El científico soviético que inventó una máquina para mantener con vida los órganos seccionados

‘La cabeza del
profesor Dowell’
fue una célebre novela
de ciencia ficción
publicada en 1925 por el escritor soviético Aleksandr Beliáyev y que fue una de las
obras de ese género más destacadas de su época (traducida a numerosos idiomas y
de la que se han realizado varias películas basadas en esa historia). La trama
versa en torno a un científico (profesor Dowell), experto en trasplantes de órganos,
que es asesinado por su discípulo (profesor Kern) quien, después de decapitar a su
mentor, decide conservar la cabeza (gracias a una milagrosa solución científica)
con el fin de que vaya supervisando sus experimentos y así lograr éxito y
reconocimiento mundial entre sus colegas.

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Un relato a
medio camino entre la ciencia ficción y
el género de terror
(recordando algunas partes a la famosa obra sobre el doctor Frankenstein de Mary Selley) y que se convirtió en todo
un éxito editorial.

Pero parte de la historia escrita por Aleksandr Beliáyev no
había surgido solo de su imaginación, sino que había tomado prestadas algunas
ideas del científico soviético Sergei S.
Bryukhonenko
, experto en fisiología, a quien había conocido poco antes y le
había hablado de los estudios e investigaciones que estaba realizando para mantener con vida algunos órganos humanos,
aunque hasta el momento solo había experimentado
con animales
.

Bryukhonenko había inventado una máquina (bautizada como ‘autojector’) que posteriormente
patentó y que, con el paso del tiempo, se convirtió en el germen de lo que hoy
conocemos como ‘baipás cardiopulmonar’
(máquina a través de la cual se puede bombear oxígeno y sangre a los órganos
durante una intervención quirúrgica).

A pesar de que Sergei S. Bryukhonenko llevaba experimentando
desde inicios de la década de 1920, no fue hasta el 1 de noviembre de 1926
cuando realizó la primera exhibición
pública
(evidentemente frente a colegas de profesión), en el que mantuvo
con vida (a lo largo de dos horas) el corazón de un perro que había sido
sacrificado en directo para llevar a cabo tal demostración.

Pero el mayor de sus éxitos (o al menos el que más
relevancia internacional obtuvo) fue la exhibición realizada el 1 de junio de
1928, durante el ‘Tercer Congreso de
Fisiólogos de la Unión Soviética’
, frente a un gran número de asistentes
internacionales, en el que mostró la cabeza
decapitada de un perro
conectada al autojector, la cual respondía a una
serie de estímulos como conseguir que abriera los ojos, reaccionase ante un
golpe sobre la mesa, se lamiese el hocico tras untarle un líquido, etc.

El experimento del doctor Bryukhonenko dio la vuelta al
mundo, convirtiéndose en uno de los orgullos
patrios del régimen soviético
.

Pero al mismo tiempo que numerosos fueron los elogios que
recibió, tampoco faltó la polémica, siendo tachada de barbarie, inmoral y fuera de toda ética médica y
humana
(sobre todo proveniente de sectores religiosos) siendo apodado por
muchos como ‘el Frankenstein
soviético’
.

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También hubo quien tachó los experimentos de Sergei S.
Bryukhonenko como burdo montaje.

En los siguientes años siguió experimentando con su máquina autojector,
presentando un año tras otro algunas mejoras en su diseño y funcionamiento, que
eran recogidas en posteriores patentes.

En 1940, se proyectó en Estados Unidos, ante un seleccionado
grupo de científicos de diversas nacionalidades, un documental titulado ‘Experiments in the Revival of Organisms’
(Experimentos en la reanimación de organismos) dirigido por un tal D.I. Yashin
(del que no hay biografía) en el que aparecía el propio Sergei S. Bryukhonenko,
acompañado de enfermeras, realizando ante las cámaras el controvertido
experimento de la cabeza amputada de un perro que se mantenía con vida con
ayuda del autojector, mientras se escuchaba la narración en inglés por parte de
los profesores Walter B. Cannon
(fisiólogo estadounidense) y  John Burdon Sanderson Haldane
(genetista británico), dos eminencias científicas en sus respectivos campos.

Una vez más el experimento tampoco quedo libre de polémica y
muchos fueron quienes señalaron que la película documental (que tenía una
duración de 19 minutos y puedes visionar al pie de este post) de montaje y engaño. Aparecían planos
cortos de la cabeza del animal cuando éste reaccionaba, pero ninguno desde
cierta distancia, donde se pudiera apreciar los tubos conectados desde el
autojector al miembro decapitado del can.

A la hora de mostrar cómo funcionaba la mencionada máquina y
cuál era su funcionamiento respecto a proporcionar vida a la cabeza del animal,
se realizaba mediante animaciones.

Un gran número de expertos y medios tacharon de burdo engaño
el experimento de Bryukhonenko e incluso indicaron que el perro estaba vivo y
la cabeza mostrada en el documental no estaba seccionada, quedando oculto bajo
la mesa el resto del cuerpo del animal.

Fuentes de consulta e imágenes: hoaxes.org / archive.org / time
/ thinkartificial
/ imdb / Wikimedia
commons

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