El cruel asesino en serie al que la prensa bautizó como ‘el vampiro de Londres’

Varios son los posts que he dedicado, a lo largo de los
últimos nueve años, a diferentes psicópatas y asesinos en serie de ambos sexo y
cualquier edad que, en algún momento de la Historia, mantuvieron aterrorizados
a alguna población o país.

Desde ‘Locusta’,
la primera asesina en serie de la que se tiene constancia y que envenenó a
diestro y siniestro en la Antigua Roma, pasando por Cayetano Santos Godino ‘el Petiso Orejudo’ (el asesino en serie más
joven de la Historia de Argentina) o Marcel
Petiot
, un famoso médico francés quien tras una admirada y respetable
profesión asesinó a alrededor de un centenar de personas durante la Segunda
Guerra Mundial.

[Relacionado: Locusta, la primera asesina en serie de la
Historia
]

En esta ocasión os traigo el relato de un siniestro personaje
al que la justicia británica condenó por el sádico asesinato de seis personas
(aunque él en el juicio declaró haber acabado con la vida de nueve) llamado John George Haigh y al que la prensa
sensacionalista que siguió todo el caso lo bautizó con el apelativo de ‘el vampiro de Londres’.

En el momento de ser arrestado (en 1949) a Haigh le faltaban
unos meses para cumplir los 40 años de edad y no se le conocía una profesión
estable. En los últimos años había trabajado en varios lugares de los que se
había marchado voluntariamente o lo habían despedido por robar.

Tenía una forma de ser conflictiva, pero también manejaba
perfectamente la verborrea para parecer una persona encantadora y ganarse la
confianza de los demás. Su infancia fue dura ya que creció en un entornó
familiar muy opresor y de fanatismo religioso (sus padres pertenecían a una
secta religiosa protestante y vivían prácticamente aislados de la sociedad).
Este hecho parece ser que fue decisivo para crear en John George Haigh una
personalidad complicada, llena de temores y pesadillas nocturnas (incluso de
adulto).

A inicios de 1940 vio que era mucho más cómodo vivir robando
y estafando a los demás que trabajando para un patrón (su último oficio
conocido fue el de chofer de un rico empresario). Dio varios golpes de poca
importancia siendo pillado y encerrado en una prisión.

Allí fue erróneamente informado por otros reclusos de algo
que pondría en práctica al salir de la cárcel y que no le serviría de nada: le
convencieron de que en caso de un asesinato, si no aparecía el cuerpo del
delito no se podía condenar a un sospechoso del crimen (algo que técnicamente
no es correcto) y a Haigh se le ocurrió que, cuando saliera de prisión, le
sería más fácil robar a alguien asesinándolo y después haciendo desaparecer el
cuerpo.

[Relacionado: El médico psicópata y asesino en serie de la
Segunda Guerra Mundial
]

Tras cumplir la condena, en 1944 (y a lo largo de los
siguientes cinco años) cometería una serie de crímenes en los que entablaría
amistad con personas de gran poder adquisitivo para después asesinarlas y hacer desaparecer el cadáver disolviéndolo
en una bañera llena de ácido sulfúrico
.

Su primera víctima fue William
McSwan
, un joven heredero de una rica familia de empresarios con quien
entabló amistad. Lo asesinó el 9 de septiembre de 1944 golpeándole en la
cabeza. Después introdujo el cuerpo en un tonel lleno del mencionado ácido y
esperó que se deshiciera. Transcurridos unos días lo volcó en un agujero e hizo
desaparecer el lodo resultante. A los padres del joven dijo que éste había ido
a esconderse para no ser reclutado para ir a combatir en la Segunda Guerra
Mundial.

Se ganó la confianza del matrimonio, a quienes apoyó y
visitó continuamente para dar noticias (falsas) de su hijo desaparecido. Unos
meses después, en julio de 1945, acabó con la vida de Donald y Amy McSwan y también los disolvió en ácido. Posteriormente
les robó joyas, dinero y todo aquello que le proporcionaría algún beneficio
tras venderlo.

