Cuando Marie Curie ayudó a un millón de heridos en la Primera Guerra Mundial

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Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el 28 de julio de
1914, la científica de origen polaco Marie
Curie
(cuyo verdadero nombre era Maria
Salomea Skłodowska
) contaba con 46 años de edad y una más que brillante
carrera.

Ya había obtenido dos Premios
Nobel
(el primero de Física en
1903 junto a su esposo Pierre Curie
y el también físico francés Antoine
Henry Becquerel
y el segundo de Química
en 1911). Por aquel entonces era la única persona en haber sido galardonada dos
veces con el Nobel (y a día de hoy única
mujer en conseguirlo dos vece
s) y se podía considerar como la científica más importante del momento.

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Eso no sirvió de excusa para que decidiera tomar partido y ponerse
al servicio de Francia con intención de ayudar
a salvar la vida de los soldados heridos
.

Los primeros meses del conflicto bélico una de las
prioridades había sido poner a buen recaudo todo el material radiológico, el
cual estaba considerado como un tesoro nacional. Para ello se trasladó gran
parte de su material recogido en el Instituto
del Radio y el Museo Curie
(financiado por la Universidad de París y el
Instituto Pasteur) hasta Burdeos.

Una vez a salvo todo su legado del Instituto Curie era hora
de ayudar a los militares que luchaban en el frente. Una de las primeras cosas
que quiso hacer fue vender las dos medallas de oro recibidas junto al Premio
Nobel, pero el Banco Nacional de Francia se negó a admitirlas. Entonces no dudó
en invertir todo el dinero en metálico que disponía para adquirir bonos de
guerra y así ayudar a sufragar los gastos de Francia en el conflicto bélico.

Sabía que era fundamental para salvar miles de vidas el poder
hacer un buen diagnóstico de los heriros y para ello se requerían unidades
móviles con aparatos de rayos X con los que poder hacer placas y ser mucho más
efectivos.

Ella misma diseñó cómo debían ser las ambulancias en las que
se colocaría los dispositivos móviles para radiografiar a los heridos e
instruyó a un buen número de enfermeras, médicos y voluntarios en su correcto
uso.

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La propia Marie Curie acudió al frente en una de esas
ambulancias y atendió personalmente a numerosos soldados heridos que
necesitaban realizarse una placa radiográfica.

Contó con la inestimable colaboración de su hija Irène, quien estaba a punto de cumplir
18 años de edad (también ganaría el Premio Nobel de Química en 1935). Las ‘petit Curie’ (pequeñas Curie), nombre
con el que fueron conocidas las ambulancias radiológicas recorrieron gran parte del frente.

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En los cuatro años que estas
ambulancias estuvieron a disposición del ejército francés se calcula que fueron
más de un millón los soldados atendidos, salvando la vida a un gran número de
estos.

Muchas fueron las personas
que llegaron a cuestionarse si realmente Marie Curie había hecho bien en
arriesgar su vida yendo a ayudar en el frente de guerra, cuando podría haber
estado a salvo e investigando en un laboratorio. Pero tal y como dijo la gran
científica, en una carta remitida a su colega Paul Langevin, el 1 de enero de 1915:

[…]Estoy decidida a poner todas mis fuerzas al servicio de
mi país adoptivo, ya que no puedo hacer nada por mi desgraciado país natal en
este momento […]

Fuentes de consulta e imágenes: Instituto Curie / American
Institute of Physics
/ enroquedeciencia
/ Wikimedia
Commons

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