Cuando el helado sirvió para subir la moral de los soldados estadounidenses en el Pacífico

Tenemos asociado el helado
como un dulce ideal para los días de calor (de ahí que el 80% de la producción anual
sea consumido durante los meses de verano) y sobre todo como un extra o
capricho que darse de vez en cuando. También está muy ligado (a raíz de la
ficción literaria, televisiva y cinematográfica) el hecho de asociar el tomar
un helado como mitigador de la pena o depresión tras haber sufrido alguna
ruptura sentimental.

Actualmente es cada vez mayor el número de nutricionistas
que aconsejan no ingerir helados por norma general, debido a la gran cantidad
de grasa y azúcares que lleva. Pero esta recomendación no es algo que haya
surgido en los últimos años, sino que ya se advirtió a mediados del siglo XX,
incluso en algunos países (entre ellos Estados Unidos) a inicios de la década
de 1940 se calificó al helado como una ‘comida
innecesaria’
, algo que motivó que el ‘Lobby
de heladeros’
tomasen cartas en el asunto ante la posible caída de ventas
que esa calificación provocaría y convencieron a un gran número de
nutricionistas y médicos de la época para que incluyeran el helado dentro de la
‘Official Basic Seven Foods Chart’ (Tabla
oficial de los siete alimentos básicos).

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Hicieron tan bien su campaña de promoción como producto
básico que incluso en 1943 (poco más de un año después de incorporarse los
Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial) se consiguió convencer al propio mando
de las fuerzas armadas norteamericanas que combatían en el Pacífico que un
remedio infalible para subir la moral de los soldados era suministrándoles helado.

Y es que sí que era verdad que los ánimos de la tropa
estaban por los suelos. El bombardeo japonés
de Pearl Harbor
había supuesto un duro golpe para el orgullo patrio, pero
también había que tener en cuenta las altas temperaturas que debían soportar.

Entre los miembros de la US Navy era una costumbre el consumir grandes cantidades de helado
desde hacía tres décadas, cuando se aprobó una ley en 1914 por la que quedaba
totalmente prohibido el consumo de alcohol a bordo de cualquier barco de la Marina
estadounidense y el helado se había convertido desde entonces en un buen
sustitutivo (junto a los chicles y el tabaco).

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La nueva campaña de promoción del helado y la baja moral de
los soldados que operaban en el Pacífico Occidental hizo que se enviaran hasta
allí cantidades ingentes de ese producto el cual era consumido compulsivamente.

Hasta aquel entonces el helado que se suministraba a los
buques de guerra estaba deshidratado, por lo que había que mezclarlo con agua y
se conseguí un cremoso producto con sabor a vainilla.

Ese suministro extra dio buenos resultados y el estado de
ánimo de los soldados iba mejorando según iba pasando el tiempo y más litros de
helado consumían, por lo que a James Forrestal, Secretario de
la Marina de los Estados Unidos, se le ocurrió que cuanto mejor fuese el
producto suministrado a la tropa mayor sería la moral de ésta.

Forrestal consiguió que se le asignara una
partida presupuestaria de un millón de dólares que destino para la construcción
de un barco refrigerado que era capaz de producir algo más de 300 litros de
helado cremoso cada hora.

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El barco fue bautizado como ‘Ice Cream Barge’ y hasta que finalizó
la IIGM estuvo surcando el Océano Pacífico suministrando cantidades ingentes de
helado a todas sus bases.

Muchos son los historiadores que indican que
esa factoría de helado flotante fue realmente uno de los factores determinantes
que ayudaron a ganar un buen número de batallas en el frente del Pacífico
Occidental.

Fuentes de consulta e imágenes: eaglespeak
/ theatlantic
/ taskandpurpose
/ La
Aldea Irreductible
/ whatscookingamerica
/ U.S. Naval
Institute