Antonius Arena fue uno de los grandes teóricos de la danza
y su obra ‘Leges Dansandi’ (Normas
de la danza), escrita en el año 1527, está considerada como uno de los tratados más importantes sobre baile
cortesano (el cual se practicó en las fiestas y ceremonias de las cortes
europeas durante los siglos XV y XVI).
Un escrito en el que el autor detallaba cómo debía
ejecutarse cada paso, pero, sobre todo, en el que daba una serie de utilísimos
consejos respecto a la vestimenta y comportamiento que debían tener los
danzantes durante uno de aquellos encuentros sociales.
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sociedad]
Detalles tan importantes sobre qué tipo de ropas vestir para tal ocasión eran explicadas por Antonius
Arena, quien también describía cómo
debían de ser las reverencias anteriores y posteriores a la ejecución del
baile.
En aquella época las
fiestas de baile cortesano era el evento más importante al que alguien
podía ser invitado y acudir. Era un escaparate de la sociedad y en el que se
podían cerrar tratos entre las familias de jóvenes parejas.
No podemos olvidar que durante la mayor parte de la Historia
los enlaces matrimoniales eran meros
contratos mercantiles entre diferentes clanes familiares que emparejaban a
sus hijos. El acudir a una fiesta en la
Corte representaba poder tener una toma de contacto entre las partes
interesadas.
El tratado ‘Leges Dansandi’ hablaba sobre cómo establecer
ese primer contacto durante un baile y, sobre todo, explicaba de qué forma correcta y educada debían comportarse los
danzantes (especialmente los varones).
Les indicaba cómo debían coger a sus parejas femeninas de la
mano, la delicadeza que había que tener al hacerlo. Antonius Arena insistía en
que había que refinar los modales y
ser sutiles, tanto en los pasos de la danza como en el trato con la pareja.
Calificaba como desgracia el no saber bailar o hacerlo mal.
Quitarse los guantes para coger directamente de la mano a la
dama con la que se bailaba era otro de los consejos y, en caso de que a algún
caballero le sudasen las manos debido al nerviosismo, lo que no debían hacer jamás
era secárselas restregándolas sobre el vestido de su acompañante. Y es que en
aquella época este tipo detalles desagradables no se tenían en cuenta por parte
de muchos jóvenes, algo que, como es natural, arruinaba la velada.
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Pero, en su tratado de danza, Antonius Arena también hacía
hincapié en la higiene personal. Recomendaba comprobar el aliento, para que
este no oliese mal y aconsejaba no comer cebollas ni puerros antes de asistir a
un baile. Si, desafortunadamente, se tenía algún problema de mal aliento,
indicaba enmascararlo tomando una mezcla de hierbas (como la hierbabuena),
junto a especias (clavo y canela) todo ello mezclado en vino.
También aconsejaba mantener la boca cerrada durante la
ejecución del baile, ya no por motivos del aliento, sino para evitar que alguna
mosca que estuviese revoloteando se metiera dentro de la cavidad bucal.
Aunque hoy nos parezca bizarro y de muy mal gusto, en
aquella época era muy común escupir en el suelo o limpiarse los mocos refregándose
la manga por la nariz. Evidentemente era una conducta realizada por las clases
más bajas (que se veía lo más normal del mundo hacerlo), pero debía evitarse
realizarlo en un encuentro o evento social. Algunos eran los jóvenes que
provenían de familias humildes y que habían logrado prosperar socialmente, pero
ocasionalmente les quedaba alguna de aquellas viejas costumbres que, en
sociedad, no estaban bien vistas.
Antonius Arena recomendaba irse tragando la saliva, en caso
de tener ganas de escupir, y evitar que esta gotease de la boca. También
aconsejaba utilizar un pañuelo para limpiarse la nariz y evitar que los mocos
asomasen por esta.
Si durante el baile alguno de los danzantes se percataba de
algún defecto o descuido en las ropas, peinado o rostro de la pareja, el
momento de estar bailando no era el idóneo para comentárselo. Sobre todo
tampoco debía decirse que había visto algún piojo en el pelo. Y es que las
liendres eran muy comunes en la época incluso entre la alta sociedad, debido a
los suntuosos peinados de ‘alto copete’
y la escasa higiene capilar que se tenía.
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También hacía mención a las ventosidades y pedía encarecidamente
no ir ‘soltando pedos’ durante el baile,
debido a que se convertiría en una desagradable experiencia para su pareja de
danza y para el resto de danzantes e invitados. También había que evitar que se
escapara en el momento de hacer la reverencia final, ya que esas ventosidades a
traición solían ser altamente sonoras.
Cabe destacar sobre Antonius Arena que a pesar de haber ser
el autor de este tratado (el cual se hizo inmensamente popular en el siglo XVI),
no se dedicaba profesionalmente a la danza, sino que fue un importante juez y
militar de su época, además de publicar varios libros de poemas.
Fuentes de
consulta e imagen: ‘From
the Ballroom to Hell: Grace and Folly in Nineteenth-century Dance’ de Elizabeth
Aldrich / jstor.org
/ askthepast
/ fullersociety
/ picryl