Cuando se obligó a los automovilistas a llevar a alguien andando agitando una bandera roja

El periodo conocido como ‘Revolución Industrial’ (desde mediados del siglo XVIII al primer cuarto del XIX) será conocido por ser el primero en la historia en el que se avanzó de una manera abismal en todos los sectores de la sociedad y en el que se comenzó a dejar atrás la vida y costumbres ancestrales que llevaban realizándose desde un buen puñado de siglos.

En pocas décadas el progreso llevó comodidad a infinidad de hogares, la clase trabajadora tuvo oportunidades de emplearse en puestos que no eran meramente agrícola o artesanales y se modernizó la forma de transporte colectivo, pasando de carros tirados por animales a grandes locomotoras a vapor.

Este fue quizás uno de los puntos que más asustó a muchos de los habitantes de gran cantidad de lugares en los que vieron atravesar sus poblaciones por una inmensa mole de hierro y que hacía un ruido espantoso.

Hubo incluso lugares en los que se intentó impedir que los ‘caballos de hierro’ (como se llegó a conocer en sus orígenes al ferrocarril) atravesaran sus propiedades.

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En el Reino Unido, una de las naciones pioneras y que más hizo en el avance y progreso durante el siglo XIX, llegó un momento en el que el pánico (por parte de unos) o repulsa (por pate de otros) que hubo hacia el ferrocarril era tan extendido que se tuvo que legislar una serie de leyes restrictivas que fueron conocidas como ‘Locomotive Acts’.

La primera de ellas ‘The Locomotives on Highways Act’ fue aprobada en 1861 y en ella se limitó, entre otras cosas, el volumen, peso (12 toneladas) o velocidad máxima de las locomotoras (a 16 kilómetros por hora).

Pero la siguiente ley, aprobada en 1865, fue quizás la más conocida a la vez que sorprendente por las limitaciones que imponía, ya no solo a los ferrocarriles sino a los automóviles que acababan de aparecer.

Esos primeros autos funcionaban con un motor a vapor (como el de las locomotoras) y se limitó su velocidad a 3 km/hora en los núcleos urbanos y a 6 Km/hora por el resto de las carreteras del país. Esto afectó no solo a Inglaterra, sino a todas aquellas naciones que pertenecían o estaban bajo el mando de la Corona Británica, exceptuando a la Isla de Man que se regía por un estatus especial y aunque en esa época no había automóviles circulando por ella, sí que se benefició de ello décadas después debido a que la mayoría de restricciones de esa ley permanecieron en vigencia hasta 1896.

Pero la ley de 1865 si fue conocida por algo es por el nombre que se le dio: ‘Red Flag Act’ (Ley de la Bandera Roja). Esto fue debido a que uno de sus puntos indicaba que era obligatorio que los automóviles debían llevar tres personas: un conductor y un fogonero (que debía ir alimentando el motor de vapor) a bordo y un tercer individuo que debía ir andando unos metros por delante del auto y que iba provisto de un banderín rojo (posteriormente muchos fueron los que portaban una linterna o farol de dicho color) que debía ir moviendo para advertir a los transeúntes que se acercaba un vehículo motorizado.

Con ello quería evitarse cualquier accidente o percance, ya fuera el atropello de un peatón como de animales de cargar, ganado, jinetes, coches de caballo… todo lo que, por aquel entonces era común que transitase por las calles y carreteras británicas y que no se esperasen que de pronto apareciera un vehículo motorizado que podría causar graves daños.

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Y ya no solo se avisaba con la bandera roja para evitar atropellos, sino que era una manera de avisar de su proximidad para que se apartaran y no les pillara la onda expansiva en caso de que el motor explotara (bastante común en los primeros motores a vapor).

El problema de estas medidas y limitaciones fue que de nada ayudó a la emergente industria automovilística del Reino Unido, por lo que gran parte de su desarrollo se lo llevaron otros países europeos menos restrictivos y de ahí que el mercado automovilístico británico no brillase hasta bien entrado el siglo XX.

Cabe destacar que, hacia finales del siglo XIX (cuando en el Reino Unido ya se habían quitado o modificado la mayoría de las restricciones) hubo algún que otro Estado norteamericano que intentó reglar la circulación y uso de los automóviles por sus carreteras (automóviles que por entonces ya se fabricaban con motor de combustión interna) imitando a la Red Flag Act británica. Entre esos Estados estaba Pensilvania y Vermont, pero estas limitaciones y normas en las que obligaban a agitar una bandera roja no tuvieron éxito alguno y rápidamente fueron retiradas.

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