El mediocre y corrupto oftalmólogo que consiguió convertirse en médico personal del papa Pio XII

El 2 de marzo de 1939, tras solo un día de deliberación y tres votaciones, el cónclave del vaticano escogía al cardenal Eugenio Pacelli como nuevo papa en sustitución de Pio XI, fallecido tres semanas antes.

Pacelli no era un desconocido para el resto de cardenales, debido a que hasta aquella fecha había estado ejerciendo los cargos de Secretario de Estado del Vaticano, desde 1930, y Camarlengo (administrador principal de los bienes y patrimonio de la Santa Sede), desde 1935.

El nuevo papa escogería para su pontificado el nombre de Pio XII, con el que quería expresar una continuidad en el trabajo de su antecesor, quien lo había nombrado para los cargos mencionados en el párrafo anterior. Su perfil era más de gestor político que eclesiástico, algo que vio con buenos ojos la mayoría de cardenales que lo habían escogido para ocupar la silla de San Pedro, sobre todo por los tiempos convulsos que se estaban viviendo en aquellos momentos en Europa tras el vertiginoso ascenso en Italia del fascismo de Benito Mussolini y el nazismo de Adolf Hitler en Alemania (no olvidemos que, seis meses después de su elección, estalló la Segunda Guerra Mundial).

A lo largo de la casi una década que llevaba ejerciendo como Secretario de Estado del Vaticano, Eugenio Pacelli se había ocupado de mediar en innumerables asuntos políticos, entre ellos el ‘Reichskonkordat’, un Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán firmado el 20 de julio de 1933, aunque a menudo se le acusó de haber sido demasiado indulgente con el nazismo y fascismo.

Tal y como ascendió hasta lo puestos más importantes del organigrama vaticano, el cardenal Pacelli se rodeó de las personas más afines a él, dándoles un gran e inexplicable poder. Una de ellas fue una religiosa llamada Josephine Lehnert (más conocida como ‘Sor Pascualina’) que se convirtió en su mano derecha y de la que ya hablé en el ‘Cuaderno de Historias’en otro post titulado ‘La monja que mandó en el Vaticano más que el mismísimo papa Pío XII’.

El otro personaje que lo acompañó hasta el final de sus días (el 9 de octubre de 1958) fue Riccardo Galeazzi-Lisi, el oftalmólogo que llevaba varios años atendiendo los problemas oculares de Eugenio Pacelli y que se convirtió a partir de su nombramiento como Pio XII en ‘arquiatra pontificio’(médico oficial del papa).

Riccardo Galeazzi-Lisi nunca había destacado por ser un gran oftalmólogo, siendo más bien mediocre en su ejercicio, pero con una gran influencia política y personal sobre destacadísimos personajes de la época, que se sirvió para abrirle muchas e importantes puertas.

A pesar de haber sido cuestionado en numerosísimas ocasiones por miembros de la propia curia vaticana, Riccardo Galeazzi-Lisi siempre salió airoso de todos aquellos asuntos en los que se le señaló y criticó. Incluso su nombre se vio directamente relacionado con el de Ugo Montagna, miembro de la aristocracia italiana acusado de ganar dinero de forma ilegal gracias al contrabando de estupefacientes, además de ser uno de los posibles asesinos (junto a Piero Piccioni, hijo del viceprimer ministro italiano) de Wilma Montesi, una joven aspirante a actriz, de 23 años de edad, cuyo cuerpo sin vida apareció en una playa cercana a Roma el 11 de abril de 1953 (debido a la falta de suficientes pruebas, los dos acusados fueron absueltos y el caso sigue sin resolver siete décadas después).

A lo largo de su vida, Riccardo Galeazzi-Lisi había demostrado tener muy pocos escrúpulos a la hora de conseguir aquello que se proponía, viéndose salpicado por algún que otro escándalo, del que siempre salía airoso.

A pesar de no tener unas buenas competencias profesionales para asumir el cargo de arquiatra pontificio, Galeazzi-Lisi se mantuvo en el cargo a lo largo de los diecinueve años que duró el pontificado de Pio XII, siendo el momento más nefasto de su ejercicio médico los meses previos al fallecimiento del papa (durante su larga enfermedad y agonía) y tras la muerte de éste.

La corrompida personalidad del oftalmólogo llegó a uno de sus momentos culminantes cuando Pio XII enfermó en 1958 (algunos cronistas indican que a causa de agotamiento físico debido a su intensa agenda de trabajo), teniendo que guardar cama a partir del 5 de octubre, en el que progresivamente y a lo largo de los siguientes cuatro días su salud fue empeorando. Fue en aquellos últimos momentos en la vida del pontífice cuando Riccardo Galeazzi-Lisi, aprovechando la situación de poder encontrarse a solas junto al pontífice, aprovechó para tomarle un gran número de fotografías (mientras éste agonizaba en la cama) y vendérselas a algunos medios de prensa italianos.

Además, pactó con estos el darles la exclusividad sobre el fallecimiento del papa en el momento exacto en el que el deceso se produjera, pactando con los periodistas que la señal sería el abrir la ventana del dormitorio en el momento exacto del fallecimiento. Curiosamente, aquellos días de octubre hizo un inesperado calor y uno de los asistentes papales abrió una de las ventanas de Castel Gandolfo (donde se encontraba pasando sus últimos días Pio XII), publicándose en algunos medios que el papa había fallecido veinticuatro horas antes de producirse realmente la muerte, algo que causó un gran revuelo nacional e internacional.

La venta de las fotografías del pontífice agonizando no fue una de las peores cosas que hizo Riccardo Galeazzi-Lisi en aquellos días, debido a que él mismo se nombró como encargado en dirigir los trabajos de embalsamiento del cuerpo de Pio XII. Para ello contrató los servicios de Oreste Nuzzi, un embalsamador napolitano que decía haber creado un nuevo método de conservación el cual no requería extraer los órganos vitales del cadáver, además de señalar que dicho proceso se realizaría utilizando el mismo sistema de aceites y resinas con el que se supuestamente se había conservado el cuerpo de Jesucristo.

Pero ese novedoso método de embalsamamiento no fue lo eficaz que Riccardo Galeazzi-Lisi y Oreste Nuzzi creían que sería, provocando que el cuerpo estallase y desfigurase a las pocas horas, motivo por el que se tuvo que utilizar una máscara mortuoria (debido a la desfiguración del rostro que presentaba el difunto.

Tras el fallecimiento de Pio XII (el 9 de octubre de 1958), el cardenal Eugène Tisserant (Decano del Colegio Cardenalicio y por tanto quien más poder tiene tras el fallecimiento de un papa y la elección del sucesor) destituyó a Riccardo Galeazzi-Lisi de su cargo de arquiatra pontificio y el pontífice Juan XXIII, ordenó su destierro fuera del Vaticano (única persona a la que se le ha aplicado dicho castigo en toda la historia). También fue expulsado del Colegio de Médicos italiano, no pudiendo ejercer dicha profesión, aunque algunos años más tarde un tribunal le devolvió la licencia para la práctica médica.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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