Tres de los impuestos más extraños o absurdos que se han aplicado durante la historia

En las últimas semanas los medios de comunicación y las
redes sociales se están llenando de noticias y comentarios acerca de la
decisión de un grupo de youtubers españoles que han decidido
trasladarse a vivir al Principado de Andorra
con el fin de tener que pagar menos impuestos, debido a que el fisco de España grava con un altísimo
porcentaje (alrededor del 50 por ciento en algunos casos) el dinero que deben
tributar.

Sin entrar a valorar si esta postura adoptada por los influencers
es éticamente correcta o no y si realmente el gravamen del IRPF que se les aplica es justo o desproporcionado, me
ha venido a la cabeza un puñado curiosos casos en los que, a lo largo de la historia,
algunos gobernantes han cargado al pueblo con ciertos tributos que han
resultado ser algo extraños y/o absurdos (y en la mayoría de ocasiones,
injustos). A continuación tenéis tres ejemplos:

Impuesto por tener
ventanas en las casas en la Inglaterra del siglo XVII

Conocido como ‘window
tax’
(impuesto de las ventanas), en la Inglaterra del siglo XVII se obligó
a los ciudadanos a tributar por cada una de las ventanas que tuviese la casa
donde residían. El rey Guillermo III
se pasó prácticamente todo su reinado participando en una guerra detrás de
otra, algo que dejó las arcas del reino prácticamente a arruinadas. Se pensó en
la forma de recaudar dinero, sobre todo de los más ricos y poderosos, llegando
a la conclusión que cuanto mayor era el poder adquisitivo de alguien, más
grande sería su casa y, por tanto, mayor número de ventanas tendría esta. Así
que se decidió cobrar un impuesto que perjudicaría en menor medida a quienes
menos tenían y más a los ricos y poderosos.

Se convirtió en una medida impopular y provocó que, a partir
de aquel momento, la mayoría de edificaciones (por muy grandes que fuesen) se
realizaran con el mínimo número posible de ventanas y los propietarios de casas
grandes decidieron tapiar la mayoría de las ventanas, de ese modo no tenían que
contribuir a un impuesto que encontraban abusivo.

Tal medida se mantuvo a lo largo de un siglo y medio, cuando
en 1851 la reina Victoria del Reino Unido derogó dicha ley.

En impuesto por la orina
en la Antigua Roma

En el siglo I d.C., el emperador Tito Flavio Vespasiano gravó a la ciudadanía romana con múltiples
impuestos. El imperio estaba sufriendo una grave crisis institucional, de poder
y liderazgo y tras el fallecimiento de Nerón
(año 68) cuatro son los emperadores que hubo hasta la llegada del mencionado Vespaciano, quien se encontró que las
arcas estaban vacías.

Aconsejado por su inseparable amigo Cayo Licinio Muciano, Vespaciano empezó a poner diferentes
impuestos, siendo uno conocido como ‘Vectigal
urinae’
, el cual gravaba a los
romanos que recogían la orina
que iba a parar, a través del alcantarillado,
desde los urinarios públicos hasta la Cloaca
Maxima de Roma
. Y es que los orines tenían mucho valor en aquellos tiempos,
ya que eran recolectados y aprovechados por quienes poseían negocios de
lavandería. Y es que los orines eran utilizados para extraerles la urea y esta
convertirla en amoniaco, el cual se utilizaba para curtir las pieles y lavar
las togas.

El impuesto del Vectigal urinae fue derogado diez años
después por Tito Flavio Sabino, hijo
de Vespaciano que sucedió a su padre y con el que había mantenido duras
disputas por culpa de dicho tributo. Famosa es la expresión latina ‘Pecunia non olet’ (El dinero no huele)
que dijo el emperador a su primogénito en respuesta a su reproche por lucrar al
imperio con dinero obtenido de la orina.

Un impuesto por dejarse
crecer la barba

En una época en la que la
inmensa mayoría de los hombres de todo el planeta llevaban barba
, hubo
algunos gobernantes que quisieron sacar provecho de ello, gravándola con un
impuesto.

La barba era sinónimo (entre otras cosas) de masculinidad,
pero también de poder y valentía. Dependiendo de su largura o forma,
determinaba el carácter de quien la llevaba e indicaba su estatus.

Por tal motivo, el rey Enrique
VIII de Inglaterra
quiso hacer pagar, en el siglo XVI, un impuesto a todo aquel que llevara barba. Sabía que alguno
optaría por afeitársela (sobre todo entre las clases más humildes), pero la
mayoría continuarían luciéndola (aunque les costara dinero), ya que era una
cuestión de orgullo y principios.

Además, con este tributo
por llevar barba
, también se consiguió que esta fuese algo casi exclusivo
de los más pudientes, diferenciándose así de las clases bajas.

Un siglo y medio después la moda cambió totalmente y lo que
se llevaba entonces entre los hombres europeos de cierto rango era el ir bien
afeitados o con minúsculas barbas (como lucir una perilla). El afeitado se
empezó a considerar como un acto estético, pero también higiénico.

Una moda que no cuajó entre los habitantes masculinos de
Rusia, algo que motivó que el zar Pedro
I el Grande
decidiera tomar cartas en el asunto y, en el año 1698, decidiera
cobrar un impuesto a todo aquel
ciudadano ruso que quisiera dejarse crecer la barba
.

El propósito del zar era europeizar la sociedad rusa y debía
empezar haciendo que sus súbditos imitaran las modas y costumbres del resto del
continente. Eso sí, estaban exentos del
pago de dicho tributo los sacerdotes ortodoxos y los campesinos
. El resto
de ciudadanos deberían pagar si querían lucir una barba. Una vez abonado el
impuesto, se les entregaba una especie de chapa que deberían lucir en la solapa
de sus abrigos.

Estos han sido tan solo tres ejemplos de la larga lista de impuestos
extraños o absurdos que se han ido aplicando a lo largo de la historia. En un
próximo post os traeré unos cuantos más.

Fuente de la imagen: Wikimedia
commons

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