El prolífico escritor ultraderechista que planeó asesinar a Manuel Azaña

En la edición matinal, del 3 de mayo de 1936, el diario ABC publicaba en su página 41 una escueta y casi desapercibida noticia donde se informaba de la supuesta trama para asesinar un año antes a Manuel Azaña, cuando el político se encontraba en precampaña de cara a las elecciones que se celebrarían el 19 de febrero de 1936 (que darían el triunfo a la coalición de partidos y organizaciones de izquierda, ‘Frente Popular’, por el que se presentaba).

En el momento de publicarse la noticia, Azaña presidía el Consejo de Ministros (y una semana después nombrado Presidente de la II República española), motivo por el que desde la Dirección General de Seguridad (DGS) de la policía se decidió investigar la trama del supuesto atentado planeado para ser llevado a cabo un año antes.

Curiosamente, el máximo responsable de la Oficina de Información DGS en 1935, Vicente Santiago, había recibido noticias de una denuncia que alertaba del plan para atentar contra Azaña en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) donde debía celebrar un mitin, pero el funcionario policial, en lugar de investigar el caso, decidió hacer caso omiso y guardarlo en un cajón.

Pero un año después, tras el triunfo en las urnas del Frente Popular y nombramiento de Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, los servicios de seguridad de la policía decidieron desempolvar la carpeta con el dossier sobre el supuesto atentado y ponerse a investigar.

Dicho intento de asesinato no había podido llevarse a cabo debido a que Azaña no se presentó en el mitin que se debía celebrar en Alcázar de San Juan debido a inclemencias meteorológicas, pudiendo así salvar su vida.

La investigación policial llevó a los miembros de la DGS hasta un viejo conocido, llamado Julián Mauricio Carlavilla del Barrio, como cerebro de la operación, y que hasta un año antes (1935) había pertenecido al cuerpo de policía, siendo expulsado del mismo debido a numerosísimas irregularidades que había cometido en las diferentes comisarías donde había sido destinado durante los catorce años en los que había prestado servicio (entre otras faltas graves estaba un exceso de celo en algunas de sus actuaciones, lucrarse de actividades ilegales como la prostitución o imponer multas arbitrariamente).

Pero, además, Julián Carlavilla (como era comúnmente llamado), en su vida ajena al ejercicio profesional en el cuerpo de policía, tenía un largo historial de actos contrarios a la ideología marxista, convirtiéndole en un peligroso y desestabilizador elemento que podría perjudicar los intereses políticos del recién iniciado gobierno del Frente Popular.

También, durante años había estado infiltrándose en diferentes organizaciones de izquierda obteniendo información con la que, posteriormente, realizar actos criminales contra estos.

Tras el cambio de gobierno y el nombramiento de Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, las prioridades de la Dirección General de Seguridad habían cambiado, recuperando la denuncia recibida un año antes y que había efectuado un exlegionario llamado Carmelo Ruano, quien había formado parte de la trama y que, tras ser expulsado del plan organizado por Julián Carlavilla, decidió denunciarlo frente a las autoridades.

La investigación de dicha trama llevó a la policía a detener a varios cómplices de Carlavilla, pero éste logró huir rumbo a Portugal, donde estuvo escondido hasta el inicio de la Guerra Civil, pocos meses después, en el que se uniría al bando sublevado y recuperaría su plaza dentro de la denominada ‘policía franquista’, en la que siguió cometiendo numerosas irregularidades durante los siguientes años (con el beneplácito de sus superiores).

Para Julián Carlavilla los mayores enemigos de España no solo eran los marxistas o comunistas, sino que también se obsesionó por perseguir y acabar con los judíos, homosexuales o masones. Continuamente veía ‘conspiraciones judeo-masónicas’ en todas partes e incluso, había ocasiones en las que tachaba a una misma persona de ser ‘comunista, antiespañol, judío, masón y sodomita’, todo en una misma frase y se quedaba tan ancho.

Pero es que detrás de la personalidad pública de Julián Carlavilla no solo había múltiples actos delictivos, como el plan de asesinar contra Manuel Azaña; también había tramado atentar contra Diego Martinez Barrio (Presidente de la República de las Cortes o del Consejo de Ministros en diferentes etapas) o Francisco Largo Caballero (diputado, líder del socialismo español y ministro en varias ocasiones, hasta aquel momento). El intento de liberar de prisión a Jose Antonio Primo de Rivera( antes de ser fusilado) o el crear numerosa propaganda subversiva y contraria al Frente Popular desde la Unión Militar Española (UME), también estaban entre sus diversos actos.

Uno de los panfletos propagandísticos anticomunista que se distribuyó desde la UME, gratuitamente para más de cien mil militares, fue una publicación llamada ‘Asesinos de España: marxismo, anarquismo, masonería’ de la que era autor con el pseudónimo de ‘Mauricio Karl’.

Y es que, bajo aquel nombre ficticio (Mauricio Karl) Julián Carlavilla tenía publicada una prolífica obra literaria con la misma temática y en la que destacaban los títulos ‘El comunismo en España’ (1932) o ‘El enemigo, marxismo, anarquismo, masonería’ (1934), de los que se habían vendido miles de ejemplares y sacado varias ediciones.

Hasta la publicación del mencionado artículo en el diario ABC, el 3 de mayo de 1936 (con el que he iniciado este post), la identidad de Mauricio Karl había sido toda una incógnita y pocas eran las personas que imaginaban que tras el escritor de superventas de los últimos años se encontraba un personaje tan infame como Julián Carlavilla.

Parte de esta historia la he conocido gracias a la lectura del interesantísimo libro ‘Historia de la Guerra Civil, sin mitos ni tópicos’ deIsrael Viana y Manuel P. Villatoro, recientemente editado por ‘Ediciones B’ (Penguin Random House).

Fuente de las imágenes: negritasycursivas/ Hemeroteca ABC

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