La intrépida viajera del siglo XIX que envió una carta a Charles Darwin advirtiéndole de una equivocación

A finales de 1880, poco menos de un año y medio antes de
fallecer, Charles Darwin (que había
revolucionado la ciencia y sacudido en sus convencimientos sobre el origen de
las especies a la estirada sociedad británica) recibió una carta (fechada el 29
de octubre) en la que una joven de 25 años de edad, llamada Florence Dixie, advertía al célebre
naturalista de una equivocación que había cometido éste en el artículo
publicado 41 años antes (en 1839) en la revista científica ‘Journal of Researches’.

En dicha carta, la joven Florence, de origen escocés,
indicaba a Darwin que, tras haber viajado a la Patagonia (en el Cono Sur del
continente americano), donde había estado medio año en 1879, había podido
observar cómo el pequeño roedor llamado
tuco-tuco
salía de su madriguera a plena luz del día, algo que contradecía
a lo que el naturalista inglés había indicado en su artículo científico en el
que señalaba que tan solo salía al exterior durante la noche. Era un pequeñísimo
detalle, pero que para aquella época en la que poco se sabía de la inmensa
mayoría de animales del planeta, era fundamental conocer.

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Evidentemente, la afirmación de Florence fue acompañada de
documentación y de un ejemplar del libro escrito por ella misma, relatando su
viaje por el cono Sur y titulado ‘Across
Patagonia’
(A través de la Patagonia). Darwin supo apreciar el detalle y
dejó a buen recaudo tanto la carta como el libro, estando actualmente guardado
en la ‘Sala de Libros Raros’ de la
Biblioteca de la Universidad de Cambridge
y pudiéndose
consultar online las tres cartas que le remitió
(la mencionada del 29 de
octubre y el 4 y 29 de noviembre de 1880).

Y es que, a pesar de su juventud, Florence Dixie era una
prolífica e intrépida viajera, viviendo innumerables aventuras en una época
(segunda mitad del siglo XIX) en el que no era común que una mujer realizase
nada más allá de casarse y criar a sus hijos. Son contadísimos los casos que
existen de mujeres coetáneas suyas que lograran realizar cosas más allá de sus
hogares.

Eso sí, cabe destacar que cuando Florence inició el
mencionado viaje por Sudamérica ya llevaba casada cinco años y tenía dos hijos.
Esta es su curiosa vida…

Florence Dixie nació, en 1855, en el seno de una aristocrática
familia escocesa quienes le dieron las mismas oportunidades que sus otros tres hermanos
varones. Desde pequeña montó a caballo y practicó deportes que, en aquella
época, eran propias de niños, algo que hizo que fuese señalada con frecuencia
como ‘marimacho’.

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Según relatan las biografías sobre Florence, vivió varios
episodios trágicos en la niñez que la marcaron, muy posiblemente, en su carácter independiente, aventurero e
intrépido
, pues quedó huérfana de padre a los tres años y su madre se
convirtió al catolicismo más extremista, teniendo en cuenta que en el Reino Unido
se practicaba el anglicanismo y sobre todo en las clases altas como a la que
pertenecía su aristocrática familia. También le marcó el trágico accidente de
montañismo en el murió su hermano Francis a los 18 años de edad (ella tenía por
aquel entonces 10 años).

Practicar deportes, viajar y la caza (esto último algo de lo
que después se arrepentiría al convertirse en animalista) fueron sus grandes
pasiones, las cuales las complementaba con la escritura.

En abril de 1875, a punto de cumplir los 20 años de edad,
Florence contrajo matrimonio con Alexander
Beaumont
, 11º barón de Dixie (de ahí el apellido de ella a partir de
entonces, ya que el de soltera era Douglas). Compartía con su esposo la afición
por la aventura y los viajes y a pesar de tener dos hijos muy tempranamente, decidieron
viajar por el mundo dejando a éstos al cuidado de nodrizas.

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Su afición por escribir y viajar hizo que recibiera una
oferta que no podía rechazar: ser corresponsal del diario londinense ‘The Morning Post’ en la guerra que el
Reino Unido estaba librando en Sudáfrica.

A pesar de estar viviendo en una época muy restrictiva para
las mujeres (último cuarto del siglo XIX),  estar casada y ser madre de dos hijos,
Florence no renunció a nada y en ese afán de deseo de que otras mujeres
pudiesen vivir libres y sin ataduras como hacía ella, se introdujo en
movimientos feministas y sufragistas, siendo una incansable luchadora a favor
del voto femenino.

Falleció a los 50 años de edad a causa de la difteria,
dejando tras de sí una amplia obra literaria (tanto poesía como libros de
viajes, ensayo, novela y artículos).

Me enteré sobre la existencia de esta extraordinaria mujer
gracias al muy recomendable libro, de reciente publicación, ‘Las chicas van donde quieren’ (25
aventureras que cambiaron las historia)
de Irene Cívico y Sergio Parra
(y magníficamente ilustrado por Nuria
Aparicio
), editado por Montena https://www.megustaleer.com/libros/las-chicas-van-donde-quieren/MES-103117.
Este título acompaña a otros dos, publicados anteriormente, ‘Las
chicas son guerreras’
y ‘Las
chicas son de ciencias’
.

 

Otras
fuentes de consulta e imagen: darwinproject / redalyc / intriguing-history / National
Portrait Gallery of London

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