El hombre que realizó el impune expolio británico de las obras de arte de la Acrópolis de Atenas

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Cualquier turista que viaje hasta Grecia y realice una visita a la Acrópolis de Atenas podrá comprobar el permanente estado de
reconstrucción de este impresionante conjunto arquitectónico, el cual data del
siglo V a.C. y sufrió numerosísimos destrozos a consecuencia de ataques,
batallas y saqueos que se han realizado de ese lugar a lo largo de la Historia.

Por si no tuvo bastante a lo largo de los siglos (sufriendo
cuantiosos ataques), la Acrópolis de Atenas perdió gran parte de su valiosísimo
patrimonio a través del impune expolio que fue llevado a cabo por Thomas Bruce, un aristócrata británico que
ostentaba, entre otros, el título de 7º conde
de Elgin
, uno de los más importantes del Reino Unido y descendiente de la
nobleza escocesa.

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Thomas Bruce, tras una breve carrera militar de cinco años
(en la que llegó a ser ascendido a General de división) y ser escogido parlamentario
como representante de Escocia, en 1790, inició un año después (a los 25 años de
edad) una fulgurante carrera diplomática que lo llevaron a ser embajador
extraordinario en Austria, Bélgica y Prusia, para ser enviado en noviembre 1799
a Constantinopla (actual Estambul)
como embajador británico en el Imperio
Otomano
.

Por aquella época Grecia se encontraba bajo dominio turco,
por lo que el país heleno era parte del que le tocaba conocer dentro de sus
funciones, algo que le hacia una especial ilusión, debido a que Bruce era un gran amante de la cultura e historia griega.

Llegó a Constantinopla exultante de felicidad y del brazo de
su joven esposa Mary Hamilton (doce años menor que él),
hija de una influyente e importantísima familia también emparentada con la
nobleza escocesa, con quien se había casado en marzo de 1799.

Maravillado por la belleza y arte que todavía estaba en pie
en el Partenón (construcción principal de la Acrópolis de Atenas), Thomas Bruce
solicitó al sultán otomano un
permiso para enviar un grupo de expertos que estudiasen la riqueza artística de
aquel lugar.

El permiso fue concedido, pero parece ser que hubo un cambio
(falsificación) en el documento por parte de los británicos por el cual en
lugar de indicar que era una autorización para estudiar aquellas obras en aquel
lugar ponía que se daba permiso para sacarlas de allí y trasladarlas para su
observación.

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A partir de 1801, trescientos operarios contratados por el conde
de Elgin comenzaron a desmantelar y embalar gran parte del patrimonio artístico
de la acrópolis con intención de ser enviado al Reino Unido en el momento en el
que Thomas Bruce tuviese que regresar a su país.

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Ese momento llegó el 16 de enero de 1803 y los centenares de
cajas conteniendo todas aquellas obras de arte fueron embarcadas rumbo a
Inglaterra (aunque un elevado número de operarios contratados por el conde
siguieron con el expolio y enviándolo al Reino unido durante una década más).

Pero aquellos eran unos años convulsos, en los que los británicos
se encontraban enfrascados en una guerra contra Francia (tras la ruptura del
Tratado de Paz de Amiens firmado un año antes), por lo que Thomas Bruce fue
hecho prisionero de los franceses cuando transitaba hacia Inglaterra. Ese
cautiverio lo mantuvo retenido durante tres años hasta que fue puesto en libertad
en 1806.

Pero en ese periodo de tiempo habían pasado muchas cosas y
casi todas malas para los intereses del conde de Elgin. Por un parte se había
hundido uno de los barcos que trasportaban un gran número de obras de la
acrópolis que no pudieron ser recuperadas hasta varios años después. Algunas viajaron
finalmente hacia las islas británicas pero un gran número de ellas fueron
desperdigadas por varios países, debido al mercadeo que se realizó de las obras
por parte de los encargados en rescatarlas del fondo del mar.

A su regreso a casa, Thomas Bruce también se encontró con la
desagradable sorpresa de enterarse de que su amada esposa le había sido infiel
durante los tres años en los que él se encontraba prisionero de Francia, por lo
que inició un costoso y bochornoso tramite de divorcio que fue la comidilla de
la aristocracia de la época.

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Con todos las obras de arte expoliadas impunemente de la Acrópolis
de Atenas el conde pretendía albergarlas en algún museo, pero el gobierno
británico no estaba dispuesto en aquellos momentos a financiar el proyecto de
Bruce (hasta entonces todo los gastos generados habían sido pagados del
bolsillo del aristócrata). Por tal motivo no tuvo más remedio que ubicarlas en
su casa de Park Lane (Londres), la cual convirtió en el Elgin’s Museum (no debe
confundirse con el museo de igual nombre que se encuentra en Escocia, abierto
en 1843 y que no tiene nada que ver con el fundado por el conde).

Thomas Bruce tenía dividida a la población británica. Por
una parte estaban los que creían que había sido una buena idea el haberlos
trasladado hasta Inglaterra, pues así las obras de arte se mantendrían a buen
recaudo. En el lado contrario se posicionaron quienes veían que el expolio
había sido una impunidad y que debía regresar a Grecia cuanto antes. Muchos
fueron los debates parlamentarios que el asunto generó, no llegándose a un
acuerdo sobre qué hacer y qué postura debía tomar el gobierno.

No fue hasta 1816 cuando se tomó la decisión de comprar la
colección al conde de Elgin y ofrecerle por ella la cantidad de 35.000 libras
esterlinas, una ínfima parte de lo que Thomas Bruce había gastado en todo aquel
tiempo. Pero fue una cifra que finalmente tuvo que aceptar, debido a que sus
finanzas personales no pasaban por el mejor momento.

A partir de aquel momento todos los frisos, mármoles y obras
sacadas de la Acrópolis de Atenas (y otros lugares de Grecia) pasaron a
exhibirse en el British Museum (conocida como Colección ‘Elgin Marbles’), lugar
en el que todavía continúan dos siglos después, a pesar de las numerosas
reclamaciones realizadas por los diferentes gobiernos griegos que ha habido desde
entonces.

Fuente de las imágenes: Wikimedia
commons

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