En el último cuarto del siglo XIX una cancioncilla se hizo muy popular entre el pueblo, la cual decía: “Dónde vas Alfonso XII, dónde vas triste de ti. Voy en busca de Mercedes, que ayer tarde no la vi”. Esta tonadilla de melodía y letra pegadizas estaba dedicada al por entonces rey de España, quién se había convertido en un desconsolado viudo que lloraba amargamente las penas al recordar a su amada y difunta esposa.
Un matrimonio que tan solo había durado poco menos de medio año, tras enfermar y fallecer a causa del tifus María de las Mercedes de Orleans y Borbón, esposa y prima del rey.
Las crónicas de la época relataron la gran pena que tuvo Alfonso XII y cómo visitaba a diario el panteón en el que había sido enterrada su amada. O al menos esa era la parte romántica de la historia y la que se daba a conocer a través de las publicaciones en prensa. En realidad al afligido viudo le duró bien poco el desconsuelo, debido a que en tan solo unos meses ya se había organizado todo para que tomase como esposa a María Cristina de Habsburgo-Lorena en segundas nupcias.
Pero no solo esto alivió el dolor de Alfonso XII, ya que en los meses que transcurrieron entre que quedó viudo y volvió a casarse (apenas un año) comenzó una relación sentimental con la que se considera que fue el gran amor de su vida: Elena Sanz, una cantante de ópera 13 años mayor que el monarca (por aquel entonces el rey contaba con 21 años) y que provenía de una aristocrática familia.
Alfonso XII había conocido a Elena cuando él tenía 15 años, y ya por entonces quedó prendado de ella. No volvieron a verse en los siguientes años, pero tras enviudar de su primer matrimonio, el destino hizo que el rey acudiese al estreno de una ópera, donde volvieron a coincidir; convirtiéndola en su amante y haciendo que se retirase de su exitosa carrera como cantante lírica.
Elena se instaló a vivir en las proximidades del Palacio Real de Madrid. Lugar en el que tuvieron sus apasionados encuentros amorosos.
Una relación que contaba con beneplácito de Isabel II, quien llegaría a declarar en petit comité que Elena Sanz era “su nuera ante Dios”. Tan solo se le pidió al rey y a su amada una total discreción, planificándose un matrimonio de alta conveniencia para la estabilidad de la Casa Real y sin poner impedimento alguno para que los amantes pudiesen seguir viéndose.
Alfonso XII tan solo vivió seis años más (falleció en 1885 tras padecer una tuberculosis), pero en ese tiempo dejó una prole de cinco hijos, dos de los cuales fueron declarados bastardos y a los que nunca se les reconoció como herederos del rey de España, a pesar de que el primogénito (nacido fuera del matrimonio) fue bautizado con el nombre de Alfonso, pero no se le permitió llevar el apellido paterno.
Quien peor llevó todo este asunto fue la esposa del rey, María Cristina, teniendo que tragarse el orgullo y no poder hacer nada al respecto, mientras veía como su esposo realizaba continuas visitas a su amante, teniendo totalmente descuidadas sus obligaciones conyugales.
Pero el momento de venganza de la reina consorte llegó tras la muerte del rey, ya que ésta se ocupó (previo pago) de que Elena Sanz y los dos hijos bastardos de Alfonso XII desaparecieran de Madrid, enviándolos a residir a París y bajo la firma de un contrato en el que renunciaban a cualquier petición, comprometiéndose a no reclamar el apellido Borbón ni ninguno de los privilegios que correspondían.
Así es como Alfonso XIII, el que fuera hijo póstumo del rey (nació seis meses después del fallecimiento de su padre) se convirtió en el heredero al trono de España, pasando por delante de sus dos hermanos mayores nacidos de la relación extraconyugal de su padre con Elena Sanz.
Pero hay quien se atreve a ir un paso más allá e intentar asegurar que, en realidad, Alfonso XIII no fue hijo natural de la reina María Cristina, sino que ésta parió a una niña y al verse la Casa Real sin heredero intercambió a la pequeña con un recién nacido varón, fruto de la relación que mantuvo Alfonso XII con Adela Lucia Almerich, según relata en su libro ‘La última amante del rey romántico’ el historiador Norberto Mesado.
A pesar de vivir tan solo 27 años, el currículo sentimental del bisabuelo de nuestro actual rey estuvo cargado de amantes e hijos bastardos, muchos de ellos olvidados y/o ignorados por la historia.