El 11 de julio de 1966 el londinense estadio de Wembley albergaba la ceremonia inaugural y primer
partido de la VIII Copa Mundial de Fútbol que se disputaría
en Inglaterra a lo largo de diecinueve
días (el 30 de julio tendría lugar el último partido y clausura en ese mismo campo).
A pesar de que en aquel Mundial
de Inglaterra tuvieron lugar numerosas cosas relacionadas con el fútbol y
los partidos disputados (fue la primera Copa del Mundo retransmitida íntegramente
por televisión a todo el planeta a través de satélite, el primero en el que una
mascota representaba el campeonato, el Mundial en el que el jugador Eusebio –de
la Selección Portuguesa- marcó 9 goles…) el protagonista indiscutible y que más
minutos acaparó la atención de la prensa y aficionados en general fue Pickles, un perro mestizo e cuatro años
(cruce de border collie inglés y otras razas).
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En realidad Pickles se había convertido en el protagonista
de los mundiales tres meses antes de iniciarse el campeonato de una forma
casual, aunque determinante para el exitoso desarrollo del mismo.
Resulta que la Federación
Inglesa de Fútbol (FA), siguiendo la costumbre de ediciones anteriores,
exhibió el Trofeo Jules Rimet (nombre
del creador de la Copa del Mundo,
que empezó a disputar en 1930) para que los aficionados ingleses se acercaran a
contemplarla de cerca.
Tal exhibición tuvo lugar en el ‘Methodist Central Hall’, una peculiar iglesia en Westminster que al mismo tiempo es un
espacio polivalente utilizado para diversas (además de ser un templo religioso)
como lugar de exposiciones e incluso de reunión de líderes políticos (allí tuvo
lugar la primera reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1946).
Al mismo tiempo que se exhibía el Trofeo Jules Rimet en el Methodist
Central Hall se estaba albergando una singular colección de sellos (cuyo valor
de la época superaba los tres millones de libras esterlinas). Esto motivó que
tanto las estampillas como el trofeo estuvieran permanentemente custodiado por
cinco vigilantes que no quitaban ojo noche y día.
Pero algo extraño ocurrió el 20 de marzo (de 1966) en el que
uno de esos vigilantes libró (precisamente el que custodiaba normalmente el
trofeo) y los otro cuatro se despistaron de la vitrina donde se exhibía la copa
durante unos minutos, tiempo que fue aprovechado por un delincuente para llevárselo.
Curiosamente solo robó la copa (cuyo valor era de 30.000 libras) y no se llevó
los mencionados sellos.
Cuando se dieron cuenta del robo todas las alarmas se dispararon
y se puso en marcha un dispositivo para recuperar la copa. Quedaban poco más de
tres meses para el inicio del torneo futbolístico y este era un contratiempo
con el que la FIFA no contaba.
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suboficial del ejército de los EEUU]
Inmediatamente los agentes de Scotland Yard pusieron en marcha un dispositivo para recuperarlo,
pero horas después del robo el presidente de la FA (Joe Mears) recibió una llamada del supuesto ladrón que le indicó
que devolvería el preciado objeto robado a cambio de un rescate de 15.000
libras esterlinas. El Trofeo Jules Rimet sería entregado en Stamford Bridge
(estadio del club de fútbol Chelsea presidido por Mears).
Al día siguiente el intercambio se realizó según lo acordado
en la conversación telefónica, pero en el paquete entregado por el supuesto
ladrón no se encontraba el trofeo sino una pieza del mismo. Edward
Betchley, la persona que
hizo la llamada e intervino en el intercambio fue detenida y dijo estar haciendo
de intermediario para otra persona de quien no conocía la identidad.
Ante este contratiempo la Federación Inglesa de Fútbol mandó
construir una réplica exacta por si acaso no se recuperaba la original en los
tres meses que quedaban hasta el inicio del Mundial.
Los días iban pasando y las pesquisas realizadas por Scotland
Yard no daba ningún fruto hasta que el domingo 27 de marzo (justo una semana después
del robo) Pickles se convirtió en el
protagonista inesperado de la historia.
Como era habitual, el perro salió de paseo junto a su amo, David
Corbett, y su instinto
animal lo llevó a olfatear entre las ramas de un seto de un jardín. Allí
había un paquete envuelto en papel de periódico y en el interior el Trofeo
Jules Rimet.
El señor Corbett fue rápidamente a devolverlo a Scotland
Yard y allí explicó la fenomenal hazaña que había realizado su querida mascota,
pero los agentes de policía no terminaron de creerse la versión que daba y lo
estuvieron interrogando durante un gran número de horas.
Finalmente se dieron cuenta que lo que explicaba David Corbett era cierto y su perro Pickles
se convirtió en un ‘héroe nacional’. La prensa le tomó fotografía, la FA dio un
cheque de cinco mil libras al propietario, además de recibir comida canina
gratuita para todo un año.
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Pickles (acompañado de su amo) fue invitado al partido
inaugural en el estadio de Wembley (donde acaparó la atención de prensa y
aficionados) y a lo largo de las siguientes semanas en muchos medios se hablaba
más del can que del Mundial de Fútbol.
Había nacido una estrella y esto también quiso ser
aprovechado por la industria del cine que contrataron a Pickles para que
apareciera en la película ‘The Spy With the Cold Nose’ (en España estrenada como ‘Regalo a los rusos’)
una comedia dirigida por Daniel Petrie que pretendía ser una parodia de los
filmes de espías pero que pasó con más pena que gloria por las salas de cine.
Pero desgraciadamente la fama de Pickles no duró demasiado
tiempo debido a que en 1967 murió inesperadamente al ir persiguiendo a un gato
y quedar su correa enganchada en la rama de un árbol caído.
Como nota curiosa cabe destacar que el nombre del ladrón del
trofeo no fue descubierto hasta cinco décadas después: Sidney Cugullere. Se trata de un ratero de poca monta (fallecido en
2005) que a lo largo del tiempo se dedicó a explicar la anécdota a familiares y
amigos. La identidad fue conocida gracias a una investigación llevada a cabo
por el diario británico Daily Mirror.
Fuentes de consulta e imágenes: BBC / Daily
Mirror / mentalfloss
/ yourememberthat
/ Wikimedia
commons