Cuando la mafia colaboró con el gobierno de EEUU durante la IIGM con el fin de que excarcelasen a Lucky Luciano

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Lucky Luciano fue
uno de los miembros más destacados de la mafia
en Estados Unidos. Bajo sus órdenes se habían cometido infinidad de crímenes,
pero, como suele ocurrir en estos casos, fue muy complicado poder demostrar su
implicación. Finalmente, tras arduas investigaciones por parte de la brigada
especial de la policía que lo perseguía y la fiscalía, se pudo acusar al
mafioso de estar detrás de una importante red de prostitución y un tribunal lo
condenó, el 7 de junio de 1936, a una pena de entre 30 y 50 años de prisión.

Tan solo cumplió diez años de condena y salió de la cárcel el
3 de enero de 1946 tras haber llegado a un acuerdo con el gobierno de los EEUU
cuatro años antes debido a que solicitaron su colaboración (y la del resto de miembros
de la mafia estadounidense) durante la IIGM.

Y es que la mafia controlaba la mayoría de sindicatos portuarios
de los Estados Unidos y a inicios de 1942 estos sabotearon las labores que el
gobierno estaba realizando en el puerto para enviar barcos a Europa. Este es el
relato de cómo sucedió esta sorprendente colaboración entre la mafia y el
gobierno…

El 7 de diciembre de 1941 se produjo el bombardeo de Pearl Harbor por parte del ejército
japonés y que supuso la excusa perfecta que estaba esperando el gobierno de los
Estados Unidos para poder participar (de forma oficial, ya que llevaba tiempo
prestando ayuda a los aliados) en la Segunda Guerra Mundial.

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El ejército norteamericano abrió dos frentes bélicos: por un
lado (el Oeste o Pacífico) su guerra particular con Japón y por el otro (Este o
Atlántico) su colaboración con las fuerzas aliadas (Reino Unido, Unión
soviética y Francia).

Una de las vías de comunicación entre EEUU y la Europa
Aliada era a través del Atlántico Norte, pero la masiva presencia de submarinos
nazis en la zona cada vez hacía más difícil ese acceso, además de haber estado librándose
importantes batallas navales durante los dos años previos entre británicos y
alemanes.

El presidente Roosevelt
tenía muy claro que para acabar con el enemigo japonés primero tenía que hacer
lo propio con los nazis del Tercer Reich,
motivo por el que vio que era de vital importancia reforzar todo el Atlántico Norte con amplia presencia
naval estadounidense.

Ya no solo se utilizó el efectivo naval que los Estados
Unidos tenía disponibles sino que echó mano de todos aquellos buques de otros
países (o compañías privadas) que pudo confiscar. Entre ellos el SS Normandie, un lujoso transatlántico
francés que se encontraba amarrado en el muelle del puerto de Nueva York desde
el 30 de agosto de 1939 (dos días antes de la invasión alemana de Polonia y,
por tanto, de iniciarse la IIGM) y que se había mantenido en aquel lugar bien
resguardado y a la espera de que finalizara el conflicto bélico en Europa.

El 20 de diciembre de 1941, tres semanas después del ataque
a Pearl Harbor y del anuncio oficial de la entrada de EEUU en la IIGM, el presidente Roosevelt ordenó que el SS Normandie
pasase a formar parte de su flota naval (como había ocurrido con otros transatlánticos
como el Queen Elizabeth o el Queen Mary).

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Para ello se debía reacondicionar por completo el SS Normandie,
empezando por su nombre y rebautizándolo como ‘USS Lafayette’. Se dio un mes de plazo para realizar todas las
reformas, pero desde el inicio de éstas empezaron a surgir numerosos
inconvenientes que iban retrasando los trabajos y que provocaban que no se
pudiera cumplir el plazo de un mes que se había dado para su finalización (31
de enero de 1942).

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Se solicitó unos días más para acabar los trabajos pero al
mediodía del 9 de febrero se produjo un incendio en el interior que se extendió
por todo el transatlántico, dejándolo totalmente inservible.

Según versiones oficiales fue accidentalmente cuando el
soldador de uno de los trabajadores soltó una chispa que fue a parar a un puñado
de chalecos salvavidas que se encontraba cerca y se originó el incendio. Las
horas posteriores en las que se intentó sofocar el fuego fue una acumulación de
despropósitos que acabó por tener que declarar como inservible el barco.

Pero tras este fortuito accidente se encontraba la sospecha
de que algo había tenido que ver la intervención de la mafia, cuyos miembros
controlaban la mayoría de los sindicatos portuarios y, por tanto, a los obreros
y estibadores.

Las autoridades portuarias de Nueva York comprobaron cómo paulatinamente
iban siendo saboteados ciertos trabajos que se realizaban por encargo del
gobierno en el puerto (entrada y salida de mercancías, su carga y descarga que
se demoraba…).

Las sospechas de que tras todo esa trama de complot se
encontraba la banda de malhechores liderada desde prisión por Lucky Luciano hizo
que se decidiera diseñar un plan (bautizado como Operación Underworld) con el cual pactar una serie de condiciones
con la mafia con el fin de garantizar el pleno desarrollo de los trabajos
portuarios sin incidente alguno.

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Joseph Lanza, uno
de los hombres fuertes de la mafia (y persona de confianza del preso Lucky
Luciano) se reunió con el comandante de la
Oficina de Inteligencia Naval de Nueva York Charles R. Haffenden, quien fue el encargado militar y
gubernamental para solventar el complot portuario.

El representante del crimen
organizado ofreció su total colaboración a cambio de que Lucky Luciano fuera
trasladado a una prisión más cómoda, pudiera recibir visitas y en cuanto acabase
el conflicto bélico se le concediese un indulto.

Y así fue como sucedió.
Luciano fue trasladado de prisión y los problemas portuarios terminaron. Medio
años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial las autoridades
estadounidenses dejaron en libertad a Lucky Luciano; eso sí, con la condición de que debía ser deportado a Italia, donde residió hasta el final de sus días
(falleció en Nápoles en 1962).

Esta curiosa historia forma
parte del fantástico libro ‘Segunda
Guerra Mundial, 10 historia apasionantes’
(Ediciones Oblicuas) recientemente
publicado por los divulgadores (y amigos personales) Pere Cardona
y Laureano Clavero.
Recomiendo su lectura y aquellos a los que os apasiona los relatos sobre la
IIGM encontraréis en este libro una decena de interesantísimas historias.

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Pere Cardona y Laureano
Clavero son también autores del libro ‘El diario de Peter Brill’
del que ya os hablé y recomendé tiempo atrás.

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Fuente de las imágenes: Wikimedia commons / Alfred López