El terrorista que llevó de cabeza al FBI y cuya identidad escondía a un joven genio atormentado

Recientemente el joven, de 23 años de edad, Mark A. Conditt atemorizó a Texas con
el envío de varias bombas y recibió el sobrenombre de  ‘Unabomber’,
un apodo que varias décadas atrás se le dio a otro personaje que llevó de
cabeza al FBI durante casi veinte años.

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Son dos casos totalmente diferentes y el más reciente se ha
resuelto tras explosionar una bomba dentro del coche del terrorista y acabar
con su vida, pero el de hace varios años guarda tras de sí una curiosa historia…

Entre 1978 y 1995 más de 150 agentes del FBI intervinieron en un momento u otro
en las investigaciones para dar con la identidad y paradero de un terrorista
que estaba amenazando la seguridad de los Estados Unidos a base de enviar o
colocar bombas en diversos lugares aleatorios, como podía ser universidades o
aerolíneas, de ahí que acabasen bautizando al terrorista como UNABOMBER, un juego de palabras en la
que utilizaron las iniciales de las palabras universidad, aerolínea y bomba.

Llegó a enviar un total de 16 artefactos explosivos (aunque
algunos no llegaron a explotar por algún fallo en el mecanismo o por ser
detectados a tiempo), causando tres muertos y 23 heridos. Los investigadores no
tenían ni idea sobre quién o quiénes podrían estar tras los atentados e
intentaron trazar un perfil psicológico para averiguar detalles de la
personalidad.

Aprovecharon las notas que enviaba (con pistas falsas para centrar
la atención en otro punto del que quería atentar) y poco a poco fueron
confeccionando un perfil que, según los expertos del FBI, escondía a un tipo
con una inteligencia muy superior a la media.

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Diecisiete años tardaron en dar con él y finalmente fue
gracias que una nota que exigió que se publicara en The New York Times (también pretendía que la publicase el Washington Post) y que apareció en el
diario neoyorquino el 24 de abril de 1995 y que se convirtió en una pieza
fundamental para darle caza.

Gracias a una peculiaridad en su forma de expresarse hubo
una persona que pudo distinguir que si alguien había escrito esa carta tenía
que ser su hermano Theodore Kaczynski,
quien por aquella época (1995) tenía 53 años de edad y de quien no tenían
noticias desde hacía algo más de dos décadas, cuando decidió aislarse de la
sociedad e irse a vivir a una pequeña cabaña en medio de un bosque.

Los agentes del FBI fueron hacia el lugar donde se les indicó
que vivía el posible terrorista y allí lo detuvieron, teniendo en su poder
suficiente material y pruebas que lo delataban como culpable.

Tras la detención de Theodore Kaczynski empezó a conocerse
datos sorprendentes sobre éste. Uno de ellos era que siendo apenas un niño le
hicieron un test y determinaron que tenía un cociente intelectual de 167 (la media está entre 90 y 110), siendo
señalado como un pequeño genio. Con tan solo 16 años inició sus estudios de
matemáticas en la Universidad de Harvard
y tras graduarse a los 20 años de edad se sacó el doctorado en la Universidad de Michigan.

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Todos aquellos que trataron con él durante sus años de estudiante
o cuando encontró trabajo como profesor asistente en la universidad de
California, señalaron que de no haber hecho un cambio radical en su vida
(cuando tenía 29 años) que lo llevó a vivir en las montañas como un ermitaño
defensor del ‘neoludismo’ (corriente
filosófica que va en contra de la sociedad moderna y los avances tecnológicos) Theodore
podría haber llegado a ser una de las mentes más brillantes de la ciencia.

Muchos eran los que se preguntaba qué fue lo que determinó
ese cambio radical en la personalidad del joven y tiempo después se supo que
parte de culpa de la transformación la tuvo un experimento en el que participó
cuando era estudiante en Harvard y que estaba financiado por la CIA: el famoso proyecto MK Ultra, un plan de la agencia de inteligencia para controlar la
mente durante los interrogatorios
y que contó con docenas de voluntarios
(que no sabían a qué tipo de experimento se sometían).

Parece ser que aquellas sesiones a las que se sometió el jovencísimo
Theodore cuando estudiaba en Harvard (debemos tener en cuenta que era todavía
un adolescente cuando se matriculó en la universidad), fueron determinantes
para cambiar su concepción de la sociedad.

Tras su detención, el 3 de abril de 1996, Theodore Kaczynski
fue juzgado y condenado a 8 penas de cadena perpetua sin posibilidad alguna de
que pueda solicitar la libertad condicional en el resto de su vida. Actualmente
tiene 75 años de edad, ha publicado varios libros filosóficos y mantiene
numerosa correspondencia con personas curiosas a las que les gusta debatir de filosofía
con él.

Debido a su alto nivel de cociente, lo mantienen encerrado
en una prisión de máxima seguridad (conocidas como ‘prisiones supermax’)
del Estado de Colorado.

Fuentes de consulta e imágenes: fbi.gov / biography / Wikimedia
commons