo ya se encontraba en un avanzado estado de descomposición y poco se pudo
determinar. Además, la autopsia que se le había practicado no se había hecho
correctamente y no arrojaba ninguna pista que diera evidencias de si realmente
se trataba de él.

Finalmente, las autoridades lionesas determinaron que podría
tratarse de un mendigo y decidieron darle sepultura enterrándolo en una fosa
común. Pero esto no convenció a Goron que decidió continuar con la
investigación por su cuenta.

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Descubrió que al día siguiente de la desaparición de Gouffé,
con su joven amante Gabrielle Bompard, ésta había viajado en tren hasta Lyon en
compañía de un viejo conocido de la policía: Michel Eyraud, un ratero de poca monta de 53 años de edad y que ya
había sido detenido en varias ocasiones por estafa, robo, continuas peleas y
que era un habitual en el sórdido mundo de la prostitución.

Goron también pudo averiguar que la pareja viajó junto a un
enorme baúl de gran peso (según testimonios posteriores de los mozos de
estación que ayudaron a subirlo o bajarlo del tren).

El comisario iba confeccionando un puzle con todas las
piezas que iba encontrando gracias al rastro y pistas que Bompard y Eyraud
fueron dejando, pero era insuficiente lo que tenía para poder reabrir el caso
del cadáver de Lyon, ya que estaba convencido que aquel cuerpo pertenecía a Toussaint
Augustin Gouffé, pero le faltaba alguna pista que fuera definitiva.

El mes de octubre todo cambió cuando se encontraron restos
de lo que parecía un baúl en las inmediaciones de donde se produjo el hallazgo
del cadáver. Los testimonios señalaron que era el mismo que portaban en el
viaje a Lyon Bompard y Eyraud, además de poderse determinar que dicho arcón
había sido adquirido en una tienda de Londres. El comisario viajó hasta la
capital inglesa y en una allí le confirmaron que había sido adquirido unos
meses atrás por Michel Eyraud.

Marie-François Goron consiguió que se reabriera el caso y
exhumara el cuerpo del desconocido para que se le practicara una nueva
autopsia, pero esta vez quiso contar con el mejor especialista en medicina
forense de la época: el doctor Alexandre
Lacassagne
, quien era conocido por las avanzadas prácticas que realizaba
para analizar los cadáveres.

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Gracias a un impecable trabajo realizado por el Dr. Lacassagne
se pudo determinar que el muerto era realmente Toussaint Augustin Gouffé. Ahora
solo faltaba localizar a Bompard y Eyraud y darles caza. La joven prostituta se
encontraba en San Francisco (Estados Unidos) y su compinche en el crimen se le
localizó en la isla de Cuba. Tras solicitar la extradición de ambos fueron
arrestados y enviados a Francia (ella en enero de 1890 y él en junio de aquel
mismo año).

Tras ser interrogados magistralmente por el comisario Goron,
ambos delincuentes se derrumbaron y dieron con todo lujo de detalles cómo se
había cometido el crimen.

La tarde del 26 de julio de 1889 Toussaint Augustin Gouffé
había sido citado en un céntrico café parisino por la joven Gabrielle Bompard,
quien era una de sus amantes favoritas. No dudó en irse junto a ella hasta el
apartamento de esta, donde tras unos cuantos achuchones la meretriz pidió al
fogoso amante que jugaran un rato y le instó a colocarse una argolla al cuello.

De ella salía una soga sujetada por Michel Eyraud, quien se
encontraba escondido tras unas cortinas, y tiró de ella con fuerza, hasta
ahogar por completo a Gouffé. Metieron el cuerpo en el baúl y se dirigieron
hacia la estación de ferrocarril, pasando antes por la oficina del Huissier de justice
para robar todo lo de valor hubiera en la caja fuerte. Después partieron hacia
Lyon donde alquilaron un coche de caballos con el que llevaron el arcón hasta
las afueras (a una veintena de kilómetros), se deshicieron del cuerpo y huyeron
hacia América.

La prensa del momento fue publicando sensacionalistas
artículos dando cada uno de los detalles de este crimen que se convirtió en uno
de los más mediáticos de su época y que sirvió como ejemplo de investigación policial
y medicina forense.

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Tras el juicio por el crimen
(celebrado en diciembre de 1890), los dos acusados fueron encontrados
culpables. Gabrielle Bompard fue condenada a 20 años de prisión y Michel Eyraud
(el verdadero cerebro del asesinato) a morir en la guillotina, ejecución que se
llevó a cabo el 3 de febrero de 1891.

El Dr. Alexandre Lacassagne público un famoso libro sobre el
caso que tituló como ‘L’ affaire Gouffé’
y que se puede consultar en línea en la web archive.org. Por su parte, el
comisario Marie-François Goron se jubiló en 1895 a la edad de 49, pero no dejó
su afición a la investigación ya que abrió una agencia de detectives privados
en la que trabajó durante tres décadas, al mismo tiempo que se convirtió en un
afamado escritor de novelas policiacas, publicando un gran número de libros.

Fuentes de consulta e
imágenes: archive.org / archivodeinalbis
/ gallica
/ Wikimedia
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/ Wikimedia
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