Cuando las abejas se convirtieron en el mejor aliado del Imperio alemán para ganar una batalla a los británicos

No siempre se han ganado (o perdido) batallas a causa de una
buena o mala disposición táctica, de tener un ejército mejor formado, entrenado
o armado e incluso tras tomar decisiones que podían ser acertadas o no. Muchas
son las ocasiones en las que juegan a favor o en contra los elementos, ya sean
meteorológicos, de posicionamiento o que la naturaleza pueda proporcionar, como
puede ser unos enjambres de abejas
salvajes
.

La colaboración espontanea de estas últimas fue primordial
para que el 5 de noviembre de 1914, tres meses después de iniciarse la Primera Guerra Mundial, el Imperio alemán pudiese ganar (en
inferioridad de condiciones) una decisiva batalla en el frente abierto en las
colonias que el país germano tenía en África oriental

Dos días antes (el 3 de noviembre), el ejército colonial británico, bajo el mando del general de división Arthur Aitken, llegó por mar hasta las costas de Tanga (en aquellos momentos
importante colonia en África Oriental
Alemana
).

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Cerca de 9.000 soldados de la Fuerza Expedicionaria India desembarcaron con el propósito de
atacar e invadir la zona y anexionarla al Imperio británico. Contaban con la
ventaja de que esa fuerza militar era muy superior a la germana, compuesta por un millar de soldados africanos
(conocidos como ‘askaris’).

Todo indicaba que iba a ser una operación militar rápida y
fácil para los intereses británicos, pero el general Arthur Aitken estaba muy
equivocado y lo que sucedería en las siguientes 48 horas se convertiría en uno
de los momentos más humillantes de toda su carrera profesional.

Aitken no trazó un plan estratégico y, convencido de la superioridad
numérica que dirigía, creía que solo con la presencia de los casi 9.000 hombres
del ejército colonial los germanos se rendirían y entregarían la plaza sin
haber disparado ni un solo tiro.

Pero andaba muy equivocado el militar inglés, ya que el
teniente coronel Paul Emil von
Lettow-Vorbeck
, al frente de la colonia germana en África, utilizó
inteligentemente al millar de soldados askaris que tenía a su disposición,
colocándolos de modo estratégico bien escondidos por las calles del puerto de
Tanga y la jungla que rodeaba a ésta.

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Cuando los soldados al mando del británico Arthur Aitken
comenzaron a avanzar el 4 de noviembre se encontraron con dos problemas: la
buena disposición de los askaris, que les disparaban desde cualquier lado y con
unos enjambres de abejas salvajes con las que no contaban y que, al notar la
presencia humana, los atacaron.

Durante unas cuantas horas un gran número de soldados indios
del ejército británico cayeron tanto por culpa de las balas como de los
picotazos de las abejas.

El general Aitken no podía dar crédito a lo que estaba
sucediendo y en la madrugada del 4 al 5 de noviembre ordenó la retirada,
dejando abandonado en Tanga un gran arsenal de provisiones y armas que les
sería de gran utilidad, durante los siguientes años de guerra, a los germanos.

Según explican algunas crónicas y libros de Historia, el ejército
británico no asumió bien aquel fracaso y fueron varios días los que se tardó en
dar a conocer los detalles de lo sucedido. Pero se hizo alterando algunos
detalles, para que la derrota pareciese menos humillante y dolorosa.

Los británicos llegaron a decir que los alemanes habían
contado con la inestimable colaboración de un ‘ejército de abejas soldado’, habilmente
adiestradas para atacarles. Por tal motivo en la prensa inglesa se publicó
algún que otro artículo en el que se bautizó aquel conflicto como la ‘Batalla de las Abejas’ (Battle of the
Bees).

Fuente de la imagen: Wikimedia
commons

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