Existe un tipo de asiento papal conocido como ‘sedia stercoraria’, el cual dispone de un agujero en el centro del mismo. Según numerosos escritos éste se utilizaba una vez elegido nuevo Papa tras el cónclave y su función era para determinar, mediante el palpado testicular por parte de un joven diácono, si el recién escogido nuevo pontífice era varón.
Una vez comprobada la masculinidad del Papa, el encargado de realizar dicha tarea debía decir «testiculos habet» (tiene testículos) o «habet duos testiculos et bene pendentes» (tiene dos testículos y cuelgan bien). Dicho esto comenzaba toda la liturgia de coronación del nuevo Sumo Pontífice.
Mucha es la literatura, documentación e ilustraciones que existe sobre este extraño proceder para verificar si el recién escogido Papa disponía de atributos masculinos, aunque la Iglesia Católica nunca ha confirmado oficialmente que se realizase tal ritual.
Todo parece indicar, según numerosas leyendas, que en el siglo IX se produjo el caso de que una mujer de origen inglés (algunas fuentes indican que era germana) consiguió hacerse pasar por hombre y llegar a ser nombrada Papa de Roma y con los años ser conocida como la Papisa Juana.
No existe documentación oficial que pueda verificar que la historia llegase a ocurrir realmente y, evidentemente, nuevamente la Iglesia Católica vuelve a negar cualquier posibilidad de que en realidad ocurriesen unos hechos como los que tantos relatos tratan de explicar.
Lo más conocido de esta leyenda es la historia de cómo fue descubierta la verdadera identidad sexual del Papa, que tuvo lugar durante el transcurso de una procesión del Corpus Christi cuyo recorrido iba desde la Plaza de San Pedro del Vaticano hasta San Juan de Letrán (Catedral de Roma).
En un momento del recorrido el Papa se llevó las manos a su abdomen y comenzó a retorcerse de dolor, cayendo al suelo y apareciendo de su entrepierna un recién nacido.
Ante el asombro de todos los presentes comenzó a producirse una algarabía que acabo con un grupo de ciudadanos gritando por la ofensa a Dios cometida por la mujer Papa, acabando con su vida y la del bebé a base de golpearles con palos y lanzamientos de piedras.
Aunque hay numerosos escritos al respecto de este lamentable episodio, ninguno precisa fechas concretas, habiendo bailes de fechas que lo sitúan dos décadas arriba o abajo (entre el 855 y 872). Tampoco podemos encontrar documento alguno en el que figure el nombre con el que realizó su pontificado (aunque se barajan varios, entre ellos el de Juan VIII o Benedicto III) existiendo papas que utilizaron esos nombres, pero que nada tuvieron que ver con la que llegaría a ser conocida como Papisa Juana.
Lo único que vincula esta leyenda con Juan VIII es la hipótesis de que la historia se inventase para desprestigiar al Papa, debido a su actitud benevolente con otras iglesias, sobre todo la proveniente de Oriente. Esto provocó que fuese tachado de poco varonil y se supone que ello acabó desembocando en que se le llamase en algún momento Papisa Juana en lugar de Papa Juan. Pero como comento más arriba, poco o nada sobre el tema está confirmado y la documentación que existe no está avalada por la curia eclesiástica.
Fuentes de consulta: lavoceditutti / zetetique