La recepción de la Primera Dama a una afroamericana en la Casa Blanca que causó un revuelo político y social

En marzo de 1929, Oscar Stanton De Priest se convirtió en congresista en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, siendo el primer afroamericano en conseguirlo desde que, en 1901, George Henry White dejase su puesto en el Congreso. A pesar de que en las instituciones públicas y políticas del país se iba dando pequeños pasos para acabar con el segregacionismo, estos eran insuficientes y el hecho de que en las últimas tres décadas, desde que se había iniciado el siglo XX, tan solo un representante hubiese podido acceder a ese cargo político ya era un claro indicio de que quedaba mucho camino por recorrer.

Coincidiendo con la elección de nuevos congresistas y la toma de posesión del nuevo presidente de la nación, Herbert Hoover, (que en aquel tiempo tenía lugar el 4 de marzo), la Primera Dama, Lou Henry Hoover, se encargó de ser la anfitriona de unos encuentros en la Casa Blanca en los que se invitaba a tomar el té a las personalidades políticas y de la sociedad estadounidense más importantes (embajadores, representantes sociales y culturales y a las esposas de los congresistas y senadores).

Esta recepción se realizaba a las cuatro de la tarde y la primera, desde la toma de posesión de su esposo, tuvo lugar el lunes 27 de mayo, en el que asistieron los miembros de gabinete de gobierno, así como los representantes de la Corte Suprema y los líderes de las Cámara de Representantes (todos ellos acompañados de sus respectivas esposas).

En las siguientes recepciones tan solo asistirían las mujeres de los congresistas, pero en lugar de hacerlo en una sola vez, se iría convocando en diferentes días en grupos más reducidos y por orden alfabético del apellido.

El 28 de mayo se realizó la recepción de té para las apellidadas con la A y la B y al día siguiente se convocó a las de la C y la D; y así sucesivamente.

Pero en la reunión del 29 de mayo (que correspondía a la letra D) hubo una destacada ausencia (y que nadie echo de menos), la de la señora Jessie De Priest, esposa del congresista afroamericano que no había sido invitada para tomar el té.

A pesar de este desaire, por parte de la Primera Dama, el matrimonio De Priest trató no hacer ningún escándalo sobre el asunto, aunque sí se realizó una consulta privada a la oficina de la esposa del presidente sobre el motivo de no haber hecho una invitación como al resto de esposas de los congresistas.

La Primera Dama, Lou Henry Hoover, había contemplado desde un primer momento invitar a la señora De Priest, pero desde su propia oficina y la de su esposo se había estado buscando un momento idóneo para realizar tal invitación, debido a que la inmensa mayoría de esposas de los representantes políticos del país habían dejado entrever su malestar en caso de coincidir en un mismo evento social con una mujer afroamericana.

La solución fue invitar a Jessie De Priest en una recepción de té más íntima (tan solo de 14 personas en lugar del centenar que solía acudir) y esta tuvo lugar el miércoles 12 de junio, remitiéndole unos días antes la invitación oficial y acudiendo a la misma, sin ningún tipo de reparo ni reproche, la esposa del congresista.

Pero a pesar de haberlo hacho de un modo especial y diferente (y con personas invitadas a las que no importó la presencia de Jessie De Priest), se desencadenó un conflicto político y social en el país, publicándose en la prensa incendiarios artículos en los que se criticaba abiertamente que una mujer negra hubiese asistido a un acto en el que se daba el mismo trato que a las asistentes caucásicas.

En aquel aluvión de reproches y críticas contra el presidente Hoover y la Primera Dama, hubo quien se atrevió a publicar el siguiente titular: ‘La constitución garantiza la igualdad política, pero nunca ha garantizado ni defendido igualdad social con la raza negra’.

Desde la Casa Blanca, la oficina presidencial emitió un comunicado por el cual se indicaba que ‘las recepciones de té realizadas por la Primera Dama no eran de carácter social sino político, por lo que no se podía señalar que la administración Hoover defendía la igualdad social entre blancos y negros’, un desafortunado comentario pero que sirvió para bajar la intensidad en el enfado del sector más racista del país.

Pero hubo otro acto, esta vez protagonizado por Oscar Stanton De Priest, que echó más leña al fuego y provocó numerosas protestas. El congresista, aprovechando la recepción en la que fue invitada su esposa, realizó unas declaraciones en las que se alegraba que desde la institución presidencial se tendiesen puentes hacia la igualdad social entre personas de distinto color de piel. También recordó que otros presidentes habían invitado a la Casa Blanca en otras ocasiones a representantes sociales y diplomáticos afroamericanos.

También aprovechó, Oscar Stanton De Priest, para realizar un evento en el que congregó a un gran número de personas (tanto afroamericanas como blancas) con la intención de recaudar fondos para la causa negra, obteniendo una buena recaudación, aunque este acto fue duramente criticado por los sectores más racistas del país.

El asunto de la invitación a una mujer negra la recepción del té de la Primera Dama estuvo coleando durante unos meses, pero la llegada de la grave crisis que azotó al país y provocó la caída de la bolsa (el famoso crack del 29), hizo que el interés se desviara hacia los asuntos económicos, terminando su única legislatura, Herbert Hoover, como uno de los peores presidentes que ha habido en los Estados Unidos.

Fuentes de consulta y de las imágenes: whitehousehistory/ npr/ Wikimedia commons/ archives.gov (pdf)

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