La vida, en más de una ocasión, nos depara algún momento inesperado cuyas consecuencias nos hacen pasar por un mal trago, como si de una pesada y macabra broma del destino se tratara. Se lo pueden preguntar al matrimonio formado por Ken Campbell y Nicole Sauve, quienes hace unas pocas semanas ni se imaginaban que acabarían siendo los protagonistas de un artículo publicado en el periódico local de Sarnia (en la provincia de Ontario, Canadá).
El señor Cambell tuvo la brillante idea de construir una valla alrededor del patio trasero de su casa. Para ello se puso a cavar, con la intención de fijar el cercado. Entre las piedras y tierra que fue sacando encontró unos huesos, los cuales supuso que serían de algún animal y los dejó sobre la montaña de escombros que había acumulado.
A su esposa, tras ver los huesos, le vino un pálpito de que no se trataba de ningún animal, por lo que animó a su marido a seguir excavando más profundamente y comprobar de qué se trataba realmente.
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Y Nicole Sauve estaba en lo cierto. No eran los restos de ningún animal, sino que se trataba de un esqueleto humano. El desconcierto del matrimonio fue descomunal, pero tenían muy claro qué era lo que debían hacer: avisar a las autoridades locales.
Pero para cuando lo hicieron la policía de Sarnia ya estaba avisada del sorprendente hallazgo de los Cambell, gracias a las múltiples cámaras callejeras que tiene instaladas el consistorio por toda la ciudad, alguna de las cuales enfocaba directamente al patio del matrimonio.
Se acordonó toda la zona y se avisó al antropólogo forense Michael Spence, quien debía analizar e investigar sobre el origen de los restos humanos encontrados por Ken y Nicole.
Tras los oportunos exámenes, Michael Spence concluyó que el esqueleto pertenecía a una mujer, de una edad aproximada a los 24 años y que debió pertenecer a la tribu de indios aborígenes ojibwa, uno de los pueblos nativos más grandes de Norteamérica y que tuvieron una importante reserva en toda la zona de Ontario.
Se le asignó una antigüedad aproximada de 400 años, calculando que la india aborigen habría sido enterrada hacia finales del siglo XVI o principios del XVII. La evaluación dentaria hizo determinar que se trataba de una miembro perteneciente a un grupo de cazadores-recolectores.
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La mayor sorpresa para el matrimonio Campbell-Sauve llegó cuando recibieron una factura por parte del Registro de Cementerios la cual ascendía a 5.000 dólares, ya que según estipula la ley de la Provincia de Ontario, los propietarios son los responsables de pagar todos los gastos que genere una investigación policial, pericial o arqueológica que se encuentre dentro de un terreno de privado, por lo que Ken y Nicole debían pagar esa astronómica cifra por el trabajo realizado por el arqueólogo Michael Spence.
Evidentemente, el matrimonio ha hecho llegar al consistorio su malestar por tal decisión y desde alguna plataforma ciudadana (apoyada por el diario local The Star) se está haciendo una colecta voluntaria para ayudar a sufragar este inesperado e injusto pago, mientras están a la espera de que las autoridades de Ontario lo reconsideren y les sea perdonada dicha deuda.
Son muchos los ciudadanos de la zona que se han declarado indignados por el caso que, de encontrar en alguna ocasión unos restos humanos enterrados en sus jardines, volverían a echar la tierra por encima sin avisar a las autoridades.
Fuentes: Yahoo! News / The Star