Cuando el mayor orgullo nazi en esgrima durante los JJOO de Berlín 1936 fue una deportista judía

Cada vez que se habla de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 un par de datos son los que
destacan por encima del resto: cómo el atleta afroamericano Jesse Owens se convirtió en el
auténtico protagonista de aquellos juegos (a quien Adolf Hitler se negó a estrechar la mano por ser negro) y el
intento de boicot que meses antes habían realizado varios países (entre ellos Estados
Unidos) ante la evidente xenofobia que
se ejercía en el Tercer Reich
.

Y fue precisamente el miedo a que se llevara a cabo el
bloqueo de los JJOO por parte de varias delegaciones lo que llevó al propio Führer a autorizar que en los juegos que
estaba organizando acudiesen deportistas de diferentes etnias y religiones,
motivo por el que Owens pudo acudir y convertirse en el héroe de Berlín 36.

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Pero las concesiones que realizó Hitler no solo afectaba a
los componentes de otras selecciones, sino que también lo hizo en el propio
equipo alemán; concretamente en el de esgrima al convocar para la cita olímpica
a Helene Mayer quien por entonces ya
se encontraba exiliada en los Estados Unidos debido a su origen judío (por
parte de padre).

Años atrás, Helene Mayer había sido la esgrimista número uno
de Alemania. Con tan solo 13 años de edad ganó su primera medalla en unos
campeonatos nacionales y en 1928 (con 17 años) fue convocada para acudir a los
JJOO de Ámsterdam, donde ganó la medalla de oro.

También acudió a los siguientes juegos (Los Ángeles 1932)
pero en esa ocasión tan solo logró quedar en quinto lugar. Algunas fuentes
indican que tal retroceso en su carrera se debió a la depresión que padecía
tras sufrir dos fallecimientos muy cercanos y recientes: el de su padre (Ludwig Mayer) un año antes y su novio
durante unas prácticas militares (en aquellos mismos días).

El hecho de tener origen judío, por parte de padre (su madre
era cristiana) provocó que en 1933, mientras se encontraba de viaje en
California en un intercambio universitario, se enterase que el club de esgrima de Offenback al que
pertenecía le retirase la membresía. Esto fue lo que provocó que decidiera
quedarse a vivir como exiliada en los Estados Unidos, ante la evidente
persecución que estaban sufriendo los ciudadanos de origen judío en su país.

Pero Helene Mayer se consideraba alemana al cien por cien
(motivo por el que no solicitó la nacionalidad estadounidense, con la esperanza
de volver alguna vez a su país) y de hecho sus características físicas eran
totalmente germanas: rubia, corpulenta y con una altura de 183 centímetros,
unas cualidades que en cualquier manual de ‘raza
aria’
hubiera encajado a la perfección.

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La amenaza de boicot a los JJOO de Berlín (encabezada por Avery Brundage, presidente del comité
olímpico de EEUU) propició para que desde el comité olímpico alemán se
convocara a Helene Mayer para participar en las pruebas de selección que,
evidentemente, superó.

El 1 de agosto de 1936 daba inicio los Juegos Olímpicos de
Berlín y Helene Mayer acudía como una de las tres representantes que componían
el equipo femenino de esgrima alemán y uno de los orgullos patrios en quien se
había depositado las mayores esperanzas para conseguir medalla en esa
disciplina deportiva. Todo ello a pesar de su origen judío y que era la única
representante con raíces hebreas de todos los deportistas alemanes presentes en
los JJOO.

Finalmente Helen ganó la medalla de plata (dos de sus compañeros -del numeroso equipo masculino- tan solo consiguieron medalla de bronce). Curiosamente las
esgrimistas que ganaron el oro y el bronce (la húngara Ilona Elek y la austriaca Ellen
Preis
, respectivamente) eran también de origen judío, por lo que el podio
femenino de esgrima estuvo ocupado por tres deportistas semitas.

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Una de las cosas que más sorprendió de ese podio no fue el
origen judío de las tres esgrimistas sino el hecho de que al izarse la bandera
alemana con la esvástica Helene Mayer levantara el brazo e hiciera el saludo
nazi, algo que no sentó demasiado bien a cierto sector olímpico (sobre todo
conociéndose su ascendencia judía y la persecución que estaban sufriendo estos
en la Alemania del Tercer Reich).

Helene se justificó de ello contestando que era una de las
condiciones que le habían impuesto para poder acudir a la cita olímpica. A
pesar de ganar la medalla y realizar el saludo, tal y como se le exigió, la
esgrimista no volvió a ser convocada para participar con el equipo alemán y
ante la atmosfera belicista del país y el acosamiento que estaba padeciendo los
judíos alemanes, decidió exiliarse definitivamente en Estados Unidos, donde se
le concedió la ciudadanía y cambió su apellido a Meyer (gano varios campeonatos
en los siguientes años bajo la nacionalidad estadounidense).

Falleció a causa de un cáncer de mama el 15 de octubre de
1953 (a punto de cumplir los 43 años de edad) y lo hizo en su Alemania natal,
país donde había decidido volver un año antes para pasar sus últimos días.

Fuentes de consulta e imágenes: sports-reference
/ mashable
/ theguardian
/ mujeresenlahistoria
/ diariojudio
/ Wikimedia
commons

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