El médico que se enamoró de una paciente, secuestró su cadáver y convivió con ella durante 7 años

Muchas son las historias
extrañas y sórdidas
de las que he escrito en este blog desde que lo inicié
en el año 2011, pero la que hoy os traigo creo que, en caso de hacer un
ranking, podríamos situarla en el top ten de ellas.

El protagonista fue un médico de origen alemán llamado Carl Tanzler von Cosel, descendiente de
una acomodada familia venida a menos durante los duros años de crisis
(económica y política) de la República de Weimar y que en 1927 (cuando contaba
50 años de edad) decidió emigrar hacia Estados Unidos y empezar una nueva vida.

Carl Tanzler von Cosel siempre había sido un tipo excéntrico
y con algunas ideas que se podrían calificar como peculiares, aunque siempre
destacó por ser un buen profesional de la medicina y más concretamente en el
campo de la radiología, en el que se había especializado.

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Aunque estaba casado y tenía dos hijas, poco tiempo después de
llegar a EEUU decidió abandonarlas y trasladarse a vivir en soledad a Cayo
Hueso (Florida) donde fue contratado en
el U.S. Marine Hospital
donde compaginó su trabajo como radiólogo con sus
peculiares aficiones, como inventar aparatos, restaurar cosas viejas e incluso
remodelar un viejo avión militar abandonado y que durante un tiempo llegó
incluso a convertir en su propio hogar.

A pesar de ser un centro médico militar, en el hospital también
se atendía a pacientes civiles (evidentemente, que pagaban importantes minutas)
y hasta allí llegó el 22 de abril de 1930 un adinerado matrimonio cubano
(afincado en Florida) al que acompañaba su hija, de 20 años de edad, Elena Milagro de Hoyos, aquejada de
tuberculosis y a quien todos los médicos que la habían visitado la habían desahuciado.

Pero von Cosel tras ver a la joven quedó prendado de ella y
su frágil mente comenzó a imaginar que era la mujer de su vida y con la que había
soñado desde que era un niño… y es que resulta que el médico había tenido a lo
largo de su vida varios sueños recurrentes en los que se le aparecía una antepasada
y le mostraba el retrato de una mujer que él identificó con Elena en el momento
que la vio por primera vez.

Se volcó en el cuidado de la muchacha, invirtiendo gran
parte de su capital en nuevos aparatos e incluso trasladándose a vivir durante
un tiempo al domicilio del matrimonio Milagro-de Hoyos con el fin de estar más
cerca de ella y darle todos los cuidados posibles.

Pero la enfermedad ya estaba muy avanzada y Elena falleció
el 25 de octubre de 1931, quedando von Cosel sumido en el dolor, debido a que
estaba perdidamente enamorado de ella.

Se ofreció a pagar todos los gastos del funeral e incluso diseñó
un mausoleo en el que el cuerpo de Elena
sería enterrado. Lo que desconocía la familia era que en dicho sepulcro había colocado
una serie de conductos con los que suministraría compuestos químicos al cadáver
(como el formol) con el fin de conservar el cuerpo en perfecto estado.

Tras el entierro de la joven, von Cosel la visitaba a diario
y pasaba numerosas horas junto al féretro. Escuchaba la voz de su amada (en su
cabeza, evidentemente) y estaba convencido de que no estaba muerta. Incluso
mantenía largas conversaciones con ella, siendo respondido -tal y como lo
explicó el médico años después a través de sus memorias publicadas en un libro-
y en una de esas muchas charlas que mantuvo con su amada ésta le rogó que la
sacara de allí y la llevase a vivir con él.

En pleno delirio, en abril de 1933, secuestró el cadáver de Elena
y lo trasladó hasta el viejo avión que años atrás había restaurado y convirtió
aquel lugar en su nido de amor y donde convivió a lo largo de siete años.

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Las idas y venidas misteriosas de von Cosel hicieron
sospechar a algunos vecinos que empezaron a rumorear sobre lo que hacía y a quién
tenía, llegando a oídos de la hermana menor de Elena, denunciándolo ante las
autoridades.

La policía visitó el avión encontrando en él el cuerpo
momificado de la joven (fallecida nueve años antes) y procedieron a detener a Carl
Tanzler von Cosel. La prensa se hizo eco de la noticia y miles fueron los
curiosos que se acercaron hasta aquel lugar. Fue tanta la popularidad que incluso
se permitió la entrada en la funeraria donde se había depositado
provisionalmente el cuerpo Elena (se calcula que alrededor de seis mil personas
lo visitaron).

Sorprendentemente la historia de amor del viejo médico y el
cadáver llegó a calar muy hondo en la población, siendo muchas las personas que
dieron su apoyo e incluso llegando a pagarle la fianza.

Tras examinar los restos de Elena, el forense dictaminó no
encontrar evidencia alguna de que von Cosel hubiera practicado la necrofilia y
que el cadáver se encontraba en una perfecta conservación gracias al cuidado y
mimo que había puesto el médico (quien a lo largo de los siete años restauró
con diferentes productos para que siempre presentara un impecable estado).

A pesar de contar con la oposición de la familia Milagro-de
Hoyos, el tribunal decidió dejar en libertad al médico, quien unos años después
se trasladaría a vivir a otra población de Florida (Pasco County) y en donde escribiría
el mencionado libro de memorias.

Carl Tanzler von Cosel falleció en 1952 (a la edad de 75
años) y su cuerpo fue encontrado abrazado a un maniquí realizado en cera y cuya
cara era idéntica a la de Elena Milagro de Hoyos (posiblemente realizada con la
máscara mortuoria).

Fuentes de consulta e imágenes: crimelibrary
/ kurioso / mentalfloss
/ Wikimedia
commons

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