Hace aproximadamente un año, en ¡QUÉ HISTORIA! os traía un espeluznante relato sobre Mary Ann Robson, quien a mediados del siglo XIX se convirtió en la primera asesina en serie de Inglaterra y de cómo acabó con la vida de sus 11 hijos, 3 maridos, 1 amante, su propia madre, su cuñada y 4 hijastros.
En esta ocasión retrocedemos veinte siglos atrás para encontrar la que fue considerada primera asesina en serie de toda la Historia, situándose la acción en la época de la Antigua Roma, un tiempo en el que las traiciones y asesinatos estaban a la orden del día.
Estoy seguro que en múltiples ocasiones habréis leído algún libro, novela, artículo o visto en películas, documentales o series, todos los tejemanejes que había en la sociedad romana de entonces.
La protagonista de la entrada de hoy se llamaba Locusta, una esclava llevada a Roma desde la Galia y que fue adquirida por la todopoderosa y perversa Julia Vipsania Agripina, más conocida como Agripina la Menor y fue por encargo de ésta donde se encuentra el primer crimen (documentado) perpetrado por su sirvienta… el primero de un gran número de crímenes que harían cambiar el devenir de la Historia.
La nueva ama de Locusta observó como su esclava tenía unos excelentes conocimientos sobre todo tipo de hierbas medicinales, así como de plantas tóxicas y venenosas, proponiéndole (a cambio de tener ciertos privilegios) que le confeccionase un potente veneno capaz de acabar con la vida de su tercer esposo, el emperador Claudio.
El encargo de Agripina fue llevado a cabo a la perfección y el 13 de octubre del año 54 d.C. le fue servido a Claudio un plato de su manjar preferido: setas. Entre ellas se encontraban un puñado de la variedad “amanita phalloides” altamente venenosas. Pero no solo falleció el emperador a causa de ingerir las setas venenosas, sino que en el vino que bebió en el momento de empezar a ahogarse también llevaba una sustancia tóxica, lo mismo que la punta de la pluma de avestruz con la que se le intentó provocar el vomito.
Un plan perfecto que no solo fue bien valorado por Agripina la Menor, ya que Nerón, el nuevo emperador e hijo de ésta y su primer esposo, el cónsul romano Enobarbo, decidió ponerla bajo su servicio, con la intención de que le ayudase a acabar con la vida de un buen número de personas de su entorno que no eran de su agrado, entre ellos su hermanastro de 14 años Tiberio Claudio César (conocido por todos como Británico).
Locusta fue bien remunerada y recompensada por sus servicios, convirtiéndose en una persona imprescindible para los planes de Nerón. El nuevo emperador la recompensó regalándole una casa en la que vivir libremente y unos terrenos en los que cultivaría las plantas venenosas con las que realizaba los encargos.
También la facultó para ejercer como instructora y enseñar sus artes con las plantas tóxicas a nuevas discípulas que se harían cargo del negocio el día que Locusta ya no pudiera ejercerlo.
Se calcula que, en los 14 años en los que Nerón ocupó el cargo de emperador, Locusta acabó con la vida de unas 400 personas, esto sin contar las decenas de animales y mascotas con las que experimentó y utilizó para probar sus diferentes venenos.
La caída de Nerón marcó el fin de la primera asesina en serie de la Historia, ya que tras la muerte y sustitución del emperador, un gran número de dedos la señalaron como la principal responsable de tantísimos asesinatos.
Algunas crónicas cuentan que el final de Locusta fue todavía más trágico que el de sus propias víctimas y relatan cómo Servio Sulpicio Galba, emperador que sustituyó en el cargo a Nerón, la condenó a morir de una manera atroz, poniéndola a la vista de todo el mundo en el circo romano mientras era violada por una jirafa amaestrada y finalmente devorada por unos hambrientos leones.
Evidentemente, es mucho más creíble lo segundo que la parte de la jirafa, pero en la literatura de la época no existe otra versión, sobre el trágico final de Locusta, que no sea esta.