Albert Einstein
fue una de las mentes más privilegiadas que ha dado la ciencia. Vivía por y
para la física y, aunque en un principio le costó lo indecible el poder
demostrar sus teorías, finalmente fue reconocido mundialmente y hoy en día se
tiene como uno de los científicos más
importantes de la Historia.
Pero la ciencia no era lo único que le interesaba a
Einstein, sintiendo una gran pasión por la música (especialmente en la
ejecución del violín) y teniendo un desmesurado interés hacia las mujeres,
siendo infinidad de nombres femeninos los que se vinculan al currículo sentimental
y sexual del genio alemán.
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Entre las diversas y apasionadas relaciones que el físico
tuvo destaca una historia que en su tiempo pasó prácticamente desapercibida y
que se dio a conocer a mediados de la década de 1990 (Einstein llevaba
fallecido cuarenta años) tras descubrirse unas cartas de amor (en concreto
nueve) que el científico escribió a Margarita
Koniónkova entre 1945 y 1946.
Margarita Koniónkova era la esposa de otro genio, pero en
este caso de la escultura: el ruso Serguéi
Koniónkov. Debido al trabajo de su esposo, en 1923 la pareja inició una
gira por varios países, la cual acabó alargándose 22 años antes de volver a la Unión Soviética (por orden de Stalin) a
finales de 1945.
Ese largo viaje del matrimonio (quienes se habían casado en
1922) los llevó hasta los Estados Unidos instalándose a vivir en Nueva York, donde el escultor montó un
estudio de trabajo y Margarita se dedicó a la vida social americana,
reuniéndose con los más insignes personajes estadounidenses de la época y sus
esposas (entablo una amistad con la Primera Dama Eleonora Roosevelt).
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Uno de eso influyentes personajes fue, sin lugar a dudas,
Albert Einstein, y aunque aparentemente tan solo se trató de una simple amistad
(evidentemente con el componente de admiración al tratarse de una de las mentes
más privilegiadas del momento), nunca trascendió que entre ambos existiera algo
más allá de una cordial amistad (a pesar de la fama de mujeriego del físico).
Einstein enviudó en 1936 (a la edad de 57 años) y, parece
ser, que a lo largo de la siguiente década mantuvo un idilio con Margarita
Koniónkova, quince años menor que él, algo que aunque algunos podían intuir
nunca se llegó a confirmar hasta el hallazgo de las mencionadas cartas.
Pero a finales de 1945 llegó hasta el matrimonio Koniónkov
una orden del mismísimo Iósif Stalin quien
les obligaba a retornar a la Unión Soviética en un trasatlántico que mandó a
Nueva York exprofeso para ello.
La Segunda Guerra Mundial había terminado hacía unos meses y
la URSS se convertía de la noche a la mañana en el enemigo nº 1 de los EEUU. El
dirigente soviético quería que sus ‘genios
nacionales’ (que habían quedado desperdigados por medio planeta a
consecuencia del conflicto bélico) regresasen y entre ellos estaban el escultor
y su esposa.
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Pero al igual que el idilio entre Einstein y Koniónkova no
se conoció hasta décadas después, también se supo posteriormente cuál había
sido la razón principal y verdadera de las numerosas reuniones que mantuvo Margarita
con los insignes personajes de Estados Unidos: espiar para la URSS.
Una de las personas con quien más amistad entabló Margarita,
durante sus años en EEUU, fue el físico Robert
Oppenheimer, quien estaba al frente de las investigaciones para desarrollar
la primera bomba atómica.
Todo parece indicar que, a lo largo de las dos décadas en
las que permaneció en Estados Unidos junto a su esposo, Margarita Koniónkova
tenía el encargo de Stalin de espiar y sacar información de todo aquel
personaje relevante (sobre todo científicos).
Cabe destacar que durante mucho tiempo se ha dudado de si
realmente Margarita Koniónkova había
trabajado como espía para la URSS, surgiendo muchas voces discordantes que no
apoyaban esa teoría, pero cada vez han sido más las pruebas y testimonios (de
ex-agentes del KGB y el NKVD) que han asegurado que sí lo fue.
Por su parte, parece ser que Albert Einstein quedó muy
afectado por la marcha de Margarita a la Unión Soviética, de ahí que las nueve
cartas estén datadas entre noviembre de 1945 y mediados de 1946, pero cabe
destacar que en realidad fueron más de 300 las escritas y enviadas por el científico
a Koniónkova hasta poco antes del fallecimiento de éste en abril de 1955. Esas
otras cartas, según consta, fueron mandadas destruir por la propia Margarita
como una de sus últimas voluntades antes de fallecer en 1980.
Fuentes de consulta e imágenes: nytimes
/ elpais
/ rbth
/ publico
/ abc
/ elpais
/ natgeotv
/ Associated Press
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“Alberto” Einstein]