En 1975 el gobierno del General Franco daba ya sus últimos coletazos. La delicada salud del dictador sumado a las múltiples solicitudes por parte de la opinión internacional de iniciar un aperturismo político hacía que en el propio régimen hubiese divisiones internas.
Los más aferrados a la idea de estado tal y como había funcionado hasta ahora se apresuraban a crear nuevas leyes que les garantizasen la continuidad como hasta entonces, aprobando leyes que seguían siendo represoras y cortando todo intento de libertad que surgiese entre la población.
Uno de los momentos de más tensión política se vivió en el mes de septiembre de ese mismo año. Los juicios celebrados a un importante número de miembros de los grupos terroristas ETA (político-militar) y FRAP y la condena que se les impuso a la pena de muerte fueron el detonante para que la opinión pública alzase su feroz grito de protesta.
El ‘decreto-ley 10/1975 sobre prevención del terrorismo’, aprobado aquel 26 de agosto, empeoraba las cosas y hacía que se endurecieran las penas para aquellos que cometiesen cualquier tipo de delito que atentase contra funcionarios públicos, agentes del orden, cualquier cargo del gobierno, militares, etc.
La fecha fijada para llevar a cabo las 11 ejecuciones dictadas en los últimos ‘consejos de guerra’ celebrados fue la del sábado 27 de septiembre. Pero la presión internacional comenzó a enviar mensajes de clemencia a Franco para que conmutase las penas de muerte por la cadena perpetua.
Pero el dictador hacía caso omiso a las súplicas que le llegaban de casi todos los rincones del planeta. Entre las peticiones de clemencia se encontraba una llamada del propio Papa Pablo VI. Súplica que no fue atendida por Franco y que, según relatan algunas fuentes, se negó a atender bajo el pretexto de que se encontraba descansando en su alcoba.
Para ejercer más presión, la mayoría de los países europeos amenazaron con retirar a sus embajadores, cumpliendo la amenaza quince de ellos. El gobierno hacía oídos sordos al clamor internacional y, como un acto de buena voluntad, en el Consejo de Ministros celebrado el viernes 26 de septiembre se le conmutó la pena de muerte por presidio a seis de los once condenados, haciendo cumplir la ejecución de los otros cinco para el día siguiente.
Fue durante los días anteriores a esas ejecuciones, que tendrían lugar en Barcelona, Madrid y Burgos (prisiones militares en las que se encontraban los condenados), en los que el cantautor Luis Eduardo Aute compuso una de sus mejores canciones, llegando a convertirse en toda una declaración de amor y sufrimiento.
Para poder esquivar a la férrea censura franquista, Aute envió varias canciones para que fueran examinadas por los censores del régimen. La mayoría llevaban un claro mensaje que sería detectado por estos, para así dar vía libre a una inocente canción de amor que pasó desapercibida por los dictaminadores de turno.
Tras la canción se escondía todo un alegato contra la pena de muerte y una proclama a la libertad. Las metáforas de la composición pasaron totalmente desapercibidas para la censura.
El propio autor declararía años más tarde que la compuso los días previos a los fusilamientos de Ángel Otaegui y Juan Paredes (de ETA político-militar) y de José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena (del FRAP). La escribió rápidamente; quizás ha sido la canción que menos tiempo ha tardado en componer.
Según sus propias palabras en una entrevista publicada por el diario La Vanguardia el 4 de noviembre de 2000: «(…)Debe haber sido una de las canciones que más rápidamente me surgieron, pero quería que la gente la cantara. La verdad es que no tuve que pensar mucho, salió del dolor(…)».
Y la gente la cantó… captando el mensaje implícito en la canción y convirtiéndolo en el himno de toda una generación.
La canción fue grabada ese mismo año por Rosa León y el propio Aute no la incluiría en ningún disco suyo hasta tres años más tarde.
Las del 27 de septiembre de 1975 se convirtieron en las últimas ejecuciones realizadas en el franquismo, en un momento en el que tanto el dictador como el régimen estaban a un paso de comenzar a agonizar y finalizar así con 36 años de represión hacia las libertades del pueblo español.
Fuentes de consulta: sin-nombre / wikipedia / amnistiacatalunya