La curiosa historia del lugar que no existía pero salía en los mapas

Antes de la invención de internet y el sistema de navegación y localización GPS, era común que aquellos
conductores que necesitaban realizar algún viaje por carretera adquiriesen un mapa en algún punto de venta, siendo
habitual encontrarlos incluso gratuitamente en numerosas estaciones de
servicio.

Esos mapas a disposición del conductor, que había llegado
hasta la gasolinera para repostar, eran realizados por diferentes empresas. Por
ejemplo en Europa la más vendida eran los editados por la compañía Michelin, actualmente más famosas sus
guías por las recomendaciones de restaurantes que por los planos de carreteras.

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En Estados Unidos tres fueron las empresas que, a inicios
del siglo XX, con la popularización de los automóviles a motor, se disputaban
ser quienes coparan el negocio de los planos de carreteras: H.M.
Gousha Company, Rand McNally y General Drafting
.

Fue precisamente General
Drafting
una de las que más fama adquirió y protagonista de la curiosa
anécdota que hoy os traigo al ‘Cuaderno de Historias’.

Un joven inmigrante finlandés llamado Otto G. Lindberg llegó a Nueva York con 500 dólares en el bolsillos
(prestados por su progenitor) y con el deseo de labrarse un futuro en su nuevo
país de acogida. Tenía muy claro que quería dedicarse a la elaboración de mapas
y en 1909 fundaba la pequeña compañía cartográfica General Drafting, realizando
planos de todas las carreteras del Estado.

La precisión de dichos mapas hicieron que alcanzase una
importante fama y muchas fueran las estaciones de servicio que los ofrecieran a
los clientes que por allí pasaban, pero dos décadas después Otto G. Lindberg se
encontró con un pequeño problema (que para él era enorme): otras empresas que
se dedicaban al mismo negocio realizaban sus planos de carreteras copando sus
mapas, pero cada vez que lo denunciaba el caso era desestimado por el tribunal.

Por tal motivo Otto ingenió un método con el que detectar y,
sobre todo, poder demostrar el plagio que otras compañías hacían de sus mapas.

Se le ocurrió colocar en medio de la nada, en una zona en el
que se cruzaban dos carreteras en pleno Estado de Nueva York, el nombre de una
población ficticia inventado por él mismo y su asistente Ernest Alpers: ‘Agloe’.

Varios años después (en la década de 1950) la compañía
competidora, Rand McNally, actualizaba su mapa de carreteras del Estado de
Nueva York y la sorpresa estaba en que había incluido la ficticia población de Agloe en la misma intersección que Otto G.
Lindberg y Ernest Alpers habían colocado
astutamente tiempo atrás.

Por tal motivo la
compañía General Drafting demandó a su competidora Rand McNally acusándola
de plagio y acompañando como prueba principal que la mencionada población de
Agloe no existía y había sido colocada inicialmente por Lindberg y Alpers en su
mapa como cebo.

La sorpresa fue cuando los peritos e investigadores que
debían realizar el informe sobre el caso se personaron hasta el punto que
indicaba los planos que se encontraba la falsa población de Agloe y se
encontraron que aquel lugar sí existía.

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En dicha intersección había un almacén con un gran cartel
que indicaba Agloe General Store’ donde se vendía todo tipo de productos para
los conductores que iban de paso por la zona. Por tal motivo, el tribunal
desestimó la demanda presentada por la empresa de mapas de Otto G.
Lindberg.

La casualidad había hecho que un emprendedor que tenía uno
de los mapas vio que aparecía el nombre de una población (Agloe) en un lugar
por donde pasó y en el que realmente no había nada, motivo por el que decidió
comprar ese terreno y montar una pequeña tienda, aprovechando que el nombre de
la misma saldría gratuitamente en todos los planos y sería una forma genial de
hacer publicidad del negocio a coste cero.

Otto G. Lindberg vio frustrada su demanda y tuvo que asumir
que nada podía hacer contra quienes plagiaban sus planos; Rand McNally, a pesar
de haber copiado descaradamente los mapas de su competidor, se salió con la
suya y no recibió castigo alguno por su mala praxis; y, por último, el negocio Agloe General Store acabó cerrando años
después, no habiendo a día de hoy nada allí.

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Eso sí, en la inmensa
mayoría de los mapas hasta no hace demasiado tiempo estuvo apareciendo la
ficticia población de Agloe (incluido en Google Maps, aunque actualmente ya no
sale).

Cabe destacar que el
hecho de colocar una población falsa o una calle que no existe ha sido muy
común por los cartógrafos de todos los tiempos, como una eficaz manera de
detectar a quienes copiaban sus mapas.

Fuente de consulta e
imagen: atlasobscura
/ nowiknow / newyorker / bigthink
/ nytimes