Eduardo VIII fue
un rey efímero en el Reino Unido. Fue
coronado tras el fallecimiento de su padre (el rey Jorge V) en enero de 1936 y abdicó a la Corona Británica en diciembre de aquel mismo año, presionado por su
propio hermano y entorno más próximo debido a la relación sentimental que
mantenía con la estadounidense Wallis
Simpson, divorciada en dos ocasiones, y que había causado un gran revuelo
en la encorsetada monarquía británica.
El hecho de que le propusiera matrimonio (con quien se casó
en junio de 1937, medio año después de haber abdicado) se convirtió en un
monumental escándalo que los ingleses no supieron digerir demasiado bien.
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quería ver muertos]
Se pactó con él y su recién estrenada esposa que se
mantendrían al margen de los asuntos políticos y monárquicos y que la figura de
ambos (que fueron nombrados Duques de
Windsor) sería netamente testimonial.
Pero a pesar de ese acuerdo (que el duque Eduardo firmó a
regañadientes) él decidió por su cuenta tener más protagonismo en la vida de
los británicos que la que el nuevo rey (su hermano Jorge VI) le otorgaba.
Eran unos años de transformación política en Europa y gran
parte del planeta y Eduardo quería posicionarse del lado de quienes parecía iba
a decantarse de la balanza. De ahí que decidiera realizar junto a su esposa, en
octubre de 1937, una gira por el continente europeo que incluyó una más que
cordial visita a la Alemania nazi de Adolf
Hitler, quien los trató con todos los honores, ya no solo como Duques de
Windsor sino como si tratara del propio rey británico.
Esas adulaciones, además de las simpatías políticas que
sentía Eduardo hacia el nazismo del Tercer
Reich (básicamente por el anticomunismo que profesaba), hizo que se
sintiera enormemente feliz por el trato recibido.
Cómo los Duques de Windsor se habían convertido en una ‘presencia
incómoda’ dentro del Reino Unido (ya no solo para la Familia Real sino para los
miembros del gobierno conservador dirigido por el Primer Ministro Winston Churchill), el matrimonio
decidió irse a vivir a Francia, pero tras el estallido de la Segunda Guerra
Mundial y la invasión del país galo por parte de Alemania, en mayo de 1940,
Eduardo y Wallis decidieron cambiar de residencia e instalarse en Lisboa (tras
un brevísimo tiempo de paso por España).
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hundir la economía británica]
Durante ese periodo parece ser que en la capital portuguesa personas
afines al Tercer Reich mantuvieron contacto con los Duques de Windsor y así
apareció reflejado en la documentación incautada por espías británicos de
telegramas intercambiados por el ministro de Exteriores alemán, Joachim von
Ribbentrop, y sus
contactos en Lisboa y Madrid.
Dicha información hablaba de un plan trazado por el propio Führer en el que se contemplaba restituir al
duque de Windsor en el trono del Reino Unido como Eduardo VIII y utilizarlo posteriormente
para la causa nacionalsocialista como ‘rey títere’.
Hitler estaba convencido que se haría con el control del Reino
Unido si lanzaba un bombardeo masivo sobre su capital y por tal motivo entre el 7 de octubre de 1940 y el 6 de junio
de 1941 la capital londinense sufrió un devastador ataque de aviones del
ejército alemán que arrojaron sobre la ciudad miles de bombas.
[Relacionado: Mapa interactivo del atroz
bombardeo nazi sobre Londres]
Pero, al contrario de lo que esperaba el Führer, el gobierno
británico no tiró la toalla y se sentó a
negociar una rendición, sino que plantó cara al ataque belicista alemán y creó
unas campañas de concienciación para que los ciudadanos no temieran al enemigo
nazi (de ahí nació el famoso eslogan ‘Keep Calm and Carry On’ que tan de
moda está actualmente).
Lo que tampoco sabía el líder del Tercer Reich era que los
servicios de inteligencia británicos tenían conocimientos del plan nazi para
destronar a Jorge VI y restituir al Duque de Windsor.
A pesar de poseer esa información, Winston Churchill procuró
por todos los medios que no se conociera y ni tan siquiera llegara a oídos de
la Familia Real Británica. Ordenó que al servicio de inteligencia que hiciera
desaparecer todos esos documentos (e incluso pidió encarecidamente al militar estadounidense,
Dwight D. Eisenhower, que no
trascendiera la noticia, debido a que éste estaba al tanto de los planes de
Hitler con el Duque de Windsor).
Aunque el Primer Ministro británico en un principio fue
partidario de hacer desaparecer todas las pruebas sobre el plan de Hitler para
coronar a Eduardo VIII y utilizarlo como una marioneta en sus propósitos de
controlar el Reino Unido, tras finalizar la IIGM se lo pensó mejor y decidió
que debía guardarse, aunque como un documento reservado, para que los historiadores
del futuro pudieran conocer todos estos hechos.
Dichos documentos han sido desclasificados recientemente.
Fuentes de consulta e imágenes: telegraph
/ theguardian
/ thetimes
/ nypost
/ Wikimedia commons / Hemeroteca gallica.bnf.fr
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