El dinero conseguido le duró tres años, viviendo lujosamente
en hoteles de gran categoría, pero necesitaba poner en marcha otro asesinato
para conseguir más. En una de los lugares donde se alojó conoció al entrañable
matrimonio compuesto por el doctor
Archibald Henderson y su esposa Rosalie
. Éstos poseían una fabulosa
propiedad que querían vender y Haigh mostró interés por la misma.

Tras ganarse la confianza de la pareja, los asesinó el 12 de
febrero de 1948, se deshizo de los cuerpos y vendió las propiedades, ganando
una buena suma de dinero, aunque cada vez llevaba una vida más derrochadora y
necesitaba de más ingresos, por lo que apenas un año después (el 19 de febrero
de 1949) asesinó a la viuda y rica
heredera Olive Durand-Deacon
.

El procedimiento para hacer desaparecer el cadáver era el mismo
que las veces anteriores y Haigh estaba convencido que jamás lo pillarían ni
podrían culparle al no haber rastro de los cuerpos.

[Relacionado: El asesino en serie más joven
de la Historia de Argentina
]

Pero no fue así. De su último crimen dejó algunas pistas (se
supone que debido a su errónea creencia de que no podría ser apresado nunca).
Algunos restos de la dentadura de la señora Durand-Deacon no se deshicieron y
fueron claves en la investigación para determinar la culpabilidad de  John George Haigh en el asesinato de la viuda.

Tras su detención, poco tiempo después, fueron saliendo a la
luz el resto de desapariciones. La prensa sensacionalista de la época se
interesó del caso e incluso el periódico británico ‘News of the World’ se hizo cargo de los costes de la defensa de
Haigh a cambio de que éste fuera relatando en exclusiva para el diario todos
los detalles de sus crímenes, que eran publicados día tras día y que tenían
enganchados a miles de lectores.

El protagonismo que alcanzó el criminal hizo que éste
llegara a confesar hechos que (según la opinión de los expertos) no había
llegado a cometer. Dijo haber matado a tres personas más de las que le imputaba
la policía: un joven, una mujer y una niña, de diferentes localidades de
Inglaterra, pero de las que no constaba desaparición alguna ni se encontraron
rastro.

Otro de los detalles que el asesino dijo hacer (y que
tampoco fue creído por los investigadores) fue el beberse un vaso de sangre de
cada una de sus víctimas. Esto sirvió para que rápidamente la prensa lo
bautizara con el apelativo de ‘vampiro’ y apareciera tal término en la portada
de infinidad de periódicos, entre ellos el famoso y amarillista ‘Daily Mirror’.

Durante el juicio (celebrado en julio de 1949) el juez
ordenó al director del Daily Mirror a dejar de publicar información no constatada
(mucha de ella ya era de la propia invención de los periodistas que cubrían el
caso) y tras hacer caso omiso a la orden del tribunal el director del rotativo
tuvo que pagar una cuantiosa multa y fue encerrado en prisión durante tres
meses.

A John George Haigh le gustaba el protagonismo que se le
estaba dando desde la prensa, así que intentaba llamar la atención para
aparecer siempre en portada. Según se informó llegó a beberse su propia orina
frente a los policías que lo custodiaban. Algunas fuentes indican que o bien
fue un acto falso o podría haberlo hecho aconsejado por su abogado (pagado por
el periódico News of the World) para que fuera declarado como desequilibrado y
no como asesino.

[Relacionado: Mary Ann Cotton, la
primera asesina en serie de Inglaterra
]

Se hizo tan inmensamente famoso que el prestigioso Museo de Cera de Madame Tussauds de Londres
sacó un molde de su rostro e hizo una figura de Haigh que la colocó en el
apartado dedicado a los horrores y crímenes.

El tribunal encontró a Haigh culpable de todos los cargos y
lo condenó a morir ejecutado en la horca, llevándose a cabo la pena capital el
6 de agosto de 1949.

Podéis ver más imágenes sobre John George Haigh y sus
víctimas en las galerías de fotos de Murderpedia: 123 (no se
pueden mostrar en este post debido a que no están libres de derecho de autor)

Fuentes de consulta e imágenes: murderpedia / newcriminologist
/ horrorfind
/ Pinterest
/ crimeandinvestigation
/ chiffheed
(Flickr)
/ criminalia