La historia está llena de pequeños y sencillos episodios que pasan desapercibidos para la mayoría de todos nosotros. Pero, de tanto en tanto, un hecho singular permite que una de esas historias que no había trascendido salga del anonimato y se haga pública.
El post de hoy va de una historia sencilla y quizás sin demasiada trascendencia si no llega a ser por la generosidad y altruismo de una ciudadana norteamericana que, setenta años después, ha hecho llegar un puñado de cartas a su destino.
Marcel Heuzé, era un apacible padre de familia que tuvo la mala suerte de que le tocara vivir en la Francia colaboracionista de Vichy, siendo enviado en 1942 a trabajar forzosamente a la factoría alemana de Daimler-Benz, en donde se dedicó a ser un peón más en la cadena de montaje de tanques y vehículos de guerra.
Posiblemente, Marcel no pasó por las mismas penurias que millones de prisioneros que fueron encerrados en los campos de exterminio, durante el genocidio nazi de la Segunda Guerra Mundial, y su máxima angustia era estar separado de su amada esposa René y sus tres añoradas hijas. En 1944 volvió a casa y se reunió con todas ellas, llevando una apacible vida durante el resto de su vida, falleciendo en 1992.
La historia de Marcel Heuzé no hubiese sobresalido entre las cientos de miles que se produjeron por aquel entonces si no hubiese sido por las desesperadas cartas llenas de amor y añoranza que escribió durante los dos años en los que estuvo alejado de su familia. Unas cartas que fueron confiscadas por la censura nazi y que jamás llegaron a su destino.
Tras finalizar la guerra algún militar del ejército norteamericano se topó con ese puñado de cartas en cualquier cajón de las instalaciones, que tenían los nazis para revisar la correspondencia que se enviaba desde suelo alemán, y se las llevó hacia Norteamérica donde fueron vendidas.
No se sabe por cuantas manos habrán pasado las cartas de Marcel Heuzé, pero recientemente fueron a parar a las de Carolyn Porter, una coleccionista de este tipo de misivas que las encontró en un anticuario de la población de Stillwater (Estado de Minnesota).
A pesar de no saber ni una sola palabra de francés, rápidamente llamó su atención ciertas expresiones que intuía cargadas de emoción y mucho amor. Otra de las cosas llamativas en aquellas cartas era el mapón con una esvástica que había en los sobres.
Utilizando un diccionario pudo ir traduciendo algunos fragmentos en los que pudo comprobar cómo el señor Heuzé relataba su día a día en la fábrica de Daimler-Benz en Berlín y la dulzura con la que se expresaba para decir cuánto quería y echaba de menos a su esposa y sus tres pequeñas.
Esto conmovió a Carolyn y tras un año de investigaciones, realizadas con la ayuda de un genealogista, pudo localizar a una de las hijas de Marcel Heuzé a quién envió una carta en francés básico en la que relataba que tenía en su poder la correspondencia que les mandó su padre siete décadas atrás.
Hace apenas unas semanas ambas mujeres se reunieron y Carolyn Porter pudo hacer entrega a Denise de las cartas de su padre. En ese simbólico acto estaban presentes la hija de ésta y su nieta (biznieta del matrimonio Heuzé).
Quien también estaba en aquella reunión fue Marcel, el hijo menor del protagonista de nuestra historia y que nació tiempo después del regreso de su padre desde Alemania. Un encuentro lleno de emociones y recuerdos y que en breve volverá a reunir a todos los componentes de la familia para disfrutar de las cartas que envió hace tanto tiempo el querido y recordado Marcel Heuzé.