Cuando Arthur Conan Doyle fue acusado de asesinato con un siglo de retraso

Entre 1887 y 1893, Arthur Conan Doyle publicó dos novelas y 37 relatos cortos en los que el protagonista central era Sherlock Holmes, un personaje que en aquel corto periodo de tiempo llegó a hacerse inmensamente popular entre los lectores de Inglaterra y aquellos países en los que llegaron sus publicaciones.

Pero llegó un momento en el que el propio Conan Dolyle, desbordado por el éxito del sagaz detective londinense, del 212 de Baker Street, decidió dar muerte a su hijo literario junto al su antagonista (el malvado profesor James Moriarty) cayendo ambos por las cataratas de Reichenbach (Suiza) en el relato titulado ‘El problema final’, una historia ambientada en 1891 y que fue publicada en la revista ‘The Strand Magazine’ en diciembre de 1893. La muerte del Holmes conmocionó a las docenas de miles de lectores y muchos fueron los que escribieron cartas amenazantes al propio escritor si no resucitaba al detective.

A pesar de las amenazas, Conan Doyle tardó ocho años en resucitar al personaje de Sherlock Holmes, a partir de agosto de 1901 con una historia titulada ‘El sabueso de los Baskerville’ y que fue publicada por entregas en el The Strand Magazine a lo largo de los siguientes ocho meses (hasta abril de 1902, año en el que apareció publicado en un libro de un solo volumen).

Pero en ‘El sabueso de los Baskerville’ Conan Doyle no había resucitado a Sherlock Holmes, debido que situaba la trama de la historia en 1891, dos años antes de lo acontecido en el relato de ‘El problema final’, por lo que el escritor continuaba dejando suspendido en el aire el interrogante sobre si su famoso detective literario estaba muerto o aparecería en alguna otra publicación cuya trama tuviese lugar después de lo acontecido en las cataratas de Reichenbach.

Esto se resolvió en 1903 cuando volvió a publicar otro relato corto para The Strand Magazine y que llevaba por título ‘La casa deshabitada’, formando parte de la colección de trece relatos ‘El regreso de Sherlock Holmes’. En ella se explica cómo el famoso detective se había salvado de morir tras su pelea con Moriarty y posterior caída por las cataratas.

Pero volviendo a ‘El sabueso de los Baskerville’ (que acabo convirtiéndose en uno de los libros más importantes y vendidos de la historia de la literatura de ficción), cabe destacar que no fue una historia originalmente pensada y desarrollada por el propio Arthur Conan Doyle, sino que recibió ayuda externa de un joven periodista y escritor llamado Bertram Fletcher Robinson.

Se conocieron en julio de 1900 cuando ambos viajaban en barco desde Ciudad del Cabo (Sudáfrica) hasta Southampton (Reino Unido). Durante aquella larga travesía hicieron buenas migas, conversaron largo y tendido sobre literatura y, como no, también del personaje de Sherlock Holmes.

Fue unos meses después, a inicios de 1901, cuando Bertram Fletcher volvió a contactar con Conan Doyle para hablarle de una historia en la que podría encajar perfectamente el personaje de Sherlock Holmes. Era un relato basado en una leyenda popular que, según decían, había tenido lugar en el condado de Devon (aunque en otras partes de Inglaterra también se conocía) y que tenía como protagonista a un fantasmagórico perro.

Doyle aceptó la ayuda de Fletcher para retomar las historias de Sherlock Holmes, aunque no se sabe a ciencia cierta cuál fue la participación de este último en la totalidad de la obra. Lo que sí se sabe es que aparecía nombrado inicialmente en la hoja de créditos, pero posteriormente desapareció cualquier mención en las diferentes reediciones que se realizaron de la novela.

Pero aquella no fue la única colaboración entre ambos escritores. Según consta, Bertram Fletcher Robinson también fue el autor de la idea original del relato ‘El constructor de Norwood’, publicado en 1903, tras ‘La casa deshabitada’.

Pero, el 21 de enero de 1907, Bertram Fletcher falleció a los 36 años de edad a consecuencia de una peritonitis que le sobrevino tras padecer a lo largo de tres semanas de fiebre entérica.

En 2007, poco más de un siglo después de este fallecimiento, Rodger Garrick-Steele, un psicólogo jubilado que se había retirado a vivir a la casa donde residió Bertram Fletcher Robinson, presentó una serie de documentos en los que señalaba que Arthur Conan Doyle estuvo detrás de aquella muerte.

Basándose en una serie de hipótesis, el señor Garrick-Steele presentó un escrito de 446 páginas titulado ‘La casa de los Baskerville’ en el cual da una serie de argumentos para acusar a Conan Doyle de ser el autor intelectual de la muerte de Fletcher.

Según esta investigación (realizada con teorías totalmente infundadas), el creador de Sherlock Holmes habría mantenido una relación sentimental adúltera con Gladys Hill Morris, esposa de Bertram Fletcher Robinson y con la ayuda de esta se le suministró ‘láudano’ (compuesto químico de extracto de opio).

Con la muerte de Fletcher, Conan Doyle se aseguraba que en un futuro este no haría pública su autoría sobre la novela ‘El sabueso de los Baskerville’ y otras que habría escrito y que, en los siguientes años, se las atribuiría el célebre escritor británico.

Muchos han sido los expertos en la obra y vida de Conan Doyle que han estudiado a fondo el trabajo de investigación presentado por Rodger Garrick-Steele, descartando la inmensa totalidad de ellos las acusaciones de asesinato.

Incluso, ante la solicitud de exhumación de los restos de Bertram Fletcher Robinson, para realizar los correspondientes análisis en busca de la supuesta sustancia tóxica que acabó con su vida, el tribunal eclesiástico que debía decidirlo se negó rotundamente a conceder dicha autorización, siendo, además, ridiculizada la investigación y acusación realizada por Rodger Garrick-Steele por el propio canciller del mencionado tribunal (Andrew McFarlane), poniendo punto y final a esta historia rocambolesca historia en la que Arthur Conan Doyle fue acusado de asesinato con un siglo de retraso y sin evidencia alguna.

Fuentes de consulta e imagen: bbc/ independent/ historicmysteries/ Wikimedia commons

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