Aquellos que paseen por la población sevillana de Coria del Río se encontrarán con un monumento dedicado a la memoria de un samurái, que encabezó el séquito de una expedición diplomática que viajó hasta España en el siglo XVII y que residió en aquel lugar. Esta es la historia de cómo llegaron hasta allí…
Hubo un tiempo en el que los navegantes españoles llegaban a casi cualquier rincón del planeta con la misión de evangelizar y/o colonizar a las poblaciones de otros países. En 1608 fue enviado a Japón desde Filipinas (donde se encontraba desde hacía una década) el fraile franciscano Luis Sotelo. Su misión sería catequizar a los habitantes del área de Tokio y establecer allí una iglesia permanente.
El religioso quedó gratamente sorprendido al comprobar el modelo de sociedad del país, estableciendo rápidamente unos fuertes vínculos de amistad y cooperación con los representantes del gobierno nipón.
Sus labores evangelizadoras le llevaron a conocer a Date Masamune, un importante samurái que ejercía como administrador de la provincia de Mutsu. La amistad surgida entre ambos hizo posible poner en marcha el ambicioso proyecto de enviar delegaciones diplomáticas japonesas a lugares tan lejanos de allí como el continente americano o la vieja Europa.
Masamune puso todo su empeño para que la expedición fuese un éxito, y para ello hizo construir un galeón con el que se realizaría el viaje por la ruta del Océano Pacífico. Al frente colocó a su hombre de mayor confianza: Hasekura Tsunenaga, otro importante samurái con el que había compartido docenas de batallas.
Todo se dispuso para que el galeón partiese desde Japón el 28 de octubre de 1613. Entre los pasajeros figuraba Luis Sotelo, el propio Hasekura Tsunenaga y un buen número de samuráis, comerciantes japoneses, marineros y personal de servicio. La primera parada se realizaría en Acapulco, donde llegó tras estar tres meses navegando dirección Este.
Tras varios meses en la zona y establecidos un buen número de acuerdos con Nueva España (nombre que recibió México por aquel entonces), la expedición nipona partió rumbo a España. Allí les esperaba el monarca Felipe III, quien se encontraba exultante de felicidad al saber que podría tener acuerdos comerciales y diplomáticos con Japón.
El galeón, bautizado por la tripulación de origen española como «San Juan Bautista» y por la japonesa como «Date Maru», cruzó el Atlántico y llegó a su destino el 20 de diciembre.
La proximidad de las fiestas navideñas hizo que Luis Sotelo ofreciese pasar unos días a los miembros de la delegación en compañía de la comunidad franciscana de Sevilla, de donde era originario el fraile.
Tras el paso al nuevo año (1615), la expedición japonesa se trasladó hasta la Villa y Corte de Madrid, donde se reunirían el 30 de enero con el rey y a quién Hasekura Tsunenaga le haría entrega de una carta del propio Date Masamune.
La disposición de ambos por llegar a firmes acuerdos económicos y diplomáticos se vio favorecida por la conversión al cristianismo de un gran número de representantes nipones que habían viajado hasta allí.
El propio Hasekura fue bautizado en la fe católica, adoptando el nombre de «Felipe Francisco Faxicura», y con el que firmaría a partir de entonces todos los acuerdos a los que llegó en el viejo continente. Esta conversión ayudó para poder ser recibido por el propio Papa Pablo V.
Su periplo viajero llevó a la delegación hasta Francia, atracando el galeón en Saint Tropez y manteniendo un fructífero encuentro que se convirtió en la primera vez en la que se realizaba el contacto entre ambas naciones.
Después de ahí se trasladaron hasta Roma, donde fueron recibidos con todos los honores por el Sumo Pontífice y se firmaron unos importantes acuerdos para desplazar hasta Japón a un nutrido grupo de misioneros cristianos.
De vuelta a España, Felipe Francisco Faxicura y sus hombres permanecieron un largo tiempo en Sevilla, desde donde se preparó todo para el largo viaje de vuelta hacia el país del sol naciente.
El mes de junio de 1617 era el elegido para que la expedición embarcarse de retorno, pero algunos de los integrantes se habían instalado y creado su nueva familia en la población sevillana de Coria del Río, por lo que decidieron quedarse a vivir allí para siempre.
Esta es la razón por la que en Coria del Río existe un monumento dedicado a la memoria de Hasekura Tsunenaga y por la que un gran número de habitantes tengan unos característicos rasgos orientales.
Fuentes de consulta: Revista Iberia Vieja / historiajaponesa