El ciclismo es
uno de los deportes que más espectadores y aficionados atrae en cada una de las
competiciones que se celebran y/o retransmiten. Se tiene constancia de que la
bicicleta apareció a finales del siglo XVIII (bajo el nombre de velocípedo) y las primeras pruebas
deportivas en las que se hizo uso de ellas fue a partir de 1868.
Desde entonces mucho ha evolucionado este deporte,
existiendo numerosas competiciones
que se celebran en todo el planeta a lo largo del año y existiendo una
nomenclatura muy específica para referirse a infinidad de cosas o personas
relacionadas con las carreras ciclistas: farolillo
rojo, abanico, coche escoba, contrarreloj, esprínter, maillot, lanzador,
pájara, escarabajo…
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Y es precisamente al origen del último término referenciado
(escarabajo) al cual voy a dedicar este post en el ‘Cuaderno de
Historias’, debido a que es un apodo que se aplica específicamente para
referirse a los ciclistas de origen colombiano y guarda tras de sí una curiosa
historia y que está relacionada con uno de los ciclistas más célebres que ha
tenido este país sudamericano: Ramón
Hoyos.
En 1951 comenzó a disputarse la competición de ciclismo en
ruta (carrera que se realiza por carretera y cuyas diferentes etapas de salida
y meta son en distintas poblaciones, realizando un recorrido) ‘Vuelta a Colombia’. Un año después entre
los ciclistas inscritos se encontraba un joven de 20 años de edad, originario
de Marinilla (departamento de Antioquia) gran aficionado al ciclismo pero que
no era profesional.
Había participado en varias carreras previas, obteniendo
desastrosos resultados (en muchas de ellas quedando en último lugar) y a pesar
de su inexperiencia, Ramiro Mejía (uno de los grandes patrocinadores de
ciclistas de la época) confió en él y decidió enviarlo a correr a la Vuelta a Colombia de 1952 con el equipo
‘Antiloquia’.
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La primera etapa se disputó
el 12 de enero entre Bogotá (capital de Colombia) y la población de Honda (en
el departamento de Tolima) con un recorrido de 163 kilómetros y no pudo ser más
desastrosa para el joven Ramón Hoyos.
La dureza de aquella primera etapa hizo que quedase
descolgado del pelotón (participaban 60 ciclistas) y a pocos kilómetros de la
meta topase con una piedra, cayendo al suelo y quedando conmocionado durante bastante
tiempo. Cuando volvió en sí estaba siendo atendido por unos sanitarios que
pretendían llevárselo en una ambulancia hasta un centro médico, pero Ramón se
negó y quiso terminar con dignidad
aquella larga y dificultosa etapa.
Con mucho esfuerzo y dolor (apenas podía ver por un ojo,
debido al golpe recibido en la cara) llegó a la meta, encontrándose con la
sorpresa de que allí ya no quedaba absolutamente nadie esperándolo. Se retiró a
descansar y al día siguiente (a pesar de estar entumecido y dolorido) se
presentó para tomar la salida de la segunda etapa entre Honda y Fresno (un
recorrido de 41 kilómetros), pero los organizadores le dijeron que estaba descalificado por no haber llegado a
meta el día anterior.
Tras una larga discusión en la que explicó lo sucedido y
cómo sí había cruzado la meta, aunque no había nadie allí para demostrarlo,
finalmente se le dejó participar, siendo advertido que no volverían a admitir
que siguiera corriendo en la Vuelta si volvía a repetirse lo del día anterior.
Aquella segunda etapa no fue una gran carrera para Ramón
Hoyos (a nivel de ciclista) pero sí que demostró tener agallas y la corrió a
pesar de las contusiones, dolor y no ver con claridad por uno de sus ojos. La
postura que llevaba sobre la bicicleta (por el dolor corporal que tenía, además
de su casi nula experiencia como profesional) hizo que llamase la atención de los
periodistas que estaban apostados en la línea de meta y donde uno de ellos soltó a través de la
retransmisión radiofónica que padecía un ‘escarabajo’.
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La mayoría de fuentes aseguran que fue el comentarista
deportivo José Enrique Buitrago
quien pronuncio dicha frase y puso ese apodo a Ramón Hoyos, aunque hay quien apunta
que fue Carlos Arturo Rueda, otro insigne periodista colombiano de la
época.
A partir de aquel momento Ramón Hoyos fue conocido como ‘el escarabajo de la montaña’, debido a
que, a pesar de tener casi todo en contra, acabó realizando una gran Vuelta a
Colombia, ganando incluso la 9ª etapa (de las 13 que componían la carrera)
entre las poblaciones de Cali y Sevilla (de 169 kilómetros) y quedando en la
clasificación final en 6º lugar.
Ramón Hoyos, ‘el escarabajo de la montaña’, se convirtió en
toda una leyenda del ciclismo colombiano, ganando la Vuelta a Colombia en cinco
ocasiones (1953, 1954, 1955, 1956 y 1958) y uno de los mayores representantes de
su país en este deporte. Incluso el mismísimo Gabriel García Márquez, en sus años de periodista, lo entrevisto en
varias ocasiones y publicó hasta 14 artículos dedicados a este gran ciclista en
1955 en el periódico ‘El
Espectador’.
Tras retirarse Ramón Hoyos de la competición profesional, en
1964, otros muchos ciclistas colombianos destacaron por ser grandes
escaladores, motivo por el que la prensa continuó utilizando el mote ‘escarabajo’
para referirse a prácticamente todos los corredores de esta nacionalidad,
llegando de este modo hasta nuestros días.
Fuentes de consulta e imagen: elespectador
/ lifestyle
/ eltiodelmazo
/ eltiempo
/ nuestrociclismo.com
– Flickr
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