Cuando la colaboración ciudadana fue clave para descubrir los crímenes del ‘asesino de la bañera’

Es frecuente que las fuerzas de seguridad soliciten la ayuda
y colaboración ciudadana para atrapar a
un criminal o resolver algún delito
. De forma anónima muchos son quienes
contactan con los investigadores aportando datos y pistas que pueden ser de
gran ayudar en la resolución del caso.

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Lo curioso es cuando esa colaboración se realiza de una
forma espontánea sin haber sido requerida y que proviene por parte de algún
ciudadano que sospecha que tras la actitud de alguien puede esconderse un supuesto
delito y lo pone en conocimiento de la policía.

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Esto es lo que ocurrió hace un  siglo, cuando, recién iniciado el año 1915,
el inspector de Scotland Yard, Arthur
Neil
, recibió un sobre en el que iban incluidos dos recortes de prensa y
una carta manuscrita y firmada por Joseph
Crossley
.

En la misma, el señor Crossley pedía al inspector Neil que
investigase la supuesta relación que podría existir entre dos casos de
fallecimiento, ocurridos con un año de diferencia entre uno y otro (diciembre
de 1913 y en el mismo mes pero de 1914), en los que las víctimas eran dos mujeres que habían muerto accidentalmente
mientras se tomaban un baño
y, casualmente, en ambas ocasiones, los cuerpos
sin vida habían sido descubiertos por el esposo.

A Joseph Crossley, muy aficionado a la sección de sucesos de
los periódicos y gran lector de novelas policiacas, le había llamado la
atención la similitud que existía entre las dos noticias y no dudó en ponerlo
en conocimiento del inspector Arthur Neil quien en aquellos momentos era uno de
los mejores investigadores de la policía británica (

de hecho a partir de 1919 formó parte, como superintendente, del denominado grupo ‘Big Four’ en el que cuatro investigadores del Departamento de Investigación Criminal de Scotland Yard resolvieron
un gran número de casos).

El inspector Neil, tras recibir la carta con los datos
aportados por Crossley, comenzó a tirar del hilo y pudo concluir que el
afligido viudo de ambos casos era la misma persona: George Joseph Smith, quien en cada matrimonio se llamaba de un modo
distinto (George Smith en el caso de
1913 y John Lloyd en 1914).

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Las investigaciones lo llevaron a descubrir que en 1912 se
había producido también la muerte accidental de otra mujer mientras estaba en
la bañera y que había sido descubierto el cuerpo sin vida por el esposo (en ese
caso llamado Henry Williams).

Además en todos los casos las víctimas habían retirado sus
ahorros del banco unas horas antes del accidente e incluso había pólizas de
seguro que habían sido contratadas pocos días antes de cada fallecimiento.

El problema estaba en que ninguno de los cuerpos de las
fallecidas había presentado signos de violencia. Las tres mujeres habían muerto
mientras estaban dentro de la bañera, donde todo parecía señalar que se habían
ahogado de modo accidental.

Lo que sí que se logró establecer fue que George Smith,  John Lloyd y Henry Williams se trataba de la
misma persona, por lo que se le pudo detener y acusar de bígamo. El siguiente
paso para el inspector Neil era descubrir cómo las había asesinado para que
pareciese que había sido un accidente.

Y finalmente dio con la solución: el asesino había pillado
desprevenidas a las victimas tomando el baño tranquilamente y sin darles tiempo
a reaccionar,

tirándoles de las piernas rápidamente hacia arriba

y haciendo que la cabeza quedase
sumergida y, por tanto, ahogándose. Al tratarse de una acción hecha por
sorpresa no dejaba rastro alguno de intento de defenderse o agresión física. Era un crimen ‘casi perfecto’.

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Eso sí, para determinar el ‘modus operandi’ del asesino, el inspector Arthur Neil probó ese
método de asesinato con la presencia de forenses y utilizando a una nadadora
profesional (que pudiese aguantar bajo el agua cuando le sumergiesen la
cabeza).

Así fue cómo determinó el modo en que se llevó a cabo los
tres asesinatos por parte de George Joseph Smith de sus tres esposas y del que
también se descubrió que había llevado una vida llena de engaños, robos y
estafas, seduciendo a un buen número de mujeres para robarles o convencerlas de
que fuesen éstas las que delinquiesen por él.

George Joseph Smith fue juzgado y encontrado culpable de los
delitos de asesinato por los que se le acusaba y siendo ejecutado en la horca
el 13 de agosto de 1915 a la edad de 43 años.

Fuente de la imagen: Hemeroteca
The Daily Mirror

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