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Se cumplen 35 años de uno de los casos más infames que han
tenido lugar en España en el último medio siglo: el envenenamiento por aceite de colza desnaturalizado con anilina
(destinado para el uso industrial) y que afectó a más de 20.000 personas de las
que alrededor de un millar fallecieron (aunque
se establece que indirectamente se puede haber alcanzado los 2.500 fallecidos).
Un asunto que llenó miles de páginas en los diarios e
incontables horas en informativos y reportajes de televisión que fue tratado de
modo erróneo desde el primer momento y cuyos culpables, tras muchos
años de espera de un juicio justo, se salieron de rositas: fueron absueltos 25
de los 38 procesado y la pena mayor a los máximos responsables no llegó a los
20 años de prisión (que no cumplieron en su totalidad) y unas irrisorias multas, cuando en realidad la fiscalía pedía penas de hasta
sesenta mil años para cada uno de los acusados e indemnizaciones multimillonarias.
Tuvo que pasar 16 años para que los afectados fueran indemnizados, tras la sentencia del Tribunal Supremo de 1997 en el que
obligó al Estado a hacerse cargo del pago de seiscientos mil millones de
pesetas (cerca de cuatro mil millones de euros).
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También es digno de mencionar el tratamiento que se le dio
por parte de algunos medios de comunicación que titulaban sus noticias sobre el
asunto como ‘intoxicación’ o ‘síndrome tóxico’ cuando en realidad había sido un
envenenamiento que se había realizado de manera consciente y con ánimo de lucro
por parte de una serie de personas que desviaron y vendieron para el consumo
humano un aceite desnaturalizado con anilina y que debía ser usado únicamente para
maquinaria industrial.
La anilina
es un compuesto orgánico de alta toxicidad y que es utilizado comúnmente para
fabricar productos químicos, pinturas sintéticas y barnices e incluso
explosivos. Resulta altamente toxica ya
no solo al ser ingerida, sino también al inhalarla o al estar en contacto con
la piel. Este compuesto es con el que se desnaturalizó el aceite de colza que
posteriormente y con total impunidad fue puesto a la venta para el consumo
humano.
Lo lamentable del asunto es que la inmensa mayoría de los
afectados eran personas de clase obrera, con pocos recursos y que para poder
llegar a final de mes compraban el aceite a granel a vendedores ambulantes que se
lo dejaban muchísimo más barato que el que se vendía embotellado en los comercios.
Lo más graves es que las personas que habían lanzado ese aceite de colza a la venta eran totalmente conscientes
de la toxicidad del mismo y aún y así ganaron grandes cantidades de dinero con
su comercialización sin importarles lo más mínimo el envenenamiento de aquellos
que lo consumirían.
Fue en mayo de 1981, concretamente el día 1, cuando se
detectó el primer caso. Jaime Vaquero
García, un niño de ocho años de edad, fallecía en una ambulancia que lo
trasladaba desde la madrileña población de Torrejón de Ardoz hasta la Ciudad Sanitaria de La Paz. Llevaba
unos días encontrándose mal, con fiebre, algunas convulsiones y temblores.
Cuando llegó al hospital los médicos no supieron diagnosticar
a ciencia cierta qué es lo que le había ocurrido al pequeño Jaime y en un
principio dijeron a la familia que el fallecimiento se había producido debido a
una insuficiencia pulmonar aguda.
Pero los síntomas que había
presentado el niño eran muy similares al de otros pacientes que durante
aquellos días habían atendido en el hospital y otros centros médicos de la
provincia de Madrid, por lo que se comenzó a pensar de una posible intoxicación
por algún alimento en mal estado. El hecho de que otros miembros de la familia Vaquero
García cayesen enfermos en los siguientes días dio que pensar que se
encontraban ante un brote de legionela.
No dejes de leer la segunda entrega del post 35 años del ‘síndrome tóxico’, el mayor
caso de envenenamiento por aceite de colza en España
Fuentes de consulta e imágenes de las hemerotecas y archivos
de: La Vanguardia / El
Mundo / ABC / El País
/ RTVE / 20
minutos / Hemeroteca
del Ministerio de Cultura
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