Iván VI, el zar ruso que pasó toda la vida encerrado en una prisión

Sabido es que la realidad, muy a menudo, supera la ficción.
El relato que os traigo hoy al blog Cuaderno de Historias podría haber nacido
de la imaginación de cualquier dramaturgo por lo rocambolesca e increíble que
fue, pero ocurrió realmente, a pesar de que muchos de los hechos no se conocen
con exactitud y muy probablemente haya algo de ficción en ello.

De todos modos lo ocurrido a Iván Antónovich, quien se pasó toda la vida encerrado en una celda
(desde los 15 meses de edad hasta que falleció a punto de cumplir los 24 años)
es digno de una entrada y en esta historia incluso podremos encontrar muchas
similitudes con el famoso personaje de ‘el
hombre
de la máscara de hierro’

del que la literatura francesa (sobre todo Alejandro Dumas) escribió.

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Iván Antónovich nació en San Petersburgo el 23 de agosto de
1740 y tan solo tenía dos meses de vida cuando fue proclamado como Zar de Rusia bajo el nombre de Iván VI, aunque fue su madre, Ana Leopóldovna, quien tomó la regencia.
Apenas trece meses después (diciembre de 1741) su tía-abuela Isabel Petrovna (hija de Pedro el Grande) encabezó una revuelta
política en Rusia, proclamándose emperatriz del imperio Ruso y mandando apresar
al pequeño zar y a toda su familia directa.

Iván VI, con tan solo 15 meses de edad, fue separado de su
familia y aislado en una celda. La zarina Isabel I ordenó que el pequeño preso
no mantuviera contacto alguno con pariente alguno, además de hacer que los
carceleros que debían custodiarlo desconocieran su verdadera identidad y, por
tanto, no supieran que se trataba del depuesto Zar de Rusia.

Varias fueron las prisiones por las que pasó a lo largo de
los veintidós años en los que permaneció encerrado y nulo el contacto que Iván
mantuvo con el exterior. A pesar de la prohibición, alguno de los guardianes que
lo custodiaban le proporcionó algo de lectura (lo que no explican los cronistas
de la época es cómo llegó a aprender a leer, si cuando fue encerrado apenas
sabía ni tan siquiera hablar).

La zarina Isabel I no quería que se asesinara a Iván pero
tampoco podía permitir que quedara en libertad (a pesar de que muchos eran
quienes le pedían que lo soltase y enviara, junto a su familia, al exilio),
pero temía que si quedaba libre pudiese encabezar alguna revuelta (aquella
época fue conocida como ‘la Era de los golpes de palacio’ de las veces que
cambió el poder a base de insurrecciones).

En enero de 1762 Isabel falleció siendo su sucesor el hijo
de ésta, Pedro III. Se dice que el nuevo Zar permitió que la vida en presidió
de Iván mejorara algo, pero el nuevo emperador tan solo duró en el cargo 186,
cuando el 9 de julio su propia esposa (Catalina II) encabezó una revuelta junto
a su amante y depuso a su marido, falleciendo poco después (supuestamente asesinado
por estrangulamiento).

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La nueva zarina Catalina la grande volvió a ser inflexible
con el preso Iván, a pesar de visitarlo en cierta ocasión y comprobar que sus
facultades mentales estaban bastante deterioradas no quiso ceder a liberarlo. Esto
molestó a parte de la población, fieles a Antónovich, organizándose un complot
para acceder a la prisión donde estaba encerrado liberarlo y alzarlo de nuevo
al puesto de emperador que le correspondía.

En plan fue urdido por el militar Vasili Miróvich quien en
la noche del 5 de julio de 1764 se presentó con un grupo de soldados en la fortaleza
de Shlisselburg intentando liberar a Iván VI. Pero los carceleros tenían
instrucciones muy claras de Catalina: mantener con vida al reo pero en caso de
que quiera escapar o alguien intentase liberarlo debían matarlo.

Y así lo hicieron. Iván Antónovich fue asesinado aquella
misma noche tras haber pasado toda su existencia encerrado (exceptuando los
primeros quince meses de vida).

Fuente de la imagen: Wikimedia
commons

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