La disputa entre dos equipos rivales de carreras de carros que estuvo a punto de acabar con el Imperio Bizantino

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En el año 532, dos siglos después de crearse el Imperio Bizantino
como parte en Oriente del Imperio Romano,
tuvo lugar un curioso hecho que estuvo a punto de hacer tambalear el reinado
del emperador Justiniano I.

Por aquel entonces el evento deportivo por antonomasia eran
las carreras de carros. Una
tradición que llevaba varios siglos celebrándose y que alcanzó tanta fama que
acabó relegando a un segundo puesto la popularidad de los combates entre gladiadores.

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Si tuviéramos que medir el impacto que tenía entre los seguidores
podríamos perfectamente compararla con la afición que existe actualmente hacia
el fútbol.

El hipódromo
de Constantinopla
, capital del imperio
y considerada en su época como la metrópoli más grande del mundo, fue
durante los siglos V y VI el centro social de la ciudad, reuniéndose en aquel
lugar varias decenas de miles de ciudadanos que disfrutaban de largas jornadas
de carreras.

Dichas carreras de carros eran disputadas por varios aurigas (nombre que recibían
los conductores de los carros) y se dividían en dos equipos que eran
distinguidos por el color de las ropas que vestían: los ‘verdes’ y los ‘azules’.

Era tal la rivalidad que existía entre ambos equipos que,
como si de un derbi futbolístico de hoy en día se tratara, sus aficiones
estaban enfrentadas y se odiaban a muerte. Esto propició que fueran numerosas
las ocasiones en las que los enfrentamientos entre aficionados se llegara a las
manos e incluso provocara varias decenas de muertes cada vez que tenía lugar
una de esas carreras.

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Pero por aquel entonces no solo les separaba o enfrentaba los
colores de sus respectivos equipos, sino que el trasfondo era político, social
y religioso: los aficionados azules eran mayoritariamente personas
pertenecientes a la aristocracia y que profesaban la fe cristiana, mientras los
verdes era formado por pequeños burgueses y comerciantes que creían en el ‘monofisismo’ (creencia que
sostiene que Jesús tan sólo está presente en la naturaleza divina y no en la
humana).

El 13 de enero del 532 la rivalidad entre ambos bandos era
máxima. La última carrera de caballos se había saldado con un elevado número de
fallecidos y varios los detenidos. Los aficionados acudieron al hipódromo de Constantinopla en medio
de una gran tensión, motivo por el que Justiniano I ordenó
aumentar la seguridad y reprimir cualquier altercado que se produjera.

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El hipódromo se encontraba junto al palacio del emperador y
éste, para evitar represalias contra él, decidió quedarse en él y presenciar
las carreras desde allí.

Comenzaron a las carreras de carros y los aficionados de
ambos equipos iban gritando sus propias consignas animando unos a los azules y
otros a los verdes. Pero hubo un momento en el que comprendieron que tenían un
enemigo común y este no era otro que el propio Justiniano. Muchos habían sido
los opositores del régimen que aprovecharon aquella crispación para transmitir
consignas políticas contra el emperador.

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Hacia el final del día, cuando ya se llevaban disputadas 22
carreras un clamor popular llamó a asaltar el palacio del emperador, al grito
unísono de ‘¡Niká!’ (cuyo significado
en griego era ‘¡Victoria!’), sitiando los alrededores y provocando numerosos
incendios y desperfectos. Todos

Hasta hacía relativamente poco tiempo, los seguidores azules
habían sido afines a las políticas de Justiniano, pero el emperador no sabía
por qué pero en aquella revuelta se habían unido a la oposición y además
apoyaban a un candidato verde llamado Hipatio y a
quien querían coronar como nuevo emperador.

Justiniano temió por su integridad y estuvo a punto de huir,
algo que evitó su esposa que lo convenció para que diera un golpe de efecto
maestro: cogió a un hombre de su confianza (un eunuco llamado Narses y le dio junto a un
bolsa conteniendo monedas de oro unas instrucciones, debía repartirlas entre
los líderes de los azules con la condición de que éstos abandonaran la
revuelta.

Y así lo hizo. Les convenció de que Justiniano siempre les
había apoyado y que el supuesto líder que querían nombrar nuevo emperador
(Hipatio) era un verde, o lo que era lo mismo, un representante del equipo
enemigo.

Tras abandonar los líderes de los azules el hipódromo de
Constantinopla y ante la perplejidad de los rebeldes verdes, Justiniano mandó
asaltar aquel lugar a su ejército, provocando una auténtica masacre que acabó
con la vida de alrededor de treinta mil personas.

Así fue como se puso fin a la conocida como revuelta de Niká, que comenzó por una disputa
entre dos equipos rivales de carreras de carros y que estuvo a punto de acabar
con el Imperio Bizantino de Justiniano I.

Fuentes de las imágenes: Wikimedia
commons

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