El plan estadounidense para tatuar a los ciudadanos su grupo sanguíneo de cara a un posible desastre nuclear

En 1950, un lustro después de haber finalizado la Segunda
Guerra Mundial, se iniciaba la Guerra de
Corea
, otro importante y sanguinario conflicto
bélico
que fue determinante para dividir el planeta en dos bloques y hacer
mucho más evidente la tensión entre ambas fracciones (el bloque del Este o
comunista encabezado por la Unión
Soviética
y el occidental o capitalista  liderado por Estados Unidos) en la llamada ‘Guerra
Fría’
.

Innumerables fueron las ocasiones en las que se vivieron
momentos de incertidumbre que desembocaban en la creencia de que el planeta estaba a un paso de sufrir un
desastre nuclear
, debido al empeño de las grandes potencias en tener un
gran arsenal de armamento atómico.

Las autoridades estadounidenses estaban convencidas de que
en cualquier momento podría desencadenarse el temido ‘holocausto nuclear’ y se crearon una serie de planes y protocolos
para que no les pillase desprevenidos.

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Durante la IIGM el país ya había experimentado lo que era
quedarse sin suficientes reservas de sangre para transfusiones y el conflicto
bélico en Corea volvió a dejar prácticamente a cero la provisión sanguínea, por
lo que se ideó un plan para que, en caso de necesidad o desastre nuclear, poder
tener a disposición de los servicios de emergencia el mayor número posible de
donantes.

Por tal motivo se
lanzó una campaña en la que censar sanguíneamente al mayor número de ciudadanos
estadounidenses
, para saber qué tipo de sangre tenía cada uno y así poder
contactar con aquellos necesarios en un momento dado.

Pero se planteaba otro hipotético problema ¿qué pasaría si
durante un desastre bélico o nuclear las fichas de los posibles donantes
quedasen destruidas? ¿cómo sabrían de una manera rápida qué tipo de sangre
tenía cada persona?

Andrew Conway Ivy
fue designado para poner en marcha dicho plan y buscar las pertinentes
respuestas a esas preguntas. Estaba considerado como uno de los mejores fisiólogos
de EEUU y, además, había sido uno de los especialistas que participaron en el
conocido como ‘Juicio médico de
Nuremberg’
, tras finalizar la IIGM (entre el 9 de diciembre de 1946 y el 20
de agosto de 1947), en el que se juzgó a los médicos nazis acusados de cometer
crímenes de lesa humanidad y experimentar científicamente con millones de
personas inocentes.

Ivy se puso manos a la obra, para solucionar el problema del
censo sanguíneo, en julio de 1950, coordinando todo el plan desde la sociedad
Médica de Chicago. Recordó que durante el mencionado juicio a los médicos nazis
le llamó la atención que un gran número
de soldados de la wehrmacht llevaban un pequeño tatuaje en la parte interior
del brazo izquierdo
con el tipo de sangre al que correspondían: A, B, AB y
0.

Este detalle fue lo que le dio la solución a las preguntas
planteadas. Se podía saber de inmediato y en caso de necesidad a qué grupo
sanguíneo pertenecía cada ciudadano estadounidense si éstos lo llevaban tatuado.

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Fue entonces cuando puso en marcha lo que se conoció como ‘Operation Tat-Type’ y que consistiría
en ir convocando a la ciudadanía (en grupos, por zonas geográficas, edades,
etc), realizarles un análisis (mediante un pequeño pinchazo en el dedo) y
determinando qué tipo de sangre tenían, para posteriormente tatuárselo en el
costado izquierdo del torso (a la altura de las costillas). Incluso se llegó a
pensar que podría ser factible tatuar junto al tipo de sangre el número de la
seguridad social, pero esto último fue totalmente desestimado.

Inicialmente se haría una prueba piloto con voluntarios
adultos, pero también se decidió que se haría de forma obligatoria a niños y
niñas de preescolar y educación primaria de varias escuelas de diferentes
poblaciones de Indiana (Estado en el que se empezó a probar), además de tatuar a
bebés recién nacidos (cuando tenían apenas una hora de vida). Uno de los primeros
lugares donde se puso en marcha fue en el Condado de Lake (Indiana) donde en
tan solo un año se consiguió convencer, censar y tatuar a alrededor de 15.000
personas.

Pero a pesar de que el planteamiento de la operación ‘Tat-Type’ contaba con el respaldo
gubernamental y científico, no terminó de triunfar entre la población, ya que
innumerables fueron los ciudadanos que se negaban a ser marcados con tinta de
forma permanente.

Para 1955 se calculó que tan solo 60.000 personas portaban
un tatuaje en el que se indicaba a qué grupo sanguíneo pertenecían, lo que
llevó a que poco a poco el plan se fuera diluyendo y acabase siendo abandonado
ante el evidente fracaso del proyecto.

Fuentes de consulta e imágenes: thevintagenews
/ mentalfloss
/ washingtonpost
/ hemeroteca Des Moines
Tribune (newspapers)
/ conelrad
/ 99percentinvisible/
hemeroteca The Times Sun
(newspapers)

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