El médico que salvó la vida a miles de bebés prematuros exhibiéndolos en un parque de atracciones

Según un informe publicado
por la OMS
(Organización Mundial de la Salud) anualmente nacen en todo el
planeta alrededor de 15 millones de niños prematuros (por debajo de las 37
semanas de gestación), lo que supone algo más de un uno por ciento de la
natalidad mundial (solo en Estados Unidos la cifra de estos nacimientos
precoces es de medio millón anuales). Se calcula que el índice de fallecimiento
de bebés prematuros, en todo el
mundo, es de cerca de un millón al año.

Hace poco más de un siglo el número de esos nacimientos
precoces era muy similar a esas cifras, pero el de los fallecimientos entre
prematuros se multiplicaba de manera alarmante (aproximadamente el 70 por
ciento de esos bebés morían) debido a que no existían los métodos científicos
actuales.

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Pero todo cambió a partir de 1897 y en gran parte fue
gracias al cambio de actitud que se produjo en las siguientes cuatro décadas
por parte del colectivo médico.

Hasta entonces la creencia de muchos de los neonatólogos era que un recién nacido
que no había alcanzado las 40 semanas de gestación no tenía apenas
probabilidades de sobrevivir y que de hacerlo sería con algún tipo de discapacidad.

A finales del siglo XIX Martin
Arthur Couney
, un joven médico alemán, quiso demostrar a sus colegas que estaban
equivocados y que era posible salvar a los bebés prematuros, dándoles una larga
vida.

Estaba convencido que teniéndoles vigilados en incubadoras
(que se habían inventado en Francia hacía relativamente poco tiempo pero que no
era de la aprobación de la mayoría de los obstetras y matronas) y
proporcionando a esos bebés cuidados y amor éstos crecerían sanos y felices.

En 1898 el Dr. Couney
emigró a los Estados Unidos, instalándose a vivir en Nueva York donde abrió una
consulta pediátrica. Por aquel entonces los hospitales estadounidenses no
disponían de unidad de neonatología y a aquellos bebés que nacían antes de hora
se les enviaba a casa junto a sus padres, falleciendo la mayoría de esos
pequeños a los pocos días.

Martin Couney disponía de un par de incubadoras que había llevado
desde Europa y decidió adquirir unas cuantas más para poder atender todas las
peticiones que le iban llegando. Pero el coste de las mismas (ya no solo el
adquirirlas, sino el mantenimiento y el personal que se tenía que hacer cargo
de los cuidados) era enorme, por lo que se le ocurrió una idea que parecía
descabellada pero que, al mismo tiempo, podría servir para financiar todo
aquello: exhibir a los pequeños neonatos prematuros en una feria y cobrar la
entrada a los curiosos visitantes.

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En 1903 alquiló una caseta en el parque de atracciones ‘Luna Park’ de Coney Island y allí instaló las incubadoras donde se mostraban a
los pequeños. Fuera había colocado un cartel que ponía ‘Todo el mundo ama a los bebés’ (All the World Loves a Baby) y un
speaker animaba a los visitantes del parque a entrar y echar un vistazo a los
pequeños por el módico precio de 25 centavos.

El precio diario para mantener cada bebé en la incubadora
era de unos 15 dólares (que hoy en día rondarían los 400$) y fue tal el éxito
de convocatoria que cubría de sobras los gastos y se permitió el poder comprar
nuevas incubadoras.

A lo largo de los siguientes cuatro décadas (hasta 1943) la
exhibición de bebés prematuros se convirtió en un lugar de visita obligada para
todo aquel que pasaba por Coney Island.

Se calcula que alrededor de 6.500 fueron los bebés
prematuros que sobrevivieron gracias a los cuidados y métodos de Martin Couney.
A pesar de ello fue muy criticado por una importante parte de sus colegas
quienes lo tachaban como charlatán de feria y ponían en duda sus métodos.

Y cabe destacar que, para llamar la atención de los
visitantes, el Dr. Couney mandaba vestir a los pequeños con ropas que fuesen de
tallas mayores y también les hacía poner el típico lazo rosa o azul (que se
colocaba para indicar si era una niña o un niño) de un tamaño más grande del
habitual. Todo ello hacía que pareciesen más pequeños de lo que realmente eran.

Pero, aparte de esto, el cuidado que se les daba a los bebés
era excelente. Martin Couney contrató a un equipo profesional de médicos y
enfermeras que atendían continuamente a los pequeños.

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El éxito de la exhibición en el parque de atracciones de Coney
Island fue tal que desde otros puntos de los Estados Unidos llamaban al Dr. Couney
para que los exhibiera allí también, embolsándose el médico unos buenos
honorarios.

Eso sí, el médico no cobraba a los padres de los bebés
prematuros por sus servicios. Todos los costes que ocasionaba el tratamiento se
cubrían con las entradas.

A partir de la década de 1940 los hospitales comenzaron a
tener sus propias unidades de neonatología y cada vez era menor el número de
recién nacidos que llegaban hasta el  Dr.
Couney, quien vio en el año 1943 un buen momento para jubilarse (tenía 73 años
de edad. Algunas fuentes indican que incluso alguno más). Falleció en 1950.

 Fuentes de consulta e imágenes: bbc / neonatology / npr
/ historydetectives
(pdf)
/ pbs
/ Wikimedia
commons