El incidente con el veterano poeta Robert Frost que provocó el despido en The New Yorker del joven Truman Capote

Robert Frost y Truman Capote han sido considerados como dos genios en sus respectivos campos literarios, el primero como poeta y el segundo como novelista. Pertenecían a generaciones muy diferentes (Frost nació en 1874 y Capote medio siglo después, en 1924) y, además destacaron por tener una fuerte y muy particular personalidad.

A pesar de esas coincidencias (y algunas más, menos reseñables) llevaron carreras muy diferentes y alejadas, coincidiendo tan solo una vez en un mismo lugar (o al menos es lo que consta en las respectivas biografías de ambos autores).

Fue en 1944, durante la Conferencia de escritores de Middlebury Bread Loaf (en Vermont), un evento anual que llevaba dos décadas celebrándose siendo Robert Frost uno de sus creadores y mayores impulsores (hoy en día todavía sigue realizándose).

Durante varios días se llevaban a cabo diferentes actividades, entre ellas lecturas dramatizadas, talleres de escritura y masterclass por destacados literatos y encuentros en los que los aspirantes a escritores tenían la posibilidad de conocer en persona a sus autores favoritos.

Como ya venía siendo habitual, desde que se iniciaron estas conferencias de escritores, en 1926, Robert Frost tenía una jornada reservada exclusivamente a repasar alguna de sus obras y realizar una lectura para los asistentes.

Y uno de aquellos asistentes era un jovencísimo Truman Capote, de 19 años de edad. No se sabe a ciencia cierta el motivo por el que, el entonces aspirante a escritor, se encontraba allí (nunca había mostrado interés por la poesía de Frost) y dependiendo de la fuente que se consulte nos da una razón diferente; incluso el propio Capote cambió la versión sobre el motivo de su presencia en la conferencia en diferentes entrevistas cada vez que se le preguntó por el incidente que tendría lugar y que le costaría su empleo.

Hacía dos años que Truman Capote (con 17 recién cumplidos) había entrado a trabajar en ‘The New Yorker’. Su trabajo en la revista era de ‘chico para todo’ y tanto le mandaban realizar copias de escritos, como ir a por cafés, atender la correspondencia o corregir textos.

A partir de aquí difieren las distintas versiones sobre el motivo que llevó a Capote a Vermont durante aquellas jornadas literarias. Algunas fuentes señalan que fue enviado por The New Yorker para cubrir la conferencia, pero es extraño que siendo por aquel entonces un simple chico de los recados la revista le hubiese encargado escribir una reseña sobre el evento.

También hay quien indica (entre ellos en una entrevista ofrecida por el propio Truman Capote, aunque en otras daba una versión distinta) que simplemente estaba pasando unos días de vacaciones en Vermont y que su presencia en el recital poético de Robert Frost se debió a la insistencia del propietario del hotel en el que se alojaba y que era el lugar donde se realizaba.

Según cuentan, Capote se encontraba algo resfriado aquel día y había decidido quedarse en su habitación, pero el insistente hostelero hizo que finalmente aceptara la invitación a acudir de mala gana.

A mitad del recital poético de Frost, Capote se levantó con intención de marcharse (según cuentan algunas fuentes, a causa del empeoramiento de su resfriado). El veterano poeta, al verse interrumpido por aquel insolente espontaneo que se levantó en medio de su declamación poética, entró en cólera y lanzó contra él el libro que llevaba entre sus manos. Preguntó de quién se trataba y el propietario del local le respondió que trabajaba para The New Yorker.

Otras versiones (también defendida por el propio Capote en alguna ocasión) dicen que, durante el recital, un mosquito le picó en el tobillo, no pudiendo aguantar el escozor y al agacharse para rascarse, Robert Frost creyó que por su postura era un asistente que se había quedado dormido durante el recital y le lanzó el libro.

Sea cual fuere la verdadera razón por la que Truman Capote se encontraba allí y provocó la interrupción y posterior lanzamiento del libro por parte del poeta, lo que sí se sabe es que Frost contactó con Harold Ross, editor fundador de la revista, y el joven empleado fue despedido fulminantemente del The New Yorker.

Sobre el incidente con Robert Frost, Truman Capote dijo en cierta ocasión que el poeta era […] el hombre más malvado que alguna vez respiró[…].

Fuentes de consulta e imágenes: washingtonpost / Conversations with Capote / Wallace Stegner and the American West / thresholds/ Wikimedia commons

Más historias que te pueden interesar: