La dama de la socialité estadounidense que arriesgó su fortuna por defender el sufragio femenino y a los más desfavorecidos

Florence
Jaffray Harriman
nació en Nueva York en 1870 y
desde muy joven estuvo rodeada de las personalidades más influyentes de la
época; entre otras del famosísimo banquero
J.P. Morgan
, a cuya casa asistía para recibir clases particulares.

Pero a pesar de crecer rodeada de cierto lujo y glamour, desde muy jovencita dejó
ver sus ideales reivindicativos en
los que expresaba su deseo a que los
derechos de las mujeres se equipararan a la de los hombres
, por lo que a menudo
se la podía ver en actos, desfiles o manifestaciones, siendo recordada por
haber sido una de las más fervientes
defensoras del sufragio universal
y participar activamente en todo tipo de
campañas en las que se reclamaba.

Pero no solo se preocupó de temas
relacionados con el sufragismo,
también se entregó en cuerpo y alma, a lo largo de su vida, en un gran número
de causas sociales, con el fin de ayudar
a los más desprotegidos
.

A pesar de su privilegiada vida, como una
de las grandes damas de la alta sociedad estadounidense de la primera mitad del
siglo XX, arriesgó a menudo todo su
capital y prestigio en pos de la defensa de sus ideales
.

Cuando tenía 19 años, Florence (que
cariñosamente era llamada ‘Daisy’)
contrajo matrimonio con el joven y próspero banquero Jefferson Borden Harriman (descendiente de una importantísima y
adinerada familia). A la ceremonia acudió la flor y nata del mundo de la
política, empresarial y de la alta sociedad estadounidense. Algunas fuentes
indican que aquel era un matrimonio concertado, pero otras señalan que fue por
amor. Lo que sí que quedó claro es que durante los 25 años que estuvieron
casados (él falleció en 1914, a los 50 años de edad) se mostraron como una de
las parejas más estables y enamoradas de la socialité neoyorquina.

Curiosamente, Florence y Jefferson
tuvieron un muy estrecho y fuerte vínculo sentimental, a pesar de tener caracteres
muy diferentes e incluso ser de ideologías políticas opuestas (el conservador y
ella progresista).

Florence se expuso durante gran parte de
su vida a las críticas por parte de la estirada alta sociedad de la época,
siendo constantemente diana de acusaciones de no comportarse del modo correcto
que una celebridad de su categoría debía tener.

Pero no se la acusaba de un modo de vida
díscolo o desmadrado, sino de implicarse
demasiado en causas humanitarias en favor de los más desfavorecidos
e
incluso de apoyar enérgicamente a las feministas y sufragistas de la época.

Suyas fueron muchas de las propuestas que
el colectivo sufragista llevó a cabo y de su propia fortuna salió la
financiación de múltiples actos y desfiles, entre ellos el que transcurría por la
Quinta Avenida de Nueva York y que se convirtió en uno de los más famosos y
concurridos de la época.

Su activismo la llevó a ocupar cargos de
relevancia en algunas instituciones sociales, pero quizá el puesto más importante
fue el que le ofreció el presidente Franklin
Delano Roosevelt
cuando, en 1937, la
nombró embajadora de los Estados Unidos en Noruega
.

En aquel momento Florence Jaffray Harriman
tenía 67 años de edad (había enviudado hacía 23) y ya estaba considerada como
una de las más influyentes e importantes activistas pro-derechos humanos.

Dos años después de trasladarse a Oslo,
para hacerse cargo de la embajada, estalló en Europa la Segunda Guerra Mundial
y en 1940 vivió en primera persona la invasión de Noruega por parte del Tercer
Reich alemán.

Florence gestionó todo el plan de escape
de estadounidenses que se encontraban en el país, así como poner a salvo a
docenas de refugiados, incluida la familia real noruega, a quienes ayudó a huir
hacia Suecia.

En 1941 volvió a EEUU y siguió vinculada
a diversas organizaciones humanitarias y políticas, trabajando incansablemente
y arruinándose en varias ocasiones.

El nombre de Florence Jaffray Harriman
quedó en la Historia como uno de los referentes en la ayuda hacia los demás. Recibió
varios homenajes en vida, entre ellos la distinción que le otorgó personalmente
el presidente John F. Kennedy en
abril 1963, cuatro años antes de fallecer a la edad de 97 años.

Fuentes de las imágenes: Wikimedia
commons
/ jfklibrary

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