El lado sensible y desconocido de los dictadores

Fueron capaces de cometer las atrocidades más repulsivas que se podían imaginar. Han aniquilado a millones de personas, cometido genocidios, firmado sentencias de muerte sin que les temblara el pulso y sin embargo en su intimidad se mostraban sensibles y amorosos con sus personas más íntimas y cercanas.

Es difícil imaginar como genocidas como Hitler o Stalin pudiesen tener sentimientos nobles hacia otros seres humanos, pero la historia nos ha enseñado que, incluso en el más cruel y despiadado de los asesinos, en cuestión de sentir amor por los suyos también estaban dotados de un corazoncito.

Cuesta imaginarse a Adolf Hitler suspirando de amor o sentirse atormentado porque no era correspondido su amor secreto de juventud. O qué palabras dulces y tiernas le diría al oído de Eva Braun, la mujer que compartió sus últimos años de vida y le acompañó en la decisión de suicidarse el 30 de abril de 1945.

Hitler había sido capaz de acabar con la vida de millones de judíos, sólo por el hecho de profesar una religión diferente a la de él y sin embargo podía sentir devoción y amor hacia sus perros, sobre todo por Blondi, un pastor alemán que le regaló Martin Bormann.

También cabe destacar la relación de amor/desamor que mantuvo Josef Stalin con Nadezhda, la que fue su segunda mujer y a la que conoció siendo ésta una niña. El líder bolchevique era 23 años mayor que ella, pero la fuerte personalidad de la joven lo encandiló, enamorándose perdidamente de ella.

A pesar de la devoción mutua que sentían, eran comunes las discusiones entre ambos, aunque después el uno idolatraba al otro y se enviaban cartas cuando uno de los dos estaba fuera de la ciudad.

Durante el noviazgo, Josef le había escrito largas y apasionadas cartas declarando su amor eterno a Nadezhda, pero una vez ya casados, Stalin era escueto en sus mensajes escritos a su esposa y dejaba para la intimidad del hogar sus palabras más románticas.

Otro de esos dictadores que llenaron sus manos de sangre fue Benito Mussolini, gran amante de los caballos y que se enamoró perdidamente durante su juventud de una mujer a la que años más tarde hizo desaparecer incapacitándola; su nombre era Ida Irene Dalser.

Ambos mantuvieron un apasionado romance de juventud en el que se intercambiaron cartas llenas de pasión, amor y lujuria, firmando en alguna ocasión como ‘amante salvaje’.

Eran tiempos en el que el líder fascista todavía no se había introducido en la vida política y a pesar de su interés por ésta, sus pensamientos estaban con su querida Ida y el hijo que habían tenido juntos. A pesar de que no existe documento acreditativo, la mayoría de historiadores afirman que ambos contrajeron matrimonio.

Tras la Primera Guerra Mundial, la carrera política de Mussolini despegó y tal y como le llegó el poder se le fue el amor que sentía por Ida, haciendo que sus hombres de confianza hicieran desaparecer toda prueba que evidenciase cualquier tipo de relación entre ambos y mandó ingresarla en una institución mental.

Tres hombres que amaron mucho, pero que también generaron mucho odio y que son solo un minúsculo ejemplo de los centenares de dictadores que ha habido a lo largo de la historia y quienes también han tenido un lado sensible y desconocido para la mayoría de los mortales.

A raíz de un apunte encontrado en cnnespanol