Durante muchísimo tiempo, una de las formas que tenían las personas para entretenerse y divertirse era acudir a espectáculos teatrales o circenses en los que los números estrellas estaban realizados por personas con algún tipo de deformidad o discapacidad física (enanos, jorobados, personas sin extremidades, el hombre elefante, la mujer barbuda…).
Phineas Taylor Barnum fue uno de los empresarios de circo más ambiciosos y con menos escrúpulos a la hora de contratar y mostrar en sus espectáculos a aquellas personas que iba conociendo y que tenían alguna característica y a las que denominaba como ‘monstruos’ (freaks). Pero, P.T. Barnum (como era más conocido) no fue el único que se enriqueció a costa de ello, debido a que prácticamente todos los circos de finales del siglo XIX y bien entrados en el XX lo hicieron.
El ‘Ringling Brothers Circus’, de los cinco hermanos Ringling, fue uno de ellos, y a partir de 1871 se fusionarían con el de Barnum para formar el ‘Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus’, convirtiéndose en la mayor y más famosa compañía circense del planeta y en la que trabajaría un enorme plantel de personas con deformidades o llamativas peculiares físicas.
Hace un siglo, en la década de 1920, una de las mayores atracciones del ‘Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus’ fue Mary Ann Bevan, anunciada en los carteles y presentada como ‘la mujer más fea del mundo’, quien se convirtió en objeto de burlas y risas de los espectadores que desfilaban frente a ella y le decían todo tipo de insultos e improperios
Cuando el público llegaba al circo, tras pagar la entrada, debían dirigirse hacia sus localidades y pasaban frente a una pequeña tribuna donde estaba Mary Ann sentada en una silla, a la vista de todo el mundo, momento que aprovechaban los espectadores para reírse, hacerle burla, lanzarle objetos o alimentos (como si de un animal del zoo se tratara) y después continuaban el trayecto hasta el asiento en las gradas. Tras el espectáculo circense, a la salida se realizaba exactamente igual pero de camino a la calle.
Mary Ann Bevan en aquellos momentos tenía cincuenta años de edad, había enviudado en 1914 y era madre de cuatro hijos a los que tenía que mantener.
Empezó a padecer, siendo ya adulta, una enfermedad degenerativa conocida como ‘acromegalia’ (consistente en un exceso de producción de hormona de crecimiento) que provocaba que, ciertas partes de su cuerpo, crecieran más de lo normal y, con ello, se acabasen deformando y a ella de afecto especialmente en el rostro.
Durante su infancia y juventud había gozado de buena salud e incluso numerosas son las crónicas que la describían como una mujer muy atractiva. Había ejercido como enfermera en su Inglaterra natal y se casó, en 1903 (a los 29 años de edad) con un agricultor llamado Thomas Bevan, teniendo cuatro hijos. Tres años después de la boda empezó a desarrollar la enfermedad y su cuerpo y rostro se fueron deformando poco a poco.
Eso le hizo perder su empleo como enfermera, pero su esposo, con su esfuerzo y trabajo, podía hacerse cargo de la manutención de su familia. En 1914 Thomas falleció repentinamente y Mary Ann empezó a tener verdaderas dificultades para salir adelante.
Tenía una sólida formación como enfermera, algo que le fue de gran ayuda para poder ejercer su profesión durante la Primera Guerra Mundial, atendiendo a los heridos de guerra, pero a causa de su deformidad, tras finalizar el conflicto bélico en 1918, ningún hospital ni consulta privada quería contratarla debido a que ‘asustaba a los pacientes’.
Durante los siguientes dos años pudo mantener a sus hijos (que todavía eran pequeños) con algunos ahorros que había conseguido guardar, pero en cuanto se acabó el dinero llegó el momento más desesperante y angustioso para ella.
Fue a inicios de la década de 1920 cuando llegó hasta oídos del estadounidense, Sam Gumpertz (un reconocido empresario que años atrás había sido propietario del famoso parque de atracciones ‘Dreamland’ de Coney Island, en Brooklyn) la existencia de una mujer con deformidades en su rostro, poniéndose en contacto con ella y ofreciéndole un suculento contrato para formar parte de un espectáculo de variedades.
Mary Ann Bevan aceptó la propuesta laboral y cruzó el Atlántico acompañada de sus cuatro hijos rumbo a Nueva York, donde les esperaría un futuro mejor.
Se convirtió en una de las atracciones más importante del espectáculo y a pesar de ser el centro de burlas y el hazmerreír del público, Mary Ann lo llevaba con resignación, ya que gracias a ello podía mantener a sus hijos.
Fue tal la fama y éxito que alcanzó como ‘la mujer más fea del mundo’ que la compañía circense más importante de aquel momento (el mencionado ‘Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus’) llegó a un acuerdo con Sam Gumpertz para que éste la cediera al circo y realizar una gira por todos los Estados Unidos e incluso a París (durante la Exposición Universal de 1925).
Pero la enfermedad degenerativa de Mary Ann Bevan fue yendo a peor y en 1933, a los 59 años de edad, falleció a consecuencia de un fallo multiorgánico.
Fuente de la imagen: Wikimedia commons
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