El día que 20.000 personas abandonaron la ciudad de Londres ante la llegada del ‘Fin del Mundo’

Numerosísimas han sido las ocasiones en las que, a lo largo
de toda la Historia, alguna persona, colectivo o cultura ha realizado alguna
profecía o predicción que estaba relacionada con el Fin del Mundo.

De los centenares de
vaticinios que se han realizado, el que tuvo lugar durante el primer
cuarto del siglo XVI es, posiblemente, uno de los más famosos de la época y el
que, quizás, más personas llegó a movilizar.

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Un grupo de destacados astrólogos se reunieron durante el
mes de junio del año 1523 y tras aportar cada uno de ellos sus conocimientos
para llegar a la conclusión que el 1 de febrero de 1524 era la fecha señalada
para la llegada del Fin del Mundo, el cual se produciría con devastadoras inundaciones
en la ciudad de Londres.

A lo largo de los siguientes meses la noticia de la
mencionada predicción se fue extendiendo entre la población, siendo muchos los
religiosos que, desde sus púlpitos, anunciaban la llegada de un nuevo ‘Diluvio Universal’,
algo que provocó que fueran muchísimos los ciudadanos que comenzaran a
inquietarse (debemos tener en cuenta que en aquella época la mayoría de la
población era profundamente creyente y ‘temerosa de la ira de Dios’).

Las semanas previas se dieron curiosos episodios como el
aprovisionamiento masivo de comida por parte de los más pudientes, entre ellos
los religiosos de la iglesia de Saint Bartholomew (en Smithfield, al noroeste del
actual Londres), quienes aparte de almacenar comida para un par de meses convirtieron
la parroquia en una auténtica fortaleza.

A una semana del anunciado Fin del Mundo, llegaron noticias
alarmantes desde el continente en el que se anunciaba que el astrólogo Nicolás
Peranzonus, basándose en la conjunción de todos los planetas en Piscis, había realizado
una predicción similar a la de los astrólogos londinenses y anunciaba
catastróficas inundaciones para el mes de febrero que traerían la destrucción
de la vida en el planeta.

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Este hecho acabó de convencer a los más escépticos y,
llegado el 1 de febrero, alrededor de 20.000 personas abandonaban sus hogares
para dirigirse a las afueras de la ciudad y colocarse en estratégicos lugares
de mayor altura.

Uno de esos lugares fue ‘Harrow on the Hill’, una colina,
por aquel entonces hacia las afueras de Londres, a la que subieron varias
barcas con las que navegar y sobrevivir en el momentos del diluvio.

Pero pasó aquel anunciado día y sobre la capital londinense
no había caído ni una sola gota de lluvia. Al día siguiente tampoco, ni al otro
y ni tan siquiera en toda la semana que lo precedió. Algo además insólito en
una población acostumbrada a que cada dos por tres llueva, aunque fuera una
pequeña llovizna.

Los astrólogos londinenses, reunidos de nuevo, anunciaron
que habían cometido un pequeño error de cálculo y que el anunciado diluvio que
traería el Fin del Mundo no llegaría hasta el 1 de febrero de 1624, o sea, un siglo
después.

Según indican las crónicas (y por lo que hemos podido comprobar)
cien años más tarde tampoco llegaría el anunciado fin del mundo, ni lo ha hecho
en las centenares de ocasiones en las que se ha vaticinado tal acontecimiento.

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