Durante las cinco décadas que duró la Guerra Fría, innumerables fueron los intentos de ambas partes de reclutar
como espías a destacados e importantes miembros del bando contrario.
Desde el bloque del Este (con la Unión Soviética a la
cabeza) se intentaba una y otra vez atraer hacia el comunismo a todo aquel personaje
que detectaban que podía tener ciertas simpatías hacia los ideales
progresistas. Desde el lado opuesto y liderados por estadounidenses, británicos
y franceses, hacían lo propio con aquellos a los que les podría seducir vivir
en una sociedad capitalista y de consumo.
Muchísimas fueron las ocasiones en las que unos y otros
consiguieron sus propósitos y numerosas personas, de un bando y otro, acabaron
trabajando como espías para el país
contrario al suyo. Pero, de cada ocasión en la que se consiguió, hubo centenares
de intentos fallidos en los que aquellos personajes no cayeron seducidos por
las prebendas económicas que se les ofrecía e incluso no caían en el chantaje
al que se les sometía.
No todos los que acabaron trabajando como espías para uno de
los dos bandos lo hicieron por convicción o atraídos por la compensación
económica que recibirían al traicionar a sus respectivos países. Uno de los métodos
más utilizados con el fin de convencerlos a realizar la deslealtad a su patria
era mediante la extorsión y chantaje.
Cuando los servicios secretos se fijaban en un objetivo que
querían contratar como agente, lo investigaban a fondo, con el fin de obtener toda
la información posible sobre sus gustos, secretos, vicios y deslices.
Una homosexualidad oculta o una infidelidad que había sido
convenientemente grabada solía servir para coaccionarlos y conseguir el
propósito.
Pero no todos los objetivos tenían secretos fácilmente
detectables y, por tanto, había que fabricarlos. Uno de los más frecuentes era
el intentar seducir sexualmente con alguna mujer u hombre, grabar el encuentro y,
posteriormente, mostrárselo para que accediera a colaborar con la agencia de
espionaje del país contrario al suyo.
Durante la segunda mitad de la década de 1960 este fue uno
de los métodos más utilizados y el que se usó para intentar reclutar a Yuri Brézhnev, hijo del máximo mandatario
de la URSS, entre 1964 y 1982, Leonid Brézhnev.
Yuri Brézhnev, como la mayoría de líderes soviéticos, se
había colocado en la órbita del poder, consiguiendo un importante cargo dentro
de la estructura del país como viceministro del Ministerio de comercio exterior,
entre 1976 y 1983. Pero antes de ello (1966-1968) fue destinado a Suecia, donde
ejerció como máximo responsable de la delegación comercial de la URSS en el
país escandinavo.
Fue durante aquel periodo, mientras Yuri Brézhnev (quien
tenía 33 años de edad) residía en
Estocolmo, cuando la inteligencia británica junto a miembros del Servicio de
Seguridad Sueco ‘RPS/SÄK’ (desde
1989 denominado ‘Säpo’), diseñaron
un plan con el que se le seduciría a través de una de las agentes femeninas del
Mi6, llamada Ann, con el fin de obtener grabaciones de alto contenido sexual y
chantajearlo con ellas.
Yuri, en aquellos momentos estaba casado y era padre de dos
hijos de edades comprendidas entre los 10 y los cinco años.
Como la mayoría de los políticos y diplomáticos comerciales
soviéticos de la época, a Yuri Brézhnev le gustaba reunirse con amigos, beber y
tener momentos de diversión cuando estaba fuera de la estricta URSS.
Los miembros del Mi6 sabían que sería una presa fácil y,
además, la agente Ann contaba con una amplia experiencia de seducción a otros
objetivos.
Se planeó concienzudamente un encuentro casual en el que
deberían conocerse Yuri y Ann y, tras entablar una amistad esta lo invitaría a
su apartamento en el céntrico barrio de Östermalm, el cual estaría
convenientemente equipado con todo tipo de cámaras y micros, con el fin de
grabar todo lo que allí ocurriese.
Todo iba ocurriendo tal y como lo habían planeado: se habían
conocido, Ann había coqueteado con Yuri, a él se sintió atraído por ella y
quedaron para verse un día, a una hora concreta, y celebrar en el mencionado apartamento
una ‘fiesta del pijama’ (modo en el
que se denominaba a las orgias) .
Pero algo inesperado ocurrió en el último momento y pocas
horas antes de producirse el planeado encuentro, la delegación al completo del
departamento comercial soviético (con Yuri Brézhnev al frente) se marchó
precipitadamente de Estocolmo rumbo a Moscú.
Esto tiró por el suelo cientos de horas de trabajo y
coordinación. Nadie del RPS/SÄK ni del Mi6 se explicaba qué podría haber pasado
para que se produjera aquella repentina marcha de Yuri y sus compañeros soviéticos
(dos de ellos también estaban en los planes de ser seducidos sexualmente y
chantajeados en la mencionada ‘fiesta del pijama’).
No fue hasta una década después cuando los departamentos de
seguridad e inteligencia sueco y británico supieron la verdadera razón de
aquella inesperada marcha: habían sido traicionados por Stig Bergling, un agente del Servicio de Seguridad Sueco que
trabajaba como agente doble al mismo tiempo para la KGB. Él fue quien dio el chivatazo a los soviéticos del plan
trazado para seducir a Yuri Brézhnev y sus dos compatriotas, grabarlos y
chantajearlos.
Stig Bergling protagonizó varios importantes casos de
espionaje a favor de los soviéticos y el descubrirlo fue uno de los mayores escándalos
suecos de la época. Fue detenido en Israel, en 1979, y condenado a cadena
perpetua (aunque protagonizó otro escándalo al conseguir fugarse de prisión en
1987, pero esta es otra historia para un próximo post).
Por su parte, Yuri Brézhnev prosperó en su carrera, durante
los años en los que su padre fue el máximo mandatario de la Unión Soviética, llegando
a ser nombrado viceministro del Ministerio de comercio exterior (1976-1983) y
cayendo en desgracia política (como muchos de los miembros del PCUS de la época)
a partir de 1986, con la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov y la puesta en
marcha de la Perestroika.
Fuentes de consulta e imágenes: thelocal
/ thetimes
/ theaustralian
/ okposad
/
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