Cuando Francia quiso sumarse a la carrera espacial enviando una gata callejera al espacio

El 20 de julio se cumplirá medio siglo desde que se llegó a la Luna. Un hito histórico, que a pesar del tiempo transcurrido
sigue generando ciertas discusiones por parte de algunos partidarios de teorías conspiranoicas que están
convencidos de que realmente jamás se alunizó y todo fue un montaje
cinematográfico, y que sirvió para decantar la balanza y triunfo de la ‘carrera espacial’ a los Estados Unidos.

Una carrera que había empezado en 1957 y cuyos primeros ‘triunfos’ se los había adjudicado el
programa espacial soviético, al ser los primeros en poner en órbita un satélite
artificial (el ‘Sputnik 1’, el 4 de
octubre de 1957), el primer animal enviado al espacio (la perrita Laika, el 3 de noviembre de aquel mismo año) y los primeros
seres humanos que orbitaron la Tierra: Yuri Gagarin, como el primer hombre (en
abril de 1961) y Valentina Tereshkova, como la primera
mujer en hacerlo (agosto de 1962).

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Durante una década los estadounidenses fueron a remolque de
todos los logros conseguidos por los soviéticos y se tenía el convencimiento de
que finalmente sería un cosmonauta de la URSS quien conseguiría llegar primero
a la Luna. Afortunadamente, para los intereses norteamericanos, fueron ellos
quienes lo consiguieron y, de este modo, dejaron de ser los segundones de la
tan deseada carrera espacial.

Pero yanquis y soviéticos no eran los únicos que tenían el
deseo de explorar el espacio y muchas fueron las naciones que lo intentaron,
con mayor o menor éxito, entre ellas cabe destacar el estrafalario proyecto de Zambia para enviar, en 1964, un cohete fabricado
con aluminio
y que sería propulsado con un artefacto semejante a una
catapulta.

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Uno de los países que más en serio se tomó su participación
en la carrera espacial fue Francia. En 1959, tras tomar posesión como
Presidente de la República, Charles de
Gaulle
marcó la investigación y
exploración espacial como una de las prioridades de la nación
, dotando de
una generosa partida presupuestaria la creación del CNES (acrónimo en francés del ‘Centro
Nacional de Estudios Espaciales’
), siendo uno de los principales objetivos
el convertirlos en potencia espacial junto a la URSS y EEUU y, sobre todo, por
delante de los británicos.

El propósito principal del CNES era desarrollar al máximo la
explotación científica y militar del espacio, pero también comercial. Estaban
seguros que, a pesar de las millonarias inversiones que se debía realizar en
los siguientes años, uno de los grandes negocios del futuro y que más
beneficios aportaría sería todo aquello que estuviese relacionado con el
espacio, el envío de satélites de comunicación y la llegada de los seres
humanos a la Luna o cualquier planeta del sistema solar.

Para tal propósito se aprovechó las instalaciones que el
gobierno galo tenía en Hammaguir (Argelia)
donde, desde hacía más de una década, se utilizaba como centro de pruebas de
equipos especiales por parte del ejército francés.

El 18 de octubre de 1963, tras numerosas pruebas y
lanzamientos de cohetes sonda ‘Véronique’
(acrónimo de VERnon et electrONIQUE), se llevó a cabo uno de los que mayor fama
otorgó, en aquel momento, al programa espacial francés: lanzar, desde Hammaguir,
el cohete Veronique AGI n° 47 en el
que viajaría una entrañable gata y
cuyo propósito era que alcanzase una altura algo superior a los 150 kilómetros
sobre la Tierra (fueron exactamente 157 km) y comprobar los efectos que la
ingravidez tendría sobre el animal.

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Fue un vuelo que tan solo duró trece minutos en total y una
de las intenciones en la que pusieron más empeño fue que la gata (a la que posteriormente
se la bautizó con el nombre de Félicette)
regresara sana y salva y poderla estudiar a fondo.

Félicette se convertía así en el primer gato astronauta de
la Historia. Según consta y dieron a conocer desde la CNES, se trataba de una
gata que fue encontrada en las calles de París y que había sido entrenada
durante varios meses, junto a otros trece felinos, para la tarea de ser enviada
al espacio. Finalmente fue ella la escogida para aquel primer e histórico
viaje.

Cuando pasaban nueve minutos de la mañana del mencionado 18
de octubre de 1963, el cohete Veronique AGI n° 47 fue lanzado desde la base de Hammaguir
(en el desierto del Sáhara argelino). Durante algunos minutos (aproximadamente
cinco) la gata estuvo sometida a gravedad cero, algo que era fundamental para
los estudios posteriores con el fin de investigar sobre el efecto que ello causaba
en el organismo. Félicette llevaba una serie de electrodos implantados en el
cerebro, a través de los cuales podrían obtener la información necesaria.

Tras un corto vuelo de trece minutos y una vez recuperado el
animal sano y salvo, en los siguientes semanas se procedió a estudiarlo,
viviendo el felino a cuerpo de rey. Ahí fue cuando se le bautizó con el nombre
de Félicette, aunque también hubo medios que se refirieron a la gata como Astrocat e incluso con el apodo de ‘gato Félix’, en referencia al
famosísimo personaje de dibujos animados y que triunfaba en aquella época.

El gobierno francés se colocaba una medalla y gracias al
hito del primer ‘gato astronauta’ se colocaba en el tercer puesto mundial de la
ansiada carrera espacial.

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Pero no todo fue de color de rosa en la posterior vida de la
gata. A inicios de  1964, dos meses después
del viaje espacial, Félicette fue sacrificada por los investigadores del CNES
con el fin de extraerle del cerebro los electrodos implantados. Este hecho se
mantuvo en secreto durante largo tiempo, no conociéndose el verdadero destino
del animal hasta varias décadas después.

Cabe destacar que tras el envío de Félicette, otros fueron
los gatos que Francia intentó mandar al espacio, fracasando en el intento e
incluso explotando uno de los cohetes que portaba un felino a bordo.

Fuentes de las imágenes: Wikimedia
commons

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