Roberta Cowell, célebre piloto de carreras y primera mujer transgénero del Reino Unido

El 11 de octubre de 2011, era encontrado en un piso de protección
oficial de Hampton (un suburbio al sudoeste de Londres) el cuerpo sin vida de
una anciana de 93 años. Betty, como
la llamaban los pocos vecinos que habían tenido contacto con ella en los
últimos años, vivía sola y rodeada de montañas de cajas y bolsas (algunas de
cosas inservibles pero otras conteniendo importantes recuerdos de su vida).

Y es que aquella mujer, semidesconocida para la mayoría del vecindario,
guardaba tras de si una de las historias más importantes, trascendentales y
apasionantes del último medio siglo en el Reino Unido: se trataba de Roberta Cowell, la primera mujer
transgénero en realizarse una operación de reasignación de sexo en el país

(en 1951), además de haber sido una célebre piloto de carreras y haber
aparecido en numerosos reportajes y portadas de revistas, además de publicar un
libro autobiográfico titulado ‘Roberta
Cowell’s Story By Herself’
y que llegó a convertirse en un bet seller
cuando se publicó en 1954.

Por deseo expreso de la fallecida (en una instrucciones que
había dejado previamente por escrito), la noticia de su muerte no debía de
trascender a la prensa y incineración y posterior funeral se realizaría en la
más estricta intimidad (tan solo acudieron seis personas).

Había nacido en abril de 1918, cuando tan solo faltaban
siete meses para que finalizara la IGM y en plena pandemia de ‘Gripe
española’
, siendo bautizada como Robert. Pertenecía a una insigne familia,
cuyo padre (Sir
Ernest Marshall Cowell
) era cirujano médico que estaba sirviendo en aquellos
momentos en el frente francés (años más tarde, su progenitor llegaría a
convertirse en el cirujano médico personal del rey Jorge VI) y desde su más
tierna infancia (como suele ocurrir en estos casos) no se sentía bien con el
sexo asignado, aunque creció viviendo y comportándose como un varón.

A muy pronta edad le atrajo la ingeniería y todo lo
relacionado con los automóviles, probando suerte en el mundo de las carreras,
aunque al principio no destacó demasiado llegó a competir en el Gran Premio de
Amberes de 1939.

Tras el estallido de la IIGM se alistó al ejército, donde
sus conocimientos de ingeniería y pilotaje de automóviles le sirvieron para que
se le asignara como destino servir en la Royal Army Service Corps en Islandia,
pero un año después, gracias a sus también conocimientos en pilotar aviones, se
le reasignó a la Royal Air Force, participando en varias misiones.

Durante sus años en la University College de Londres conoció
a Diana Margaret Zelma Carpenter,
quien también estudiaó ingeniería y compartía su afición por los automóviles,
llegando a forjar una estrecha amistad que acabó en boda en junio de 1941 y de cuya
unión nacieron dos hijas.

En noviembre de 1944, mientras llevaba a cabo una misión sobrevolando
una región fronteriza entre la Alemania nazi y los Países Bajos, su avión fue
derribado siendo apresado y conducido a al campo de prisioneros para oficiales
y pilotos de aviación aliados ‘Stalag Luft I’, al norte del país.

Fue allí, mientras permaneció encerrado junto a otros miles
de hombres, donde tomó la determinante decisión de que su cuerpo y género
asignado no se correspondía con lo que realmente sentía: era una mujer.

Tras la liberación (un año después) y regreso al Reino
Unido, empezó a interesarse por todo lo relacionado con el cambio y
reasignación de sexo, leyendo libros sobre el tema y contactando con otras
personas, entre as que se encontraba Michael
Dillon
, un médico británico (nacido como Laura Maud) que fue el primero en someterse a una faloplastia en
Europa
(en 1946) explicando toda su experiencia y testimonio en el
transexualismo en el libro ‘Self: A
Study in Ethics and Endocrinology’
.

A partir de ahí Robert empezó su viaje hacia la reasignación
de sexo como mujer (1950), se separó de su esposa, cambió su nombre por el de
Roberta y en mayo de 1951 fue sometida a
una operación de vaginoplastia
por parte del célebre cirujano, de origen
neozelandés, Harold Gillies, considerado
como el ‘padre de la cirugía plástica’
y quien ya había realizado la faloplastia
a Michael Dillon.

A partir de 1954, ya como total y legalmente mujer, Roberta Cowell decidió recuperar su
afición por los automóviles y volvió a participar en varias carreras,
obteniendo algunos importantes éxitos. Aquel mismo años, tras hacerse pública
su reasignación de sexo, recibió una suculenta oferta por realizar una
entrevista con la revista ‘Picture Post’ y aparecer en la portada (se le pagó
una suma equivalente a un cuarto de millón de euros actuales). También recibió
el encargo editorial de publicar el mencionado libro autobiográfico.

En poco tiempo Roberta Cowell se convirtió en una celebridad
y ejemplo para los movimientos trans. Compaginaba las carreras automovilísticas
con el pilotaje de aviones (invirtió gran parte de su dinero en adquirir un
avión, pero el proyecto fracasó y quedó prácticamente arruinada).

Pero como suele ocurrir con muchos personajes que se
convierten en mediáticos de la noche a la mañana, con aquella misma rapidez
pasó al olvido, dando su última entrevista
en 1972 (cuando tenía 54 años de edad) al prestigioso periodista Michael
Bateman para el ‘Sunday Times’
. Después de ahí, su estela pública fue poco
a poco despareciendo. A inicios de la década de 1990, ya jubilada, se trasladó
a vivir a un piso de protección oficial en el suburbio de Hampton, donde viviría
el resto de su vida en soledad y donde mantuvo su anonimato, siendo conocida
como Betty por los pocos vecinos con los que se relacionó en las siguientes dos
décadas.

La noticia de su fallecimiento no fue dada a conocer públicamente
hasta dos años después (2013), cuando el
diario ‘The Independent’ publicó un artículo
.

Fuentes de
consulta e imágenes: The Independent / nytimes / listal / lizhodgkinson / University College London / The
Telegraph
/ britishpathe
/ gettyimages

Más historias que te pueden interesar: