El excéntrico multimillonario que se presentó en el Palacio de Buckingham en un carro tirado por cebras

Muchos han sido los personajes que han protagonizado excéntricas anécdotas a lo largo de la
Historia y que tras de si había una inmensa
fortuna
con la que podía financiarse esa singular forma de vivir y
proceder.

Y es que parece ser que el comportarse de una manera
excéntrica suele ir estrechamente ligada a la cantidad de ceros que tenga la
cuenta corriente de esos individuos.

Uno de los hombres más ricos e influyentes que hubo en el
Reino Unido fue el banquero Lionel
Walter Rothschild
(1868-1937), heredero
de una de las mayores fortunas del país y que compaginó su vida empresarial con
su principal afición: la zoología
.

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Y es que ese amor que sentía Walter Rothschild hacia toda
clase de animales es lo que provocó que se le viera como un tipo excéntrico, pero
en el fondo no dejó de ser alguien lleno de complejos e inseguridades,
sumamente rico y obligado a dedicarse profesionalmente a los negocios
familiares y que no pudo dedicar su vida a lo que realmente amaba.

Ello le llevó a poseer la mayor colección privada de
animales, los cuales tenía en los jardines de la mansión familiar en Tring (población al noroeste de Londres) y en
el que mandó construir un zoológico en
el que habitaban especies de casi todos los rincones del planeta
.

De hecho, la mayoría de estos animales habían sido llevados
hasta allí por alguno de los muchos expedicionarios que tenía contratados y que
se dedicaban a viajar por todo el mundo en busca de animales exóticos.

Un zoo privado en el que se podían encontrar enormes
tortugas (sobre las que le gustaba montar), canguros, jirafas (de hecho una
especie de este animal se llama Jirafa
camelopardalis rothschildi
), miles de mariposas, aves e incluso una
extensísima variedad de insectos.

Walter Rothschild sentía debilidad por un ave natural de las
selvas tropicales del norte de Australia y en las selvas de Nueva Guinea llamado
casuarius
y sobre el cual escribió un completísimo tratado recién iniciado el siglo XX
.

También era un gran enamorado de las cebras, unos equinos considerados
como salvajes y en los que se empeñó en que podían ser domesticados como si
caballos se trataran. De hecho contrató a un especialista para que le domesticara
unos cuantos ejemplares. Una vez conseguido el reto, Rothschild los mando atar
en un carruaje y se dedicó a pasear por la ciudad de Londres llegando a
plantarse en cierta ocasión frente al Palacio de Buckingham para que su amigo,
el rey Eduardo VII, comprobase que era cierta la teoría que el banquero
sostenía sobre la domesticación de las cebras.

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Pero detrás de las excentricidades protagonizadas por Walter
Rothschild había un drama personal, que muy pocas personas conocieron, y que llegó
incluso a asfixiarle económicamente.

En 1931, cuando tuvo que vender gran parte de su colección
de animales al Museo Americano de Historia Natural (por la cantidad irrisoria
de 225.000 dólares, diez veces menos su auténtico valor) muchos fueron los que
creyeron que lo hacía tras haber dilapidado la fortuna familiar en sus excentricidades
zoológicas, pero en realidad Rothschild estaba siendo asfixiado económicamente
por el chantaje al que fue sometido por tres mujeres diferentes con las que
había mantenido relaciones sentimentales como amantes a lo largo de su vida y
quienes se dedicaron a lo largo de varias décadas a extorsionarlo.

A pesar de que ya ha pasado alrededor de un siglo, tan solo
se conoce el nombre de dos de ellas: Marie Fredensen, Lizzie Ritchie y una
tercera de la que no trascendió el nombre, debido a que estaba estrechamente
vinculada a la aristocracia británica y cuyo chantaje al millonario no se tuvo
noticias hasta la década de 1980 cuando una sobrina nieta de Walter Rothschild
escribió un libro biográfico sobre la vida de su afamado y excéntrico tío.  

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