Hasta bien entrado el siglo XIX Nueva York fue custodiada por milicias
urbanas (compuestas en su mayoría por miembros del ejército, jubilados y
desempleados) que se encargaban de patrullar algunos barrios con el fin de mantener
el orden y vigilar que no se produjeran altercados ni crímenes.
Pero estos eran insuficientes para abarcar la vigilancia de una
ciudad que crecía a un ritmo vertiginoso, habiendo lugares en los que el caos y
el libertinaje estaban a la orden del día.
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A principios de la década de 1840, el considerable aumento
de actos delictivos y violencia callejera motivaron a George Washington Matsell a tomar la determinación de crear una
patrulla urbana compuesta por ciudadanos realmente bien preparados para vigilar
cualquier punto de la ciudad, sin olvidarse de ningún barrio.
La profesión de Matsell era la de librero y disponía de un
gran número de obras con las que se documentó a la perfección a la hora de organizar
los grupos de vigilancia.
A lo largo de los siguientes años logró reunir a cerca de un
millar de hombres a los que formó y organizó en grupos de dos o tres ‘agentes’
y que patrullaban por prácticamente toda la ciudad, reduciéndose
considerablemente los delitos.
Su propio local sirvió de lugar de reunión y con el tiempo
aquella librería se convertía en una comisaría, tras recibir los oportunos
permisos por parte de las autoridades municipales que vieron sorprendidas cómo las
patrullas vecinales organizadas por Matsell habían conseguido establecer el
orden.
Esto hizo que la mayoría de delincuentes fueran abandonando
el centro de Manhattan y decidieran ir a delinquir en las zonas limítrofes del
río (East River). Cerca de quinientos eran los llamados ‘piratas del río’ que cometían
sus crímenes.
Ese fue el lugar que se convirtió en el punto más peligroso
y conflictivo de la ciudad. Las patrullas organizadas por Matsell se negaban a
ir hasta allí si no era en un grupo mínimo de seis agentes.
A pesar de ello se consiguieron unos excelentes resultados,
hasta tal punto que esta patrulla urbana fue aprobada oficialmente y constituida
como el primer cuerpo policial de la ciudad de Nueva York y George Washington
Matsell nombrado superintendente.
A mediados de la década de 1850 el cambio de política
municipal provocó que otras personas quisieran controlar el estamento policial creándose
un cuerpo paralelo (llamado Policía
Metropolitana y contrario al nuevo alcalde), lo que provocó cierta
descoordinación a la hora de patrullar las calles (delimitándose el radio de
acción de cada grupo de vigilancia) y, sobre todo, continuas disputas entre
quienes lideraban.
En el trasfondo del asunto estaban los intereses del nuevo edil,
Fernando Wood, y un grupo de afines
(entre los que se encontraba Matsell). El alcalde ordenó disolver el nuevo
cuerpo policial y el caso fue llevado por éstos ante la justicia.
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En 1857 la Corte Suprema reconoció la constitucionalidad de
la nueva Policía Metropolitana, por lo que autorizó a que ésta pudiese llevar a
cabo las labores de vigilancia y patrulla en la ciudad de Nueva York.
Esta decisión judicial y la disputa por controlar ambos
cuerpos originaron lo que se conocería como ‘la gran revuelta policial’ que
tuvo lugar el 16 de junio de ese mismo año y en el que se produjo una auténtica
batalla campal en la que participaron agentes de ambas policías.
Cabe destacar que los agentes de la Policía Metropolitana
acusaron al alcalde Fernando Wood de ser el principal responsable de la
revuelta policial, por lo que acudieron al ayuntamiento y lo arrestaron.
Evidentemente, el edil salió poco rato después y volvió a su oficina.
Este choque de intereses perjudicó seriamente, durante los
siguientes tres meses, a Nueva York, aumentando el número de delitos ante la
descoordinación policial. Delincuentes que eran detenidos por los municipales
eran puestos en libertad pocas horas después por los metropolitanos y a la
inversa, llevando el caos a la ciudad durante un buen tiempo. Hacia finales de
aquel año el asunto empezó a arreglarse y la calma y normalidad llegaron a las
calles neoyorquinas.
Por su parte George Washington Matsell alcanzó mucho poder
dentro de estamento policial, aunque decidió quedarse en un segundo plano
durante un tiempo, el cual aprovechó para escribir y publicar (en 1859) un útil libro sobre la jerga (vocabulario)
utilizado por los delincuentes.
Fuentes de las imágenes: ephemeralnewyork
/ archive.org / Wikimedia
commons
